Capítulo 2.

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Después de tres horas y media de vuelo desde New York a Florida por fin estábamos allí. Jenna y Libi se habían quedado dormidas mientras que yo había permanecido despierta como un búho al igual que Blair que intentaba darme conversación para que el miedo pasara antes, pero era imposible. Tenía pánico a los aviones. Ahora que me sentía segura en tierra firme podría respirar un poco mejor, todo lo mejor que me permitía el asma. Sí, soy asmática y en más de una ocasión me había complicado la vida si se me mezclaba con un ataque de pánico. Era la pupas del grupo sin duda. Una vez que recogimos nuestras maletas cogimos un taxi que nos llevaría hasta el hotel. El hotel era todo un misterio ya que Blair había sido la encargada de reservarlo. Ella nos dijo que confiáramos ella, nos gustaría. 

Blair viaja mucho con sus padres y había estado aquí en cuatro ocasiones y dijo que sin duda el hotel que había escogido era uno de los mejores. Mis amigas nunca habían tenido problemas con el dinero. Sus padres le daban todo lo que pedían sin objeciones, sin embargo, yo siempre me había tenido que ganar el dinero con el sudor de mi frente y no me gustaba recibir la limosna de nadie. Si algo no podía permitírmelo no lo hacía y punto. En mi familia no tirábamos el dinero precisamente.

Blair se parecía un poco más a mí. Le encantaba tener dinero y gastarlo pero era más consecuente con lo que hacía. Siempre miraba por el dinero aunque no fuera un problema para ella y dijo que estas vacaciones serían por todo lo alto y que mi parte la iba a pagar ella como regalo de cumpleaños. Algo excesivo por su parte pero con Blair no se podía negociar cuando se pone en plan cabezota. Accedió a que yo pagara por lo menos el billete pero fue a regañadientes y cuando insinué pagar la comida o cualquier cosa del hotel casi me muerde la mano. Estaba claro que la invitación del hotel corría todo por su parte, según ella.

Cuando Blair dijo que el hotel nos encantaría no se equivocaba. No había escogido el hotel más feo de la ciudad, al contrario, era uno de los más caros y altos de todos los edificios que había alrededor. Cuarenta y siete pisos de cristal y una gran azotea y con más de ocho piscinas con un bar a cada dos pasos. Era como una pequeña ciudad en un edificio.  Mi boca se desencajó cuando vimos la habitación, bueno, más bien apartamento. 

-¿Qué es esto?- Dije perpleja.

-Bueno, es muestro pequeño hogar durante estos tres mesecitos que estaremos en esta inmensa ciudad poblada de surfistas y famosos buenorros- Dijo dándose la vuelta hacia mi con los brazos en ambas caderas.

-Te habrá costado una fortuna.

-En realidad no. Mi padre tiene buenos contactos y sabe utilizarlos.

-No puedo dejar que me pagues todo esto, Blair.

-Pues te mataré- Puse los ojos en blanco- Deja que por una vez no seas tú la que cocine y mime a los demás.

-Es demasiado, Blair.

-Eres mi mejor amiga y te mereces esto y mil cosas más, así que cállate y vete a ponerte el bikini. Nos vamos a la piscina.

Quince minutos más tarde estábamos listas para ir a la piscina. Cada una con un modelito diferente para la ocasión. Sin duda, la más exuberante era Jenna siempre le gustaba marcar sus curvas pero para mí la que mejor cuerpo tenía era Blair. Blair tenía el pelo rubio largo, ojos azules y no más de una sesenta y cinco pero aún así tenía una cara muy dulce con un cuerpo bastante bonito, tenía curvas pero sin exagerar. Jenna era morena de piel, tenía descendencia afroamericana y eso significaba buenas curvas. Libi era pálida y tenía el pelo liso cobrizo y era una estaca. A penas ninguna curva en su cuerpo. Y por último estaba yo. Era de la misma estatura que Blair, tenía los ojos grandes azules con largas pestañas, tenía el pelo muy largo y castaño claro con pequeñas ondas. Mi cuerpo no era nada del otro mundo, no tenía curvas tan exageradas como Jenna pero tampoco era una estaca como Libi. Mis labios eran carnosos, pero sin ser excesivos y lo que más me gustaba de mi eran mis largas piernas. Supongo que a la gente le suele gustar sus ojos, su pelo o sus tetas pero a mí me gustaban mis piernas y sabía sacar provecho de ello. Llegamos a la piscina y solté un grito ahogado. Solo había piscinas, piscinas y más piscinas. A Jane le hubiera encantado. Acordarme de ella hizo que me diera una pequeña punzada de añoranza y solo habían pasado cinco horas. Esto se me iba a hacer eterno. 

Tenías que ser tú (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora