Capítulo 6.

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Mi mente no podía concentrarse en la película. Sentir la respiración de Scott junto a mi oído estaba haciendo que perdiera la cabeza. Estaba apoyada en su pecho y tenía las manos muy quietas, aunque lo que de verdad deseaban era acariciar su torso una y otra vez sin descanso. Mi cuerpo al igual que mis manos estaba inmóvil como si se me hubiera dormido el cuerpo entero, solo despertaba cuando Scott movía sus delicados dedos por mi espalda o jugaba con un mechón de mi pelo. No me atrevía a mirarle ya que mis pensamientos eran demasiado descarados y se me notaba como mis mejillas se habían encendido. No sé cuánto tiempo pasó pero, cuando comencé a sentir una respiración acompasada y relajada supe que Scott se había dormido. Me incorporé un poco para mirar su cara y sin poderlo evitar me acerqué a él para presionar sus labios contra los míos, aunque solo fuera una milésima de segundo, necesitaba sentirlos otra vez. Cuando mis labios rozaron los suyos, sentí una leve descarga y sin esperarlos los labios de Scott respondieron mi beso.

– Lo siento. No quería despertarte - me disculpé apoyándome en su pecho.

– No estaba dormido.

– Aún así lo siento.

– No tienes que sentir nada, pero si tenías ganas de besarme solo tenías que decírmelo Blake.

– Me da vergüenza pedir una cosa así. - dije mientras jugaba con el borde de su camiseta.

– Mírame - no hice caso a su petición y seguí jugando con el borde de la camiseta, él exasperado me levantó la cara hacia él - No quiero secretos entre nosotros. Estoy aquí para lo que quieras, para complacer hasta el último deseo que tengas. No lo olvides.

– ¿Por qué me tratas así?

– ¿Así, como?

– Pues así como si me conocieras de toda la vida, con una ternura que sobrepasa los límites normales. Scott no quiero que me hagas daño.

– No te haré daño Blake, es lo último que quiero. Sé que hace menos de 24 horas que nos conocemos pero de verdad que no quiero hacerte daño. ¿Me crees verdad?

– Si te dijera que necesito un tiempo ¿Qué pasaría? ¿Querrías dejar de verme?

– Por supuesto que no. Te daré todo el que necesites.

No sé si fue su respuesta o el modo en que me acarició la mejilla al decirme aquello pero mi cuerpo empezó a arder. No quería que pensara que era una fresca ni mucho menos pero mi cuerpo tenía extrema urgencia de estar con él de que lo tocara como si anhelara su tacto. Me incorporé en el sofá y él me atrajo hasta él hasta que quedé sentada a horcajadas encima de él. Sus labios recorrían mi cuello, mi mandíbula, mi clavícula, el hueco que había en mi garganta, todo absolutamente todo era rozado por sus labios. No puede evitarlo y metí mis manos en mi pelo con la esperanza de que sus pequeños besos no se alejaran jamás de mi piel. Mi jersey pareció estorbar a Scott y empezó a quitármelo lentamente mientras sus manos acariciaban mi espalda. Mi pecho subía y bajaba acelerado y mi ritmo cardíaco aumentó cuando una de sus manos, se posó en uno de mis pechos y empezó a acariciarlo sin dejar libre mi boca ni un segundo. Su otra mano recorría mi espalda y siempre se tomaba su tiempo en la parte baja para después ascender otra vez hacia los hombros. La mano que aún estaba en mi pecho, se metió entre la tela de encaje y mi piel y con sus dedos buscó el pezón, al no conseguirlo la mano que recorría mi espalda desabrochó el sujetador con un movimiento ágil y mi pecho quedó descubierto antes su atenta mirada azul. Sus ojos volvieron hacia los míos y en otro impulso, le agarré el pelo con fuerza y lo atraje hasta mi otra vez para besarle. Pero este beso duró poco, Scott me tumbó en el sofá y se puso encima de mí, apoyado en sus codos para que no todo su peso cayera sobre mí y entonces de mis labios fue descendiendo hacia mi pecho y uno de ellos quedó inundado por su boca. Solté un gemido y él sonrió sobre mi pecho. Mis manos de nuevo estaban sobre su pelo, pero él sin separar su boca de mi pezón y me las contuvo a ambos lados de mi cabeza, dejándome indefensa. Scott seguía una y otra vez con su boca quitándome el aliento cada vez más, mis gemidos eran breves pero intensos y mis caderas estaban cada vez más pegadas a él sintiendo como su cuerpo reaccionaba a la fricción que provocaba mis caderas contra las suyas. Scott separó su boca de mi pecho y con un jadeo le miré. Sus ojos se habían vuelto oscuros de deseo al igual que los míos. Sus manos apretaban mis muñecas con tanta fuerza, que empezaban a doler, pero aún así era una sensación agradable.

Tenías que ser tú (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora