3. Difíciles desiciones

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Severus no era el tipo de hombre que aceptara las órdenes de alguien, mucho menos de una mujer y, aún mucho menos, si esa mujer era su ex alumna, la insufrible sabelotodo, Hermione Granger. Sin embargo, cuando ella le dijo, o más bien, le ordenó que saliera de la casa para comprar lo necesario para el bebé, él no se lo hizo repetir dos veces. Salió de allí como si el mismísimo Dumbledore estuviera detrás de él con otras de sus excéntricas ideas.

Sabía que debía apresurarse a encontrar alguna farmacia o algún mercado en el que vendieran productos para bebés. Ya pasaban las siete y pronto todo estaría completamente cerrado. Sus pasos eran largos y seguros. Los muggles que se cruzaban con él le lanzaban miradas sospechosas y sorprendidas que él se dedicaba a ignorar. En realidad, no era algo intencional. Estaba realmente concentrado en sus profundos pensamientos.

Miró, mientras caminaba, por milésima vez, la larga lista de cosas que necesitaba Granger para poder cuidar al...

Ahora no podía llamarlo mandrágora porque había dejado de llorar; tampoco mocoso maloliente porque la joven que lo cuidaba lo estaba bañando en ¡Su baño!... Agitó su cabeza intentando despejarla. Ya encontraría después cómo llamarlo. Lo que importaba en ese momento era hallar todo aquello.

Leche

Biberón

Pañales

Ropa

Libros sobre cómo cuidar bebé

Juguetes

Para la mayoría de las personas, fueran magos o muggles, aquella lista no podría ser catalogada como extensa; pero para él, definitivamente, lo era. No comprendía absolutamente nada de bebés y nunca se había preocupado por aprender sobre ellos ya que no había visto razón para hacerlo.

De modo automático, palmeó el bolsillo interior de su capa para comprobar si había alzado el dinero necesario. Si de algo le había servido vivir con un padre muggle era que había aprendido a no sentirse totalmente perdido en ese mundo. Claro que hacía ya tiempo no se movía por él. Pero como siempre, precavido, tenía una pequeña cantidad del dinero que estos usaban, reservadas para casos de emergencia. Y ese, sin duda, se trataba de uno.

Estuvo recorriendo una media hora hasta que dio con un local no muy amplio que aseguraba estar abierto las veinticuatro horas del día. Entró. El adolescente larguirucho que atendía, al verlo, abrió inmensamente los ojos. Él le lanzó una mirada que decía: si hablas, serás lo último que digas. No había que ser demasiado listo para entender aquello.

A pesar de todo, se reprendió mentalmente a sí mismo. ¿Por qué no se había cambiado con ropa muggle antes de salir a la calle? Lanzó un suave e imperceptible suspiro mientras caminaba entre los estantes. No se había cambiado porque había intentado salir de allí, ¡De su propia casa!, lo más rápidamente posible procurando alejarse de aquella cosa...

Fue al fondo del local y allí encontró, como si fuera un pedestal en honor a algún dios, cientos de productos para infante. Lo primero que la lista pedía era leche. Estaba por ir hacia los estantes donde esta se encontraba pero se detuvo cuando frente a él aparecieron las bolsas de pañales. Tomó una de envoltura roja. Hizo dos pasos pero de nuevo se detuvo. Allí también había otros pañales. Dudó. Él casi nunca dudaba. ¿Acaso había alguna diferencia entre uno de cinturas elásticas, otro que permita la flexibilidad, otro para piel sensible y otro de absorción rápida? ¿Y qué rayos quería decir "P" "M" "G" y "XG"? ¿Seria algún código secreto? Se sentía aturdido...

Tal vez sería mejor dejar para después esto y pasar a algo más fácil, pensó. Fue hasta donde estaban los biberones.

¿Por qué creyó que esto sería más fácil? ¿Biberón de plástico o de vidrio? ¿De qué tamaño? Gimió en voz alta... esto llevaría mucho tiempo...

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora