¿Amor?

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De acuerdo, lo admitía, tal vez el mejor modo de encarar aquella cuestión era no mencionar la practicidad ni las ventajas posibles de un matrimonio entre ellos con tanta frialdad. Pero, ¿Entonces qué se supone que debía decirle?

Hizo una meca de disgusto mientras se llevaba una de sus manos a su mejilla que aun ardía. ¡Vaya que pegaba fuerte Hermione! Él no se lo había esperado. Se suponía que ella era una persona inteligente y racional, ¿Cómo era que no había podido comprender la propuesta?

¡Maldita mocosa! ¿Por qué rayos no entendía? ¡Eso le pasaba por andar fijándose en mujeres veinte años más jóvenes que él! ¿Quién le mandaba a meterse con ellas? ¡Nadie! Él sólo se encaprichó con ese par de estupendas piernas, con esos labios que esa noche fueron su tortura, con esa sonrisa que lo dejaba aun anonadado sin poder creer que era sólo suya y con esos...

¡Merlín, ya estaba volviéndose un empalagoso romántico! No quería empezar a describir con detalles las partes de ella que lo volvía un estúpido enamorado porque él... él no podía estar enamorado...

No, no lo estaba.

Escuchó veloces pasos que bajaban la escalera corriendo y se preparó mentalmente para volver a ver a Hermione, sin embargo, fue Draco Malfoy quién apareció con una expresión no muy agradable en el rostro.

—¡¿Se puede saber qué mierda le hiciste?!—preguntó con molestia.

Severus rodó los ojos y se sentó en una de las sillas con demasiada calma. No es que la sintiera pero él no iba a darle explicaciones a un niño.

—No es de tu incumbencia—le respondió—Pero si tanto quieres saber, no le hice nada.

—¡Nada! ¡JA!—rió sin gracia—¡No creo que ese "nada" sea causa de llanto!

Severus se tensó inmediatamente al oír aquello.

—¿Está llorando?—preguntó con lentitud.

Draco resopló. Sabía que no había sido muy buen amigo de ella a lo largo de los años pero su infantil noviazgo había creado un lazo entre ellos y le dolía verla sufrir de tal modo por culpa de su padrino. No sabía qué era lo que el bastardo le había hecho, ella no había querido contarle, pero estaba seguro que había sido algo realmente malo como para hacerla llorar. Ella era fuerte y segura de sí misma; no se derrumbaba por cualquier cosa.

—Eres un idiota—le dijo mirándolo sin moverse ni responder aquella estúpida pregunta que había hecho Snape—Hermione es única, es hermosa e inteligente... E, inexplicablemente, le gustas, ¿Cómo pudiste dejarla ir?

—¡Yo no la dejé ir!—exclamó Severus con molestia por aquella recriminación—¡Fue ella la que no aceptó mi propuesta!

Draco lo contempló con estupefacción.

—¿Propuesta? ¿Qué propuesta?

—Le pedí que se casara conmigo y, después de insultarme y pegarme, me dejó muy en claro que la respuesta era un rotundo no.

Severus se cruzó de brazos y miró al joven como si él fuera el que lo hubiera rechazado. No le importaba estar tratándolo mal, su orgullo estaba herido.

Draco, por su parte, no podía creer lo que oía. Sabía muy bien que Hermione se sentía mucho más que atraída por Snape y que la sonrisa que había traído esa mañana en sus labios no se podía borrar así como si nada por una propuesta de matrimonio. Algo había dicho Snape que la hizo sentir tan mal.

—¿Cómo se lo ha pedido exactamente?—inquirió.

Severus frunció el ceño confundido por aquella pregunta. ¿Acaso su ahijado tenía pensado que él le había regalado un ramo de rosas, recitado un poema, comprado un anillo de compromiso y demás tonterías?

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora