6. Cansancio

1.5K 199 8
                                    

Cuando el plato de comida estuvo delante de ella no dudó en tomar su tenedor y cargarlo de un bocado de comida. Afortunadamente el platillo no consistía en algo que debía cortar porque para eso requeriría ayuda de su ex profesor y lo último que deseaba era pedirle que le cortase la comida.

-Está exquisito- dijo sin contenerse mientras llevaba otra porción a la boca.

-Lo sé- dijo con seriedad él- Lo hice yo.

Hermione no contestó nada a ese comentario tan egocéntrico y simplemente siguió disfrutando de su comida mientras Snape hacía lo mismo. Cuando terminaron, como él tampoco quiso sostener al pequeño, le tocó lavar los platos.

-¿Qué tenemos que hacer ahora?- le preguntó volviendo a la sala donde ella se había sentado nuevamente usurpando su sillón favorito, cosa que le molestó.

-Leer- le contestó la joven- Veo que trajo un montón de libros así que sería bueno comenzar.

Snape suspiró y, sintiéndose como un idiota, tomó uno de esos tantos libros que tenía y comenzó a leer, sin pensar realmente que encontraría algo útil en ellos. Sin embargo, a medida que avanzaba más y más asombrado estaba. ¡Había que tener miles de cuidados con un niño en la casa! Tenía que ir ya mismo a la sala donde guardaba todas sus pociones y diferentes ingredientes y asegurarla para que aquel mocoso no fuera y las tocara. ¡Lo último que le faltaba era que se envenenara! Si algo así le sucediera ya se imaginaba la imagen de Granger persiguiéndolo eternamente echándole la culpa. Ya había notado que la insolente jovencita le había perdido el miedo que usualmente inspiraba su presencia y eso lo ponía incómodo.

Alzó la vista del libro y contempló a la muchachita. Uno de sus brazos mantenía al pequeño enano dormido mientras que el otro alzaba un poco el libro que estaba leyendo. Sus ojos se movían sobre las oraciones con una velocidad que asombró al hombre. De vez en cuando hacía unas muecas con sus labios como si no estuviera de acuerdo con lo que leía, o se mordía suavemente el labio inferior. Y cada vez que eso sucedía una extraña sensación recorría el pecho de Severus haciéndolo estremecer suavemente. Comprendiendo que se había quedado mirando los labios de la joven, apartó la vista rápidamente y maldijo en silencio. Estaba demasiado cansado y estresado a causa de ese enano maldito.

Volvió la vista al libro y se obligó a continuar leyendo.

Una hora después, Hermione bajó el libro y reprimió un bostezo. Pero Severus, que estaba más atento a todos lo referente a ella de lo que hubiera deseado, se dio cuenta.

-Ya es tarde- le dijo serio- Váyase a dormir, señorita Granger.

Ella asintió suavemente. Tomando al pequeño con ambas manos se levantó y se quedó parada allí.

-¿Me dirá dónde está la habitación?- le preguntó suavemente.

Sin responderle, se levantó y le hizo una seña con la mano para que lo siguiera. Ella lo hizo. Conocía lo suficiente a su profesor como para saber que no era un hombre de muchas palabras.

Subieron por una escalera algo estrecha hasta un segundo piso donde se encontraron con un pasillo en el que había tres puertas.

-El cuarto de invitados- le indicó señalando la más cercana-El baño- añadió mostrando la puerta del fondo.

-Gracias- le dijo Hermione con una tímida sonrisa que, obviamente, él no devolvió.

Sin más, él dio media vuelta y bajó nuevamente.

Hermione abrió la puerta e ingresó al cuarto. Era, exactamente, como lo había imaginado. Sin ningún adorno ni arreglo, simple y eficaz. Una cama, una pequeña mesita al lado de esta con un candelabro, un armario y una silla. Dejó al pequeño en la cama con cuidado de no despertarlo. Se descolgó el pequeño bolso que llevaba que no tenía más que unos pocos centímetros y sacó de su interior su pijama. Miró al pequeño. No quería ir al baño y dejarlo sólo, pero tampoco deseaba volver a llamar a Snape.

Decidida a arriesgarse tomó sus pertenencias y fue al baño dejando la puerta de la habitación abierta. Si algo llegaba a despertarlo y lloraba, ella lo oiría.

No tardó demasiado en el baño. Se cepilló los dientes e hizo en su cabello una trenza ya que, de lo contrario, por la mañana sería imposible de desenredar. Se colocó su pijama velozmente y salió de allí rogando que el bebé (tendría que encontrarle un nombre) no se hubiera despertado.

Pero lo que no se esperó fue ver a su ex profesor recostado en el marco de la puerta observando con una expresión indescifrable al bebé dormido en el centro de la cama. A pesar de que ella no se había detenido a mucha distancia de él, el hombre parecía no haberse dado cuenta de su presencia.

-Eh...

Ese simple titubeo que hizo ella antes de decidirse a hablar bastó para sacar a Snape de sus pensamientos. Él volteó el rostro y la miró fijamente a los ojos durante un breve segundo antes de bajar la mirada por el resto de su cuerpo. Hermione se ruborizó desastrosamente. ¿Por qué se sentía casi desnuda si llevaba su pijama (uno de color azul que consistía en una simple remera y un pantalón corto)?

Los ojos de Snape volvieron a toparse con los suyos.

-Al no estar con el enano me quedé a observar que no despertase- le dijo él- Se podía caer de la cama.

¿Acaso estaba queriendo decir que se preocupaba por el bebé?

-Lo último que deseo es que la mandrágora vuelva y llore. Ya tengo migraña- aclaró.

Por supuesto, pensó ella, sería demasiado tonto de su parte pensar que él se preocuparía.

-Buenas noches, señorita Granger.

Hermione no pudo devolverle el saludo porque él rápidamente cruzó el pasillo y se encerró en su habitación.

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora