8. ¡Pánico!

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La expresión usual de Snape que jamás mudaba de una insulsa mueca de seriedad se vio interrumpida por una de puro asombro. Sus ojos estaban como platos y su boca ligeramente abierta. Su mirada no se movía ni un palmo de la de ella y, gracias a eso, podía ver que era realmente sincera. Pensar, de todos modos, que ella intentaba hacerle una especie de cruel y retorcida broma era ridículo...

Sintió el temor recorriéndole por su cuerpo. Aquello iba mal, muy, muy mal. No podía ser una mera coincidencia del destino que él, el único mago viviendo en aquella zona, hubiera encontrado a un niño que resultó ser mago. ¡¿Quién podría ser los padres del pequeño?! Sólo alguien sumamente poderoso ya que era un hecho único el haber hecho magia a edad tan temprana.

-Creo que no es una coincidencia que usted lo haya encontrado- dijo Granger.

-Qué interesante- exclamo él con sarcasmo pero con un tono más suave del habitual por estar perdido en sus pensamientos.

¿Quién haría una cosa así? ¿Y por qué? A primera hora del día siguiente iría al Ministerio de Magia para intentar encontrar una respuesta. No pensaba quedarse de brazos cruzados ni iba a dejar que nadie lo hiciera hasta que no descubriesen la verdad de la situación.

-¿Quiere tenerlo?

-¿Eh?- inquirió distraído.

-¿Quiere sostener a Alex para que pueda prepararle la leche?- preguntó ella.

Él hizo una mueca pero extendió sus manos para sostener al enano. No es que realmente quisiera pero ella tampoco le dejaba muchas opciones. El pequeño miró al hombre que lo tenía e hizo una expresión que a Snape le pareció graciosa. Empezó a sonreír pero cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo colocó su normal máscara de seriedad. ¡No se iba a dejar conmover por un enano llamado Alexandre!

Hermione, que justo había volteado para ver si Snape estaba sosteniéndolo de la manera correcta, había visto aquel intento de sonrisa. Se volvió rápidamente a seguir preparando la leche y fue ella la que sonrió. Tal vez su profesor, ese murciélago de las mazmorras que tenía un cuerpo inimaginable, tuviera algo más que hielo en su corazón. ¿Sería capaz ella de conseguir sacar a la luz esa parte de su ser? Pensó detenidamente la idea. Le gustaban los retos y éste parecía ser uno demasiado bueno.

-¿Quiere darle la leche usted?- le preguntó ella dándose vuelta y ofreciéndole el biberón.

-No-su respuesta fue inmediata y tajante.

-Lo hará igual- le dijo ella con tono autoritario. Poco a poco iba perdiéndole el miedo y eso le gustaba- Tengo que ir a hablar con mi madre.

Severus hizo una mueca de disgusto mientras intentaba que el pequeño no le tirara el cabello. Al parecer, sus mechones oscuros se habían vuelto el nuevo juguete.

-¿Acaso no habló con ella ayer?- le preguntó molesto mientras apartaba una de las manitas, sin darse cuenta que la otra también se acercaba peligrosamente.-¡Ay! ¡Suéltame!

-Sí, pero quiero preguntarle si puedo darle de comer algo más a Alex aparte de leche...

-¿Y por qué no se lo lleva?

-¿No cree que Alex se alborotará con la aparición? No es una experiencia muy agradable... mucho menos, creo yo, para un bebé.

-Pensé que usted lo sabe todo- le dijo él burlonamente- ¿Para qué me hizo traer todos esos libros si no?

-Es que he estado leyendo varios y se contradicen bastante- explicó ella con tranquilidad haciendo caso omiso al tono de Snape.- Mi madre ha de saber algo más que yo sobre esto, después de todo me crió a mí.

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora