15. Insultos

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¿Por qué a ella le tenían que suceder esas cosas? ¿Por qué Albus Dumbledore tenía que meterse donde no lo llamaban? ¿Por qué había tenido que sugerir tal locura? ¿Y por qué, por Merlín, Severus no se había negado rotundamente a compartir la cama con ella como era de esperarse?

Pero como todos los presentes parecían hacerse los tontos con respecto a aquella pregunta hecha al aire ella también adoptó la misma actitud. Por suerte, allí estaba Alex para salvarla. Se le acercó e intentó tomarlo en sus brazos para darle una ducha pero el niño parecía no querer colaborar.

—Vamos, amor—le dijo con una nerviosa sonrisa—Suelta la barba del director...

Sin embargo, sus palabras no hicieron más que Alex se aferrara a aquel mechón como si fuera lo que más quisiera en su vida y cada vez que Hermione intentaba abrir la manita aplicando un poco de fuerza él comenzaba a gritar con disgusto.

—¡Maldita sea, que se calle! Sino sólo queda cortárselo—dijo Severus capturando la atención de todos y, al notar cómo lo observaban les lanzó a todos una mirada de disgusto—¡Hablo de la barba!

—¿Qué?—inquirió Albus con los ojos bien abiertos—¿Sabes la historia que tiene? No puedes cortarla así como así...—Severus rodó los ojos—Además, no me molesta. No me importaría tenerlo mientras se alimenta para luego hacerlo dormir... ya me soltará cuando se canse.

A Hermione no le quedó más opción que aceptar aquella idea. No quería que, por culpa de los gritos de Alex, Severus intentara afeitar al anciano director y el bondadoso hombre mostrara su lado más oscuro allí. Dio varios pasos hacia atrás y se tomó con el brazo de Draco tomándola por la cintura. Le lanzó una mirada de disgusto pero él sólo le giñó el ojo con burla.

Había pasado la mayor parte de la tarde hablando pero no se habían dicho ni la mitad de las cosas que tenían por decirse. Él aún tenía que darle la información más importarte, la verdadera razón por la cual había ido a la casa de Snape en su búsqueda.

Severus, caminando como si nada y con cara de pocos amigos se acercó a Malfoy.

—¿Vas a quedarte o no?—le preguntó con brusquedad, algo extraño ya que él siempre se tomaba su tiempo para hablar, arrastrando sus palabras con letitud.

—Sí—respondió Draco apretando contra sí a Hermione y sonriendo magníficamente para disgusto de Snape.

—Bien—dijo éste entre dientes—Vamos.

Draco frunció el ceño.

—¿A... a dónde?—preguntó con cierto nerviosismo.

—Tenemos que hablar... a solas...

—Y...yo..

—Ahora, señor Malfoy—dijo con tono amenazador.

Draco soltó a Hermione a regañadientes y siguió a Snape hacia su laboratorio personal. La puerta se cerró detrás de ello y, por primera vez, Hermione sintió una terrible preocupación por lo que Snape era capaz de hacerle a Draco.

—Va a estar bien—dijo despreocupadamente Albus mientras se sentaba en el sillón favorito de Severus— Dime, Hermione ¿Cómo te está yendo en el trabajo?

Hermione se obligó a tranquilizarse y, tomando asiento en el sillón sobrante, comenzó a platicar con el director.

Casi era la hora de la cena cuando la puerta del laboratorio se volvió a abrir. Ella giró el rostro hacia allí y se tomó con el rostro de un notablemente adolorido Malfoy. Rápidamente se levantó y caminó hacia él.

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora