17. Detenerse y persistir

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No podía verlo a causa de la oscuridad que los rodeaba pero esto, en vez de ser un impedimento, no hacía más que exaltar todos sus sentidos. Sus alientos colisionaban contra el rostro del otro haciéndoles más consciente que nunca de la poca distancia que los separaba. Lo sabían, se iban a besar nuevamente, pero esto no sería como el beso que anteriormente había compartido, brusco y de una pasión ardiente y desbordante. No, este beso sería diferente, más calmo pero no exento de pasión. Pero antes de que sus labios se tocaran Hermione alzó una de sus manos y acarició con las puntas de sus dedos la mejilla de Severus, sintiendo cierta aspereza en ella a causa de una naciente barba. Suponía que él se afeitaba por las mañanas. Pero notar aquello no la molestó, por el contrario, logró que un escalofrío placentero recorriera su espalda al imaginar lo que sentiría sentir esa rasposa barba recorriendo su piel junto a sus labios.

Aquella proximidad... el roce de sus dedos... aquella ternura que era palpable en sus gesto... el aliento sobre sus labios... ¡Merlín, era demasiado! Él siempre se había considerado un hombre que podría soportar lo que fuera necesario sobrellevar. Si no hubiera sido así jamás podría haber soportado tantos cruciatus por parte del Señor Oscuro.

Pero aquello... ¡Mierda! Él no era de piedra...

Un temblor recorrió todo su cuerpo, mandando una conocida calidez a su pecho... y a su ingle.

Y de repente, como salida de la nada, sintió una urgente necesidad de decirle lo hermosa que se veía, de lo maravillosa que era y de lo inmensamente agradecido que se encontraba por haber recibido su ayuda. Pero no supo cómo hacer todo aquello sin sentirse estúpido. Se sentía abrumado por la repentina cantidad de sentimientos que parecían querer invadir su pecho. Pero todo pensamiento se esfumó cuando Hermione colocó sus labios delicadamente sobre los de él, presionándolos con la fuerza justa para hacer de aquella caricia algo extraordinario.

A Hermione aquel roce le produjo tal placer que se tambaleó ligeramente hacia él apoyándose sobre su pecho mientras dejaba que una de sus piernas subiera lentamente por la de él de una manera tan sensual que Severus no pudo hacer más que meter la mano bajo las sábanas, que ya comenzaban a molestarle, y aferrarse al muslo desnudo para atraer la pelvis de ella más cerca a su cuerpo.

El calor del contacto de esa mano recorrió toco el cuerpo de Hermione y mucho más cuando sintió la unión íntima que se había creado cuando Severus la arrimó, e, inevitablemente, un gemido escapó de su boca mientras se aferraba a su cuello casi con desesperación profundizando el beso. Aquel beso que no había querido que fuera algo más que un ligero roce, una expresión del amor que sentía por ese hombre, un último recuerdo de aquella noche que pasarían juntos. Pero todo se había descontrolado y, lo que era más, no le importaba.

La mano de Snape creó su propio recorrido. Acarició el muslo de la joven con un deseo casi animal, subiendo por el costado de su cadera, adentrándose por debajo de la remera, tocando groseramente aquel lizo estomago, deleitándose con la curva de aquel ombligo hasta toparse con la parte baja de sus senos donde la escuchó lanzar un nuevo gemido de placer que no hizo más que incrementar su hambre por ella.

Hermione pensaba que él la estaba torturando de la manera más escandalosamente placentera que habría podido encontrar, se apretó aun más contra él, dejando atrapada aquella mano, y se movió contra su cuerpo meneando sus caderas mientras le robaba algún que otro gemido.

¡Merlín! Un gemido de Severus contra su boca era la cosa más excitante que había escuchado en su vida. Jamás podría volver a escuchar su voz sin volver a rememorar este sonido.

-Her... Hermione— lo escuchó decir.

Severus sabía que tenía que detenerse porque aquello no podía continuar. Se había prometido que no sucedería nada esa noche y él cumplía sus promesas costasen lo que costasen.

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora