Cuestión de practicidad

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El fuego de la chimenea que calentaba la sala poco a poco se había ido consumiendo a lo largo de la noche, haciendo que el sitio se volviera más frío. Hermione se estremeció aun dormida y buscó calor en la colcha que la cubría sin conseguirlo. Sus párpados se movieron un poco al comprobar, en un pensamiento casi inconsciente, que no se encontraba en su habitación. Alzó su cabeza que había estado recostada en una superficie acolchada y se dio cuenta, despertándose ya por completo, que se encontraba en la sala de la casa de Severus Snape. Una brisa fresca que acarició su espalda le hizo dar cuenta que estaba completamente desnuda, tapada precariamente, tan sólo con una manta delgada de lana negra que estaba a punto de caer. Aferró la punta de ella y se cubrió completamente los hombros, dejando nada más que la piel de su rostro y de sus manos a la vista.

Tomó aire profundamente, intentando calmar los fuertes latidos de su corazón que habían comenzado a sonar con fuerza luego de que su mente le recordara la razón por la cual había despertado allí. Sus mejillas ardían sin que pudiera evitarlo.

Una sonrisa un poco tonta fue apareciendo en su rostro. ¡Merlín, no podría creer aún lo que había sucedido! ¡Había sido tan maravilloso! Se cubrió la boca con las manos intentando contener una risa que amenazaba con salir de su garganta. No recordaba exactamente en qué momento de la noche él la había dejado sola allí, posiblemente cuando ella estaba dormida, pero en cierta manera se lo agradecía puesto que la felicidad que sentía era tan grande que no creía posible poder contenerse por mucho tiempo más y no ponerse a bailar...

Una risa escapó de su boca pero se apresuró a contenerla. Él la había tratado con tanto cuidado, sus caricias habían sido delicadas, suaves pero a la vez delirantes... por cada sitio de su cuerpo donde sus manos o sus labios tocaban había sentido la piel arder en llamas. Así había sido tanto la primera.

Y la segunda vez... ¡Por Morgana, habían hecho el amor una segunda vez!

Ella se había quedado dormida sobre él pero se había despertado al sentir un agónico calor que la había hecho lanzar gemidos sin poder mantener un pensamiento coherente. Él la había despertado con caricias y besos que parecían haberse multiplicado por miles a medida de que la pasión iba caldeándolos y con ello el descontrol de sus acciones. Esa segunda vez él la había tomado en el suelo, con una velocidad animal que la hizo gritar a los cuatro vientos y alcanzar el clímax un par de veces. ¡Por Merlín! Sus mejillas estaban tan rojas que competirían con el cabello de todos los Weasley juntos. Pero no podía evitar ruborizarse al rememorar ciertos detalles perversos pero excitantes y no sólo por la vergüenza que ocasionaba haber sido partícipe de cosas tan... placenteras. Se mordió el labio inferior inconscientemente mientras se estremecía y apretaba sus piernas... pero aquel movimiento la devolvió a la realidad haciéndole lanzar un gemido leve de dolor.

Hizo una mueca cuando se movió para levantarse del sillón en el que había dormido porque sintió un escozor que nunca antes había sentido entre sus piernas. Definitivamente no estaba acostumbrada a ese tipo de actividades como la que había realizado la noche anterior. Pero podría acostumbrarse, pensó perversamente mientras sonreía y se levantaba por completo.

Se tapó completamente y comenzó a caminar con lentitud hacia el baño para tomar una buena y cálida ducha que ayudara a sus músculos a relajarse.

Como era temprano, Draco y Alex todavía deberían de estar dormidos. Así que se apresuró a subir al segundo piso hasta al baño. Tenía que admitir que, aunque estaba agradecida, una parte de ella se disgustaba por la ausencia de Severus. Era contradictorio.

Sin embargo, creía conocerlo lo suficiente como para pensar que él no se lo estaba tomando muy bien. Tal vez ya estaría como loco pensando y pensando... Pensaba demasiado aquel hombre.

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora