Bautista se convenció que el tiempo más que subjetivo se trataba de un hijo de puta. Un sujeto frívolo que festejaba con la desdicha de la pobre gente. Personas desventuradas como en aquel momento se consideraba él. Una, dos, tres y cuatro veces. El número se repetía en intervalos de minutos y la hora seguía siendo la misma. La cocina también, el montón de papas otro de lo mismo, las rebanadas de pan idéntica historia, el rostro inmune y desabrido de Federico se replicaba en cada segundo que pretendía, casi a arañazos, formar el minuto. Ni una sola palabra y a aquel fatídico primer día le quedaba unas pocas horas para terminar.
¿De qué quería hablar con Federico? Absolutamente de nada. De aquel tipo no le interesaban siquiera sus apreciaciones en cuanto al deplorable tiempo. Las condiciones lamentables del Sindicato de Comercio. La pesadilla que se hallaba viviendo el Deportivo Esgrima. Cómo al mundo le importaba poco lo devenida en desgracia que se encontraba la región por las lluvias intensas. La magia que veía Federico en los textos de ese tal escritor Casciari. No le importaba los puntos de vistas del joven. No quería saber. Sin embargo, si le despertaba interés otra cosa.
Aquella atención selectiva que disponía Federico. Qué le provocaba interés y por qué de todas esas cosas no se hallaba él. Bautista se preguntó que veía de espectacular en aquel tomate que rebanaba sin emoción alguna. En la música que tarareaba, esa que salía a un volumen muy alto de la radio. Imaginó diversas razones para las tenues sonrisas que de vez en cuando afloraban de la boca llamativa del tipo. Algo en su interior se contrajo cuando se convenció que aquellos no eran gestos para desatar su indignación. Federico no se reía de él. Bautista sabía diferenciar bien aquellas expresiones. Supuso que el tal Bruno debía ser uno de los tantos motivos. El futbol, otro tanto. Alguna conversación con Lupe o cualquiera de los pibes del sindicato. El cuerpo de Simón. El temperamento de Ramiro. El atractivo que le generaban al siniestro tipo, sus amigos de siempre.
Suspiró cansado, nunca en su vida había pensado tanto como en aquellos momentos. Todo ello se debía al excesivo tiempo de silencio y la poca interacción verbal que tuvo con su compañero de voluntariado. Obvió el beso que le dio Federico. Eso no contaba para él como comunicación. Sino como un acto asqueroso y horrible del torcido ese. De solo recordarlo un escalofrío agudo atravesaba desde el bello de su nuca hasta el final de su espina dorsal. Otra vez no quería recordar lo extraño de ese momento. Sacudió sus pensamientos e intentó ahuyentar lo que Federico le había hecho. Tampoco ansiaba pensar en lo suyo y su acto estúpido en el boliche, ni su like, ni nada de eso. Entre todo aquel alboroto mental de Bautista lo único apacible y ajeno a todo aquello era Federico.
Observó con disimulo como el pibe concluía con su montón de verduras por cortar y se encaminaba a su derecha. Bautista no comprendía porque malgastaba su tiempo en llamar la atención del tipo ese en vez de utilizar esos momentos para mensajear a alguna de las chicas con las que se veía, pensar en la amiga del tipo, o planes con sus amigos. En cambio, golpeó con cuidado una de sus cebollas y la dejó caer de puro gusto. Vio al pequeño objeto rodar y tocar con sutileza el empeine del rubio. Notó como Federico se inclinó hasta esta y la agarró con suavidad entre sus dedos. Los labios de Bautista se estiraron en una mueca maliciosa. Después de tantas horas necesitaba un poco de entretenimiento.
—¡Pero que hijo de puta! —exclamó Federico y se agazapó en un breve y corto abrazo con Gonzalo —¡Ya pensábamos con David que te habías muerto! —comentó el chico luego de unas bruscas y toscas palmadas en la espalda del compañero de Vicente.
—¡Che que tampoco fue para tanto! —se rio divertido el castaño y se rascó la nuca con cierta timidez —Nos quedamos con Camilo y el resto de los pibes tomando hasta tarde. A la mañana me levanté con una resaca de la puta madre...
—El plan menos pensado, venir a ayudar al club —le reprochó Fede mientras pasaba la cebolla de Bautista de una mano a la otra.
—¡No solo eso! Le escribí a Vicente para pedirle disculpas y me dijo que estaba durmiendo en lo de la novia. No lo pensé más, me di la vuelta y seguí durmiendo —le contó el joven completamente divertido.
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7 Días para conocerte
RomanceDavid y Federico disfrutan de jugar al fútbol con sus amigos en el club de siempre y del barrio. Lo practican las veces que pueden como un pasatiempo pero inmersos en la pasión que jugar con sus amigos y hallarse dentro de una comunidad conlleva. P...