A mis amigos.
Mi familia, mi factoría.
Un año después
El día que Bautista le mandó memes supo para siempre que lo veía como amigo. Uno más. Se vio Simón, se sintió Ramiro, se percibió Vicente. Es decir, un cualquiera. La vez que los dos verbalizaron sostenerse en un vínculo de amistad, un poco, en el fondo pensó que no era en serio. Flasheó que después quizás, más adelante. Bien no sabía. En realidad, Federico si tomó consciencia con aquel simple detalle. La imagen de un tipo que no sabía hacer una resta, dieciocho menos nueve. "Yo en la vida, boludo. Así con todo", le había enviado Bautista con un montón de risas a eso de las tres de la tarde unos días después de la manifestación para Milo. Y Federico se rio.
Ahora ya había naturalizado aquel hábito. En el momento se sorprendió por los tratos del pibe. Calmos, escuetos, malhumorados y siempre con nicotina de por medio. Medio parecido a cuando se chapaban por aquellos tiempos de voluntariado. Bautista no hablaba mucho como amigo. Era de esos que miraba fijo para escuchar y se tomaba cada consulta con una seriedad extrema, no sabía de ironías, le costaban los dobles sentidos y tenía una capacidad innata por meter la pata. Supo que le ocurría aquello con situaciones o personas que le provocaban inseguridad. Los días en los que Bautista no se ruborizó más con él fueron un baldazo de agua helada.
De un momento a otro Bauti comenzó a quejarse con él de sus problemas cotidianos, las charlas que tenía con Abel, su padrastro Miguel o su vieja Carolina. Federico aprendió los nombres que rodeaban al chico y Bautista hizo de su parte también. Se acordaba de cada uno de sus cinco hermanos y de sus viejos. Lo invitaba a las juntadas que armaba con Simón y Ramiro, y Federico comenzó a incluirlo en sus círculos también.
El día que decidió dejar de vivir con sus viejos y alquilarse un departamento con Guadalupe le pidió ayuda a Bautista y él fue el primero en ayudarlo con la mudanza. "Qué precioso ese nene, mi vida", le había dicho su mamá mientras Bauti sacaba infinitas cajas y las ubicaba en su auto. "Ojalá puedas ser tan feliz cómo te lo merecés", le soltó esa vez Mirian enjugándose las lágrimas con un repasador que tenía en la mano. Se desarmó unos buenos minutos en llanto mientras abrazaba con fuerza a un Federico que no paraba de entornar sus ojos y remarcarle que un poco exageraba las cosas. Igual y debía admitir que a pesar de mudarse a unas veinte cuadras iba a extrañar la presencia constante de su mamá, las fatigas de su viejo, el bochinche de sus hermanos, pero necesitaba el espacio y libertad con urgencia.
-Ojalá algún día le cuentes todo a esta pobre, pobre vieja... -le soltó Mirian aquella vez sin poder soltarlo al más responsable y serio de todos sus hijos -Lo único que le pido a Dios es que sepas cuidarte, Federico.
-Mamá, no seas pesada, por favor. Además, yo no creo en esas cosas. Cortá con el drama -le suplicó mientras miraba de reojo por toda la cuadra. Notó al abuelo de David tentado en la reja de su casa y al imbécil de Bautista conteniéndose la risa.
-Si te arrepentís ya sabés que acá en casa siempre pero siempre hay un lugar para vos. Acordate de comer las cuatro comidas y planchate bien las camisas del trabajo. Ay ni sé por qué te digo todo esto si siempre fuiste tan responsable -le imploró infinitas incoherencias mientras no se despegaba del chico.
-Por las comidas, señora, ni se preocupe -la interrumpió Bautista a las risas -Estudio cocina y siempre le doy mis experimentos a él.
-Pero no me lo intoxiqués, nene -lo amenazó con los mismos fieros ojos grises que su hijo.
-¡Puras mañas tiene ese pendejo, Mirian! ¡Déjelo que se vaya que no sirve para nada! -le gritó a lo lejos Roberto.
-¡Callese viejo, pelotudo! ¡Qué se mete!
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7 Días para conocerte
RomanceDavid y Federico disfrutan de jugar al fútbol con sus amigos en el club de siempre y del barrio. Lo practican las veces que pueden como un pasatiempo pero inmersos en la pasión que jugar con sus amigos y hallarse dentro de una comunidad conlleva. P...