Capítulo 12

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David azotó la puerta con fuerza apenas concluyó con aquel entrenamiento. Desvió la mirada enfurecida y desilusionada del joven profesor y continuó con su camino sin más. En aquel momento pensó que Bautista había hecho bien al marcharse antes de continuar soportando a Federico. Lo mismo le ocurría con Micaél. En los últimos minutos de aquella práctica de muerte su paciencia se evaporó por completo. Le dolían los tobillos como consecuencia de las patadas del gemelo. Las costillas le punzaban y ello también era por obra y gracia de tal idiota. Su brazo, por si fuera poco, continuaba sin cicatrizar y le picaba de una manera que lo desesperaba. Las vendas se tornaron completamente incomodas.

Chasqueó su lengua con evidente malhumor. Su cara desfigurada y compungida era por lejos algo normal. Se lo dijeron los infinitos rostros que cruzaban por su camino y lo observaban extrañados. No le importó. Por una vez en la vida se permitiría impregnar el ambiente con su malestar. Debía pasar una puta semana con el tipo ese y nadie saltaba en su defensa. Uno de sus amigos se trataba de otro de los afectados por las uniones estúpidas de Agustín, tampoco él podía ayudarlo. A los demás poco les importaba que tuviera que realizar aquel voluntariado con el mellizo imbécil.

—David... —truncó una voz y apenas el castaño se giró supo que sus ánimos lejos se hallaban de calmarse.

—¿Qué mierda querés Micaél? —preguntó serio y agotado.

—No me trates mal estúpido —se quejó con sus punzantes ojos azules clavados en el rostro malhumorado del chico —Te olvidaste esto —puntualizó y le aventó con fuerza la mochila que había dejado en el gimnasio.

—Ah mirá que boludo... —en aquellos momentos se sintió un poco imbécil y avergonzado. Su enojo lo estaba convirtiendo en un idiota —Perdón...

—Otra cosa más que deberías agradecerme David —opinó el mellizo con su postura altiva y al pasar junto al chico lo golpeó con su hombro.

—¡Qué pesado! ¡Basta con eso! —se quejó el castaño y tomó con fuerza la muñeca del egocéntrico pibe.

—¿Basta con qué? Si no te traía esa mierda lo más probable era que te lo hubieran robado. Empezá a ser un poco más agradecido —comentó y una risa creída se le clavó en sus labios tan finos.

—No te voy a agradecer. Porque sé que no solo te referís a eso sino a todo lo demás —declaró David y observó como el chico se soltó de su agarre con brusquedad para retroceder y así posicionarse en frente —Me refiero a los dos besos que me diste sin ninguna explicación aparente —le reprochó sosteniéndole la mirada a aquel tipo que ahora lo observaba ceñudo y con una mueca altanera en la cara.

—Debés ser el único tipo que se queja porque le doy un beso —explicó Micaél solo para joderlo un poco.

—Uh boludo que plomo que sos. No te entiendo Micaél. De verdad que no te entiendo —se exasperó David sin comprender nada en absoluto —Me tratás mal, me provocás todo el tiempo y después venís y me das un beso como nada. Siento que mi cabeza me va a explotar. No tengo nada que agradecerte —intentó hacerle entender, pero a cambio recibió una risa estridente y divertida — ¿Se puede saber qué carajo te hace reír tanto? —cuestionó con la paciencia desecha.

—Hay algo que me molesta mucho de vos David —comentó Milo con una sonrisa ególatra. Observó de arriba abajo el cuerpo del sujeto y al mellizo le enfermó que aquel tipo le pareciera de cierta forma lindo. Se acercó de manera sigilosa hasta David y llevó una de sus manos hasta el pecho del chico. Notó con regocijo que aquel imbécil abrió sus ojos asombrado —No te imaginás la suerte que tenés... —murmuró radiante de orgullo.

7 Días para conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora