Capítulo 28

7.7K 686 617
                                    

Se aventuró a sentenciarle el mismo abismo de silencios a Federico. Una práctica que el rubio de lentes le aplicaba sin piedad a partir de sus palabras de odio. Y que bien le salía. Para eso también era un excelente deportista. Al igual que les sucedía a las segundas marcas, Bautista pareció una mímica mal hecha de su versión original. Supo que la diferencia estaba en el acto genuino por parte de Federico. Sin embargo, él actuaba que hacía que fingía que no le importaba. Así tan enrevesado como se escuchaba en su cabeza. No le importaron sus dramas de pésimo actor porque confiaba que aquellas deplorables destrezas solo las percibía él. Que aquellas miradas de de vez en cuando tampoco que lo delataban tanto. Que su estado deprimente no se dejaba ver a simples vistas en el rostro.

Y antes de continuar en aquel espiral del horror pensó en centrarse en otras cosas. Cómo en las diferentes actividades a medio hacer que dejó el turno mañana. Supo por el entrecejo fruncido de Federico y las pocas palabras que les lanzaba a Gonzalo y Vicente que ambos se sentían igual de sacados por la frivolidad de estos. Trabajaban sí, pero siempre entre extensas charlas e infinitas cervezas de por medio. Aletargando los infinitos platos por servir, el retraso del almuerzo, el enojo de todas aquellas familias que se hallaban todavía sin comer, los apercibimientos eternos de los profesores Héctor y Agustín. Se sentía cansado. Apenas eran las cuatro de la tarde y el día desde las ocho de la mañana ya le había resultado eterno.

Debía ser sincero. Comenzó aquella jornada de la peor manera. Imaginó algo mejor. Se ideó despertando de buen talante a sus amigos, llevarlos hasta sus casas. Tal vez pedirle disculpas a su hermano Abel por hacer tanto ruido a la noche. "Hola Federico. Gracias por quedarte con mis cosas cuando me las olvidé. Nos vemos. Chau". Así mejor. Así y sin besos. Nunca le hubiera salido algo como eso. Porque el tipo le resultaba un imbécil y apenas verlo quería reventarlo a piñas. O robarle besos. Para su pesar. Jamás una frase así le hubiera soltado porque siquiera era capaz de dejar de lado sus dudas y la espantosa bruma que le comía la mente cuando lo veía. "Es que tenés una cara de culo que intimida a cualquiera", fantaseó con reprocharle a los ojos grises y cara de nada de Federico. Bien sabía que se hubiera muerto por exceso de indiferencia y ceros a la izquierda. Cero a la izquierda, como lo convertía la reticencia del chico.

—Para mí que te conviene servir los vasos allá. Si los llevás tan llenos ahora se te pueden caer —le recomendó Luz, quien se había quedado para ayudarles a agilizar todos aquellos quehaceres. Observaba como Bautista de manera automática colmaba vasos de plásticos para llevarlos a los refugiados.

—Tenés razón —admitió algo ofuscado, sin embargo, como había cargado unos pocos, supo cómo encontrarle una solución —Estos que sean para nosotros.

—Genial Bauti —se alegró la chica repartiendo jugo para el resto de sus compañeros.

—No quiero. Gracias —se negó Federico para continuar vertiendo comida en porciones similares en los platos que le iba dejando Vicente —Estoy tomando acá con los chicos —respondió mostrando la lata de birra que compartía con Gonzalo y el gemelo.

—Tomá con nosotros Bauti y dejá de ser tan ortiva —lo reprendió entre risas Vicente para luego abandonar platos y cubiertos, y colgarse de los hombros de Bautista —Mirá si hasta lo pasamos al Fede para nuestro bando —se divirtió el mellizo y no comprendió porque al rubio del sindicato se le dio por atragantarse con la cerveza que se hallaba tomando y a Bauti por enrojecerse de un momento a otro.

—¡Más vale! Y eso que Federico es el rey de los policías, hijo de la gorra, amigo de la yuta —se burló Gonzalo en referencia a la devoción que tenía el arquero de su equipo por truncar los buenos momentos. Quien anteponía las obligaciones, los entrenamientos y las responsabilidades ante todo.

7 Días para conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora