Milo divaga en una nube cargada de cosas que no podía creer. Ni propias. Ni ajenas. No lograba todavía dimensionar aquellas ganas que le salían de las entrañas por alejarse de aquel club y deambular por quién sabía dónde con David. No se acordaba cuando sus sentidos habían cambiado de maneras abruptas y radicales. Solo era consciente de lo que sucedía en tiempo presente. Que se hallaba alegre y con ansias por aquella tarde. Tampoco podía creer que sus ideas coincidían en parte con las del delantero. Sin embargo, fue aquello ultimo lo que desestabilizó un poco sus buenas vibras.
Quizás David había aceptado su propuesta por puro compromiso, porque no le quedó otra, porque no le salían negaciones en sus respuestas, porque su amabilidad era inmensa o porque los modos de Micaél eran demasiado duros y autoritarios. Cómo decirle no, si dejaba su alma entera para recibir un sí a todo lo que se le antojaba. Entonces tuvo miedo. Y vergüenza. También pensó que quizás lo hacía por lástima. Por su situación con Rodrigo. Porque lo notó contrariado y angustiado aquella mañana. Apenas salir del club se giró para increpar al tipo. Necesitaba sacarse aquellas dudas, cerciorarse. Sin embargo, antes de soltar sus cuestiones y advertencias al castaño, sintió que alguien le daba unos golpes suaves en el hombro.
—Milo... qué bueno que te encuentro —lo saludó Rodrigo.
Se le había secado la boca apenas verlo y las manos comenzaron a temblarle. Tan alto e imponente como siempre. Infundiendo en sus palabras modos amables en tonos bajos que le resultaron forzados y a mentiras. Micaél lo notó más delgado y, de cierta forma, deteriorado. Se hallaba pálido y con ojeras. Significaba noches de mal dormir o de hacerlo en cualquier lugar. Atribulado por sus dilemas, crisis y ataques de nervios. A Micaél todo eso ya no le importaba. Lo único que deseaba era esfumarse de ahí. De la forma que sea, pero lejos, muy lejos de los desequilibrios mentales de aquel chabón. De ése que alguna vez quiso un montón. De ése que le costó tanto alejarse y que cuando lo hizo al fin, logró desnaturalizar el horror que mantenían en su relación. No pudo sostenerle la mirada y tampoco le salieron las palabras.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís? —le preguntó preocupado tomando la muñeca del chico. Rodrigo pasó, completamente por alto, la presencia inmunda del tipo ese con el que estaba seguro Micaél se revolcaba. Le importaba muy poco. Sabía que tarde o temprano el mellizo iba a volver, siempre lo hacía. Sin embargo, le molestó que el pendejo de mierda ese fuera incapaz de responderle. Pero lo último que quería era perder la paciencia —Quiero saber cómo estás Milo... —le pidió moviendo su mano desde la muñeca del mellizo hasta el codo.
—Estoy bien —respondió y zafó su brazo de aquel agarre.
—Milo... —lo llamó intentando no perder la enteresa y la compostura cuando nuevamente intentó tocar al pibe y este supo desentenderse otra vez —Dale Milo... no me hagas poner nervioso... hablemos bien... que vine para eso ¿Qué te cuesta? —dijo y no le importó que sus insistencias se hicieran evidentes. A la mierda con todo eso. Quería a su novio y su vida con él otra vez. Después de todo él sabía y sentía que aquel chico era suyo. Suyo y de nadie más.
—Ahora... ahora no quiero —dijo y miró para cualquier lado menos a donde debía.
Estaba aterrado. Imploraba que aquel tipo no hiciera algún escandalo para ponerlo en evidencia. Sentía un nudo apretado en la garganta que poco a poco amenazaba con dejarlo sin aire. No quería siquiera mirar a David que se hallaba excesivamente serio y callado perforando con sus ojos oscuros a Rodrigo. Lo último que deseaba era que su ex comenzara a despotricar contra su propia persona, humillarlo frente al chico que menos quería que presenciara eso.
—Un rato. Te juro que un rato y no te molesto más —insistió Rodrigo tomando, otra vez, el brazo de Micaél aunque con mayor fuerza.
—Ya te dijo que no —se impuso David acercándose al tipo para mirarlo fijo y con asco. Se cansó de permanecer tanto tiempo callado. No quería meterse a la primera de cambio. Era Micaél el que debía ponerlo al tipo en su lugar. Sin embargo, no pudo permanecer en aquel papel tan impersonal por tanto tiempo.
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7 Días para conocerte
RomanceDavid y Federico disfrutan de jugar al fútbol con sus amigos en el club de siempre y del barrio. Lo practican las veces que pueden como un pasatiempo pero inmersos en la pasión que jugar con sus amigos y hallarse dentro de una comunidad conlleva. P...