Milo intentaba por todos los medios controlar su ira apenas pegar un portazo y alejarse de aquel salón. Nadie era capaz de ser consciente el odio y la molestia que le producía entrenar allí, caminar en esas instalaciones y compartir espacio con cada uno de esos desgraciados e inútiles. Puteó al clima, a la lluvia intensa, a los estúpidos y pesimistas del tiempo, al azar y, por supuesto, a David. A la mismísima mierda con todos, pensó y acuchilló con sus zafiros opacos y perfectos cada dimensión del camino que desandaba. Los pasillos se mostraban húmedos y manchados por huellas de cuanta cosa se deslizó por esas paredes, los pisos mojados y embarrados. Milo pensó que a aquel deprimente club no le favorecía el malestar del tiempo.
Atravesó diversos salones y, por consiguiente, diferentes actividades deportivas, ambientes, estilos de música, entre tantos detalles. Cada grupo, a los ojos del gemelo, se mostraba no solo concentrados en sus entrenamientos, sino divertidos. Reían, conversaba, soltaban toda clase de chistes y el panorama se sentía ameno. Sacudió su cabeza y con ello intentó alejar sus cavilaciones y observaciones, un poco más, positivas con respecto a ese lugar. Extrañaba demasiado su sitio, su espacio, su Esgrima Deportivo. La frialdad, la indiferencia y la frivolidad de aquel lugar le pertenecían por completo. En cambio, ese más cálido, más deteriorado, más desestructurado no le sabía a sí mismo. Se sentía un extraño.
Sin embargo, pensó que la prioridad eran sus entrenamientos. La constancia en aquel deporte que amaba desde siempre por herencia completa de abuelos, abuelos que incentivaron a sus padres y tíos. Parientes que influyeron en sí mismo y en Vicente. Por supuesto que ninguno de los mellizos ansiaba algo más con respecto al fútbol, pero Micaél desde siempre pensaba que si hacía algo lo debía llevar a cabo a la perfección. A todo o nada. Las "A medias" las detestaba y no tenían lugar en su vida. Vicente por otra parte entrenaba porque Milo lo hacía, por el cuerpo que le esculpía el apasionado deporte, por las infinitas pibas que conocía, por los amigos y vínculos que formaban a través de esa actividad.
Ahora Milo no lograba sentirse a gusto en su cable a tierra. Porque ello era ejercitarse y jugar para él. Culpaba al Sindicato de Comercio, a los que jugaban allí y a David. Se maldijo una y otra vez por salir aquel fin de semana, por toparse con Rodrigo y por usar al tipo ese. De infinitos hombres que se hallaban en aquel boliche, él tuvo que utilizar al menos indicado. Sacudió apenas su rostro indignado e intentó borrar el maldito momento donde se apegó al cuerpo del delantero con el que mantenía una fría y desalmada competencia. El beso que le dio y la forma en la que éste lo había ayudado con el hijo de puta de su ex.
No quería admitir que en aquel momento David le había proporcionado seguridad y protección. La verdad era esa, pero Milo decidió justificar el sentimiento con el contexto. Se cobijó en la situación y pensó que no debía darle tanta importancia a lo ocurrido. Se quejó y frunció su ceño molesto al escuchar como vibraba su teléfono. No era tan complicado imaginar que después de las palabras de Agustín, él se fuera hasta su auto a esperar a Vicente. Sin embargo, Milo recordó que su hermano carecía de lucidez para tales predicciones. Observó la pantalla de su teléfono con desgano, pero apenas leer el mensaje su pecho se comprimió y tuvo miedo. "Sos un pendejo de mierda, ni siquiera para decirme que te cambiaste de club ténes huevos".
Micaél se mordió con fuerza el labio y de un momento a otro sintió la necesidad de ponerse a llorar. Se contuvo. Ese imbécil no se merecía que le dedicara siquiera tiempo. Se indignó de solo pensar que los momentos que pasó con Rodrigo fueron un desperdicio. Había compartido infinitas circunstancias con un ser despreciable, egoísta y narcisista. La vida de ese tipo giraba solo entorno a él mismo. A Micaél le dolió que éste fuera incapaz de saber el estado en el que se hallaba el Deportivo Esgrima, le molestó más que los insultos en sí. La rabia había cegado a tal punto a Rodrigo que fue incapaz de saber que Milo jamás cambió de club, sino que se vio obligado a trasladarse de forma momentánea.
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7 Días para conocerte
RomanceDavid y Federico disfrutan de jugar al fútbol con sus amigos en el club de siempre y del barrio. Lo practican las veces que pueden como un pasatiempo pero inmersos en la pasión que jugar con sus amigos y hallarse dentro de una comunidad conlleva. P...