Capítulo 14

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"No te vayas, si apenas son las tres de la mañana", fueron las palabras recortadas, fragmentadas y reverberantes que llegaron hasta los oídos de Bautista. En el recoveco apartado. En el lugar alejado que lo había arrastrado Federico. Respiró con fuerza y el olor a tabaco, humo de máquina y hasta de alcohol se coló por sus fosas nasales hasta generarle asco. "Apenas son las tres de la mañana", volvió a hacer eco aquella frase en su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y trató de pensar en cualquier cosa menos en las horas que faltaban para su turno en el voluntariado. No podía ser ya ese mañana.

No quería pensar en nada, solo desaparecer de ahí. Olvidarse de los últimos minutos, borrarlos como fuera posible de un plumazo. ¿Cómo hacía para quitarse aquel cosquilleo de sus labios? ¿Cómo se sacaba la mirada sorprendida y sacada de Federico luego de ese beso? ¡Ese beso!, le gritó su consciencia y abrió los ojos de puro susto y asombro. No podía buscar ningún fundamento, pero tenía que existir, debía encontrarle una explicación, una excusa o lo que fuera. Algo que le quitara aquella sensación que sentía. Había besado a Federico. A Federico que era un pibe.

Todavía era capaz de sentir incluso la presión de sus labios al tocar completamente arrebatadores, los del tipo. Un tipo completamente gay, un tipo que al parecer de Bautista estaba lejos a parecerse a lo que los estereotipos le enseñaron. Un chabón que lo había despreciado a él. ¿Quién carajo podía despreciarlo a él? Por si fuera poco, un maricón tan insignificante como ese. Se llevó con fuerza las manos a su rostro e intentó así quitarse un poco el peso de todo lo que había ocurrido en esos momentos. No era la gran cosa. No había ocurrido nada grave. Solo fue un pico de cuarta, siquiera eso. Un roce, incluso menos. Nada. No había pasado nada.

¿Para qué carajo le hablaba tan cerca entonces? ¿Para qué se le aproximaba tanto? ¿Por qué invadía de aquella manera su espacio personal? ¿Por qué lo tocaba? ¿Por qué escurría con extrema lentitud esa puta boca por su cuello? ¿Por qué recordaba tanto su pija tan dura? Porque a Federico si le gustaban los hombres. No cómo a él. Definitivamente no como a él. Tan promiscuo, tan mujeriego, tan hetero. Debía intentar como fuera olvidar lo que había pasado. Empezar aquel día como si aquel altercado lejos estuvo de ocurrir.

Quería salir de allí, pero le aterraba la idea de cruzárselo otra vez. No sabía cómo lograría pasar ocho horas con aquel chabón sin sentirse completamente avergonzado y humillado. Había besado a Federico y este lo había rechazado. Debía dejar de pensar en eso. Además, no se hallaba mal por aquella reacción esquiva por el puto desquiciado ese. Obviamente que no. Estaba bien, menos aspectos tenía Federico para burlarse. El "Me gusta" en Facebook, sus reacciones físicas ante las estupideces del rubio y el puto beso. Bautista estaba convencido que el mundo lo odiaba.

Salió de allí sin mirar a nadie. Imploraba por no ver una cara conocida. Por supuesto que aquel día corría con la peor suerte del mundo, puesto que fue capaz de ver los rostros ceñudos y confundidos de algunos compañeros del colegio. De todos modos, estaba convencido que los frikis de Gabriel, Ema y Diana no lo habían visto en semejante situación. Cuando finalmente logró dar con la salida suspiró tranquilo y sin perder más tiempo se escabulló hasta su auto. Que lo perdonen Ramiro y Simón, pero aquella noche debían volver de allí caminando o al menos no con él.

"¿Dónde carajo te metiste Bautista?, te llevaste los cigarrillos de Simón", le reprochaba Rama por WhatsApp. "¿El del sindicato te hizo algo?", le preguntaba por su parte el moreno. "Che Bauti cualquier cosa nos avisás", finalmente le escribió Ramiro. Sus amigos lo iban a enloquecer. Ellos dos, junto con el maricón desgraciado de los comerciantes. Apagó el celular y trató de apaciguar sus nervios mientras manejaba. Apenas llegó a su casa estacionó como pudo y se adentró al silencio nocturno que embebía al lugar.

—¿Por qué llegaste tan temprano? —le preguntó una voz que se hallaba entre frazadas mirando la televisión en el comedor —Son apenas las tres y media de la mañana —bien sabía Bautista que esa era la puta hora y por si fuera poco ahora debía escuchar que el imbécil de su hermano se lo dijera.

7 Días para conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora