Capítulo 39

6.8K 672 349
                                    

David miró su teléfono para comprobar por enésima vez que Micaél continuaba con aquel silencio del horror. Lo apagó y lo guardó en su mochila antes de subir al auto de Bautista. Se sentía inquieto y un poco egoísta. Él solo quería verlo aunque temía que Milo se enojase por aquella osadía. Prometía no quedarse más de lo que sus ganas le incitaban. Solo necesitaba saber que se hallaba medianamente bien. Golpeado seguro, deprimido también, pero entero. Lo demás no importaba. Miró ofuscado el día húmedo y gris de afuera. Nada en el entorno cooperaba para animarlo.

—Che... ustedes se hicieron muy amigos en estos días ¿no? —inquirió Bautista sin quitar la vista del semáforo en rojo.

—Bastante... sí —comentó pensativo David —¿Y vos? ¿Cómo te llevás con Micaél? —preguntó porque le daba curiosidad la vida del gemelo más allá de lo poco compartido y conocido por él.

—No somos muy amigos entre nosotros. O sea, con los chicos del grupo de fútbol. De ahí mi amigo posta es Simón —contó y de solo pensar que ni aquel pibe ni Ramiro sabían todo lo que le pasaba sintió pesar por aquel lazo. Tan blando y superficial —Somos muy buenos compañeros y el mellizo en eso es excelente.

—¿Lo decís por Micaél? —preguntó David atento a las expresiones del tipo. Parecía una piedra y ese detalle, irónicamente, le recordó a Federico.

—Obvio, Vicente es un desastre. Milo es súper responsable y preocupado en cada cosa que hace. Necesita tener todo, pero absolutamente todo controlado y supervisado sino puede que termine reventado de un colapso nervioso —compartió Bauti entre risas aspectos que hacían de la esencia de Micaél.

—Uff... decimelo a mí que me tocó laburar todos estos días con él. Una vez no lavé unos platos y me dijo: "Replanteate tu vida David". No me pareció tan grave el asunto como para rever hasta mi existencia... —imitó al pibe y reflexionó. De solo recordar los gestos serios y autoritarios del gemelo, le fue imposible contener las risas.

—Bueno el melli es así en todo, viste. No lo hace de malo. Yo supongo que no puede ni con él mismo —le confió Bautista también con cierta gracia mientras doblaba en una esquina algo inundada por tanta lluvia y cañerías tapadas —Che bola ya estamos por llegar...

—Buenísimo ¿Podrías parar cerca de algún kiosco antes? —le pidió David a Bautista mirando a ambos lados de aquellas calles por si encontraba algún negocio abierto.

—Mirá justo ahí hay uno y al lado es el departamento de la tía de ellos —señaló el rubio estacionando el coche lo más cerca que pudo para que el castaño no se mojara con la llovizna.

—Ey ¿Vos te acordas del piso?

—Esperá que me fije en alguna conversación vieja con los mellizos —dijo Bautista rebuscando en su teléfono —Vos mientras andá.

—Dale.

Una vez dentro compró unos cuantos bombones y chocolates. Pidió envolverlos en un papel madera y se dirigió otra vez al auto de Bauti. Confiaba en darle aquellas golosinas al chico y si se negaba a compartirlas con él, al menos necesitaba dejárselas para que las comiera solo. De alguna forma ansiaba hacerle saber al gemelo que contaba con alguien. Que, en ese mundo de mierda, que lo veía una y otra vez en pelotas, en cuatro y salpicado de semen, existía alguien que deseaba verlo bien.

—¿Te espero acá? —preguntó Bautista apenas encontrar el piso exacto en conversaciones viejas de WhatsApp.

—No, andá no más que dejaste a tu hermano allá. Cualquier cosa me tomo un taxi. No te preocupes —le indicó David —¿Seguro que no querés venir?

7 Días para conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora