Día 3
Micaél ya ni se acordaba de los tiempos en los que dormía de forma corrida. Horas placenteras que dedicaba para dormir. Hundirse en una calma efímera pero cierta. La que le proporcionaba guarecerse entre sabanas y frazadas. Todavía vigentes porque septiembre era engañoso y le gustaba ir y venir en grandes márgenes de centígrados y humedad. Aquella noche, al igual que las últimas, no la pudo dormir. Dio vueltas tanto y cómo su colchón de una plaza se lo permitió. A las tres de la mañana vaticinó para él un sueño mejor si unía su cama con la, siempre vacía, de Vicente. Más espacio. Más comodidad. No lo hizo. Podía resultar algo trastornado por falta de sueños enteros y largas horas de buen dormir, pero loco no estaba, se decía una y otra vez para asegurarse cuerdo. Suspiró a eso de las cuatro de la mañana con la resignación que la situación merecía. En unas pocas horas el reloj lo iba a atormentar y él continuaba tan despierto como cuando se había acostado.
Su cabeza era un puñado de dramas sin solución. Algunas veces pensó, mientras por la ventana se colaba el ruido de los sapos que pedían por más lluvia, que no debía detenerse más en aquellas reflexiones oscuras. Que si lo malo pasaba sería un hecho martirizara su mente o no. Lo bueno también podía suceder, pero esa posibilidad ilusoria, Micaél, no la creía. Por un lado se hallaba la posibilidad de volver con Rodrigo. Del otro, plantarse frente a sus padres y confesarles su gusto por los hombres. Ninguna de aquellas opciones le resultaron paradisiacas y un buen lugar para quedarse a dormir. Imaginó la mirada cargada de desilusión de su viejo, una valija a la mitad del living y noches en la casa de algún amigo o de Luz. Sí esa opción se circunscribía no imaginaba como pagar las cuotas de su colegio ni la del club. Era sacrificar muchísimos aspectos económicos y emocionales por una salida del closet apresurada y de salvavidas. Junto aquella posibilidad volver con Rodrigo no le pareció tan mala idea.
Quizás había cambiado. Quizás todo lo que le aseguraba por mensajes era cierto. Que no pensaba enojarse más, ni gritarle más, ni ponerse nervioso por cualquier cosa. Que nunca más iba a descargar sus malos días en el trabajo con él. Que lo que tanto empeño ponía en ocultar estaba a salvo si volvía con él. Qué te prometo. Qué te juro. Qué te amo. Sí, pero volvé. Todos los mensajes y audios de Rodrigo llegaron a su cabeza para retorcerlo en la cama. De miedo y de preocupación. Micaél pensó que incluso exageraba con Rodrigo. Tanto tiempo alejado de él, provocó ciertas distorsiones. Que quizás no era para tanto. O tal vez todo quedaba reducido a nada si lo comparaba con el abandono de sus padres. Podía soportar lo que fuera si con ello conseguía que su mamá y papá no se alejaran. Llevó ambas manos a la cara y solo allí supo que estaba mal. No podía siquiera apoyar los dedos en su rostro que le dolía horrible. Cada golpe que le había dado Rodrigo, todavía, se sentía en su cuerpo y molestaban más allá de lo físico. Se habían metido en una piel de ego y orgullo. Una zona que supo destruir por completo aquel tipo. Golpe a golpe. Insulto tras insulto.
Debía dejar de naturalizar lo que hacía. Casi que pudo escuchar la voz calma y dulce de David diciéndole lo mismo. Casi que sintió las manos del tipo impuestas en sus hombros para sumar insistencias. Casi que vio los ojos chocolates del chico que le imploraban por denuncias y que pedían para que le pusiera un fin a todas esas vejaciones a su persona. Se dio vuelta y con ello todos sus pareceres con respecto a David. Que tipo idiota. Para él todo era fácil. Hetero, lindo y sin un ex obsesionado. No tenía padres para desilusionar, ni nada que ocultar. Entonces pensó en los besos. En todos los que se habían dado. Si lo pensaba mejor, en todos los que él le había robado. En los que David se dejó sacar sin verdaderas resistencias. ¿Qué había detrás de sus tenues, blandas y endebles defensas? ¿Qué ocurría atrás de aquellas durezas en sus pantalones? Esas que a Micaél se le daba por imaginar enorme y un tanto ingenua. Igual y se moría por amaestrar lo que sea que David tenía entre las piernas.
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7 Días para conocerte
RomanceDavid y Federico disfrutan de jugar al fútbol con sus amigos en el club de siempre y del barrio. Lo practican las veces que pueden como un pasatiempo pero inmersos en la pasión que jugar con sus amigos y hallarse dentro de una comunidad conlleva. P...