Capítulo 15

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David estaba al tanto de la existencia del número diez del esgrima desde hacía unos cuantos años. Por su estrategia en la cancha, su audacia en el juego, sus artimañas sucias también, sus escapes, sus enganches, sus pases, su temple frío en cuanto al balompié. Deportivamente hablando David podía hacer de Micaél todo un estudio de caso. Sin embargo, jamás interactuó lo suficiente como para conocerlo. Solo datos triviales y que compartía con todo su grupo del Sindicato de Comercio. No solo de Micaél sino del Deportivo Esgrima al completo. Rumores malintencionados porque, claro, ellos eran los enemigos. Hasta que no se vio obligado por las circunstancias, la presencia del delantero le tenía sin cuidado. No le interesaba. No hacía peso ni ruido lo que éste fuera a hacer en su vida.

Cuando las condiciones climáticas y el exceso de agua los cruzó en destino, solo allí supo que en realidad el pibe ese llamaba de cierta forma su atención. Nada extraño, nada de dobles sentidos. David confiaba que su preocupación, su interés podía compararla con cualquiera de su mismo grupo. Y mientras reflexionaba todo aquello caminó en silencio y con pasos lentos. Podía estar al tanto del ruido de sus zapatos al chapotear contra el suelo mojado y del andar desprolijo del mellizo. Percibir aquello le provocó una mueca de disgusto y bronca en el rostro. David estaba enojado ¿Por qué tenía que estar al tanto de semejante situación? ¿Por qué debía saber y no hacer nada?

—Esperá —habló frenando sus pasos. Ignoró la mirada molesta de Micaél y se dispuso a buscar en su mochila algo que creía necesario.

—No, esperá nada. Ya te dije, no quiero que me acompañes —volvió a negarse el mellizo y continuó con su camino a pesar del dolor, la evidente renguera y llevando consigo la destartalada bicicleta.

—Micaél... —lo llamó agotado y resignado, aunque no por eso se dejó doblegar ante el orgulloso tipo. Lo agarró por el brazo y sonrió con el disgusto y desagrado del chico —Tomá esto y dejá de hacerte rogar por todo —le reprochó David para luego alcanzarle una botella de agua y un desinflamante que sacó de su mochila.

—¿Tenés una farmacia ahí adentro o qué onda? —preguntó observando altivo el bolso del pibe. Recordó los cuidados que este le proporcionó aquella vez donde su ex le dio una histórica cachetada.

—¿Podés tomar esto sin decir tus boludeces de siempre? —se quejó David entornando sus ojos, pero volvió a reírse cuando Micaél agarró la pastilla entre sus dedos, no sin antes oler el interior de la botella.

—¿Qué es? —preguntó.

—Es un ibuprofeno, boludo —le explicó y se concentró en los zafiros despectivos pero apagados y taciturnos del tipo —No seas tan desconfiado y tomá eso de una vez.

—Si me lo tomo ¿te vas a ir? —le preguntó con el ceño levantado y tan suficiente como siempre. Dentro de aquella cuestión Micaél encontró dobles y distantes sentimientos. Por el respeto a las advertencias de David imploraba que aquel tipo se diera la vuelta y continuara con su camino. Por otro lado, no se hallaba en las mejores condiciones para desandar el suyo en solitario.

—No, Micaél no me pienso ir. Así que dejá de hinchar las pelotas con eso —aseguró David sin importarle que apenas pronunciar aquello el mellizo se tomó la pastilla de mala gana —¿Te puedo llevar la bicicleta? —volvió a insistir, sin embargo, no recibió respuesta. Observó con resignación como el pibe continuó con su andar sin siquiera mirarlo.

—Che no quiero que me tengas lastima —soltó sin más con el rostro desfigurado por la bronca —No soy una víctima ni nada de eso. Yo me lo busqué. Así que no me tratés así —le reprochó.

—No te tengo lastima, pajero —se defendió David sin poder creer en lo que aquel tipo le acababa de decir —Che, pero no quiero imaginar que... ¿Micaél vos pensás que está bien esto? ¿Qué tu novio te reviente a trompadas? ¿Eh? —le increpó sin mordaza alguna. Comenzaba a perder la paciencia.

7 Días para conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora