Capítulo 38

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Bautista estaba cansado de sentirse tan afectado por la presencia de Federico. Por lo imponente del tipo, por su carácter tan singular, por lo llamativo de su físico. Harto. Agotado. Sin embargo, ser consciente de su estado no lo alejó de aquel nudo apretado que se formó en su estómago. No se opacaron sus enrojecidas mejillas, ni se tornaron prolijos sus toques en aquella pelota. Apenas acercarse el rubio del sindicato todo su ser se volvía desprolijo y atribulado. Lo dejaba exento de respuestas coherentes y un sin fin de impulsos que, para su pesar, llevaba a cabo. Como las frases del horror que le insinuaban todo lo que Bautista sentía por Federico. Como los besos que le dio al reticente chico. Como las infinitas meteduras de pata.

—¿Qué mierda querés ahora? —preguntó y en su voz se escapó un dejo de aquel cansancio. Aquel pelotudo no dejaba de mirarlo en silencio y con su cara ajena a todo tipo de expresiones.

—Quiero explicarte por qué estoy acá, Bauti... —dijo monocorde mientras seguía con la vista los piques de la pelota entre los dedos del rubio.

—No hace falta. De verdad... —le aseguró observándolo apenas, pero en seguida desvió su atención de aquellos grises que le fascinaban. Terminaba más boludo y afectado de lo normal cuando lo miraba de aquella manera.

—Che esperá... —lo interrumpió Fede y se acercó un poco más para poder quitarle la pelota y dejarla en el suelo —No estoy acá para joderte ni para seguir discutiendo como siempre —lo anticipó el pibe observando cómo Bautista llevaba sus manos a los bolsillos y miraba algún punto inexacto de la pared. Parecía que pensaba mil veces antes de soltar alguna que otra frase.

—Bueno... entonces está todo bien —puntualizó Bauti completamente incómodo ¿Por qué le había confesado aquello a Federico?, se lamentó hasta el cansancio. Justo en ese preciso momento le gustó imaginar que la tarde anterior jamás había existido.

—Posta Bauti, de verdad que no vine a la mañana a propósito. Anoche Agus me llamó por lo de Micaél y...

—Ey... en serio que no me tenés que explicar nada. Ya sé que no estás acá de gusto, idiota... —se precipitó a sacarle importancia y observó como Federico se mordía, otra vez, el labio lleno y acorazonado de abajo. Lo notó pensativo y aquel semblante a Bautista también le resultó re lindo.

—Sí, pero... —comenzó a decir. Federico poco sabía por qué le preocupaba tanto aclararle aquellas nimiedades al tipo —O sea...

En el fondo sintió que quería solo hablar un rato más con él. Aunque no se dijeran nada en concreto y aquellas palabras que iban y venían carecían de contundencia. Al menos las suyas, supo responsabilizarse el arquero. Quería estirar un poco más el tiempo. Aprovechar aquel instante sin peleas, frases sin firmezas y llenas de nada. Federico deslizó su vista sin vergüenza alguna por la cara y el cuerpo del tipo. Le quedaba bien el pelo así, debía reconocerlo, y aquel buzo celeste que hacía juego con sus ojos. La bufanda negra de hilo le recordó sus artimañas de unos días atrás. Sin pensarlo llevó su mano hasta aquel abrigo y lo movió apenas para dejar a la vista el marcado y amoratado chupón.

—Me debés odiar un montón cada vez que te ves eso ¿no? —preguntó Federico. Le dio gracia y algo de ternura la cara abochornada del defensor.

—Después de cómo te lo devolví... estoy seguro que el sentimiento es mutuo —le aseguró Bauti concentrándose en sus zapatillas. Se rio de solo recordar el beso que le dio delante de tanta gente. Qué vergüenza, pensó. De verdad que el gil de Federico había hecho estragos en su cabeza.

—No te lo voy a negar —admitió porque lo había detestado con cuerpo y alma cuando había hecho semejante cosa. Observó un poco enojado esos huequitos que se le imponían en los cachetes cada vez que se le daba por reírse —Estás jugando un poco sucio, Bauti —dijo tan serio como siempre, llevando sus dedos a las mejillas del rubio.

7 Días para conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora