Tal vez... Sólo cambié

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En un día soleado de fin de semana Citlali jugaba sentada en su sala con Paul. Sus voces variaban cuando le daba voz a la vaca y cambiaba al toro o al pollo. Paúl observaba fascinado el espectáculo privado de Citlali. Citlali, cansada después de al menos dos horas imitando voces se levantó para cambiarse la pijama, le hartaba estar todo el tiempo con una pijama. Se cambió por unos jeans, una playera rosa y tenis, su cabello mucho más largo lo quitó de su cara con una diadema. Por un segundo ella se intrigó en lo que pensaría Adam si la viera vestida, ¿La vería bonita?

Ella al momento de bajar veía a sus padres hablando con alguien en la puerta, ella se acercó sigilosamente. Sintió un pequeño escalofrío al ver a sus viejos amigos en la puerta pidiendo permiso que ella pudiera salir. Rogó que sus padres refusaran, ¿o era negaran? Movió negativamente su cabeza, confundía verbos en francés y español. 

-Déjenme ir por favor- dijo ella, su padre la miró sorprendido. 

-Ya sabes tu límite. 

Citlali asintió a la orden de su madre. Trató de no pensar en las razones por las que aceptaba salir con sus viejos amigos, realmente ella ya les había dado la vuelta, o al menos eso pensaba. Pero, en el fondo no quiere perder sus raíces de mexicana, ella era mexicana, no podía confundir palabras con palabras francesas. Tal vez salir con sus amigos le permitiera afirmar sus raíces. 

El camino fue tranquilo. Sus amigos no paraban de hablar sobre las nuevas cosas en la escuela como las nuevas mesas de la cafetería o los profesores que tenían ese año. Dos de sus amigos le platicaron que se iban a salir de la escuela para entrar a una preparatoria de una universidad como la UNAM o el Politécnico. 

-¿Y tú?- preguntó Jacqueline, una de sus mejores amigas. 

Había tantas cosas que contar... Adam, el francés, sus amigos, Adam y el beso, los exámenes, los prefectos, los profesores, Adam la ignoraba... 

-Nada- dijo al final-. Digo, lo normal, exámenes y tareas. 

Llegaron a una calle que casi siempre estaba vacía y se sentaron en la acera para poder descansar. Estaban a cuatro calles de la casa de Citlali, justo el límite que le puse su madre. Ella observó las conversaciones de sus viejos amigos, los nuevos chistes del grupo la hacían sentir fuera de lugar. Hace menos de un año estaría jugando con sus amigos, ahora, simplemente podía callar y sonreír cuando notaban su presencia. 

-Dime Citali... ¿Algún chico?, con eso de que en nuestra escuela ninguno te gustaba. 

Se encogió a lado de Jacqueline. 

-Ninguno. En serio, tengo algunos amigos y le gusto a un chico, pero nada serio. El no esta nada guapo- primera mentira-, ni siquiera va en mi clase- segunda mentira-, y nada ha pasado entre nosotros- tercera mentira-. Y pues... realmente espero que se olvide de mi pronto- cuarta mentira. 

"-He roto el récord de mentiras en un día"- pensó sintiéndose culpable. 

Citlali deseó ver a Adam para acercarse a él y desmentir lo que dijo. Explicarle que sus mentiras fueron producto de estrés y que en realidad lo quería. Mucho. Que quería volver a besarle, y que ella le daba todo lo que él le pudiera pedir. Citlali se fue con un vacío en el pecho, días después su padre le explicaría. 



Esa misma tarde Emiliano fue a casa de Adam. En un silencio de cansancio - los videojuegos los cansaron-, Emiliano hizo la pregunta del millón. 

-¿Qué pasó con Leila? 

Adam no supo que responder, ni siquiera él tenía la respuesta. 

-No sé. 

-¿Se pelearon?

-Algo así... es complicado. 

La imagen de Citlali con la playera rosa regresó a la mente de Adam. Esa playera le quedaba especialmente apretada... 

-¿Se besaron?- Adam sabía que Emiliano estaba sonriendo, asintió. 

Si hubiera sido mujer Emiliano habría gritado de emoción. Pero al ser hombre sólo pudo reírse y burlarse de su mejor amigo que acaba de besar a su mejor amiga, y ahora estaban peleados. 

-¿Podrías callarte?

-No- dijo entre risas. 

Emiliano estuvo al menos dos minutos riéndose hasta que Adam se unió a sus carcajadas. Los dos con el estomago adolorido se pusieron finalmente serios. 

-Okey... ¿Qué vas a hacer?- preguntó Emi tirando el control a la mesa. 

-No sé 

Y realmente Adam no tenía idea de que hacer. Normalmente dejaba que el tiempo se quedara atrás con la chica pero se sentía solo sin Citlali, ella le daba una chispa a su vida que sus amigos no. 



Leila estaba en el coche mirando a la ventana. Sonrió. El recuerdo de hace unos años mirando la ventana y viendo que gotas de lluvia caían más rápido, su única preocupación era que su gota de agua ganara. 

-¿Qué pasa Leila?- la voz de su padre la sorprendió. 

-Nada- su respuesta era tan falsa... 

-Dime la verdad, no me hagas rogarte. 

Su padre decía esto cada vez que alguien le colmaba la paciencia. Muchas veces cuando sus hermanos hacían algo  mal usaba esa voz o frase e inmediatamente decían la verdad. Esta vez tampoco falló. 

-Adam- dijo con vergüenza. 

Su vergüenza aumento al ver la sonrisa burlona de su padre. 

-Leila, no sé que haya pasado pero todo se soluciona hablando. No puedes simplemente guardar tus pensamientos o sentimientos en un baúl. Es como meter la tristeza en el hueco de la felicidad, simplemente no cabe. Así, no vas a poder solucionar tus problemas con Adam si simplemente no hablas. Habla con él. Y que sea lo que Dios caiga.... 

Ambos reímos. 

La chica pobreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora