Lourdes y sus amigas de toda la vida, Ana y Paula, salieron en busca de diversión un caluroso once de Noviembre por la noche. Se reunieron con el grupo de amigos que habían formado en la escuela y fueron todos juntos a un bar conocido de la zona.
Al llegar, se encontraron con otro grupo grande de jóvenes, tan amantes de la diversión y de la noche como ellos, perteneciente al barrio que comenzaba cruzando un par de calles más.
No hubo contacto con ninguno de ellos hasta que Ana empezó a parlotearle a sus amigas.
- Ay por favor... - Dijo con un suspiro despertando la intriga de Lourdes. - Ese morocho va a ser mío.
Al escucharla, Lourdes desvió su atención hacia cada uno de los muchachos presentes en el bar, dandose cuenta, con amargura, de que ninguno de ellos era de su estilo.
Lourdes era de esas chicas que solo compartían tiempo con un determinado tipo de hombre. Altos, de buena presencia y lo más importante... ojos brillantes. Los ojos claros eran su debilidad.
- No aguanto más. - Dijo Ana. - Voy por él.
Lourdes y Paula le desearon suerte y vieron como se acercaba a ese morocho que tanto le había gustado. Ellas sabían que lo iba a conseguir, Ana siempre conseguía los chicos que quería. A quién apuntaba, daba justo en el blanco, aunque su debilidad era tener difícil el "no". Paula era de esas chicas que creían que lo físico no era lo importante, primero debía tener una charla evaluatoria con el chico, y después vería que hacer.
Pero Lourdes, bueno... ya sabemos cómo es.
En cuanto Ana logró su meta, varios de los chicos del grupo desconocido empezaron a mirar a Lourdes. Ella no les prestaba atención, se negaba a sostenerles la mirada, sabía que sería una noche aburrida.
Con el paso de las horas los dos grupos de jóvenes se fueron uniendo, chicos y chicas con besos, chicos y chicos con comentarios sobre fútbol, chicas y chicas... con discusiones sobre los chicos. Todo el bar pasó a estar unido, y de hecho, Lourdes se estaba divirtiendo.
Unieron las mesas y charlaron todos juntos, había varios que se conocían de vista y por primera vez empezaban a hablar. La conversación estaba llena de alegría y comodidad, como si se conocieran de toda la vida.
- ¡Gasti! - Gritó uno de los chicos. - ¡Llegaste al fin!
Lourdes miró para todos lados, preguntándose quién era ese tal "Gasti". Todos empezaron a saludarlo, y ella aún no entendía nada.
Hasta que se le ocurrió levantar la mirada como para mirar al techo, y se encontro, reclinado sobre el respaldo de la silla en que estaba sentada, al hombre con los ojos azules más hermosos que había visto jamás.
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Uno en un millón. (PAUSADA)
Teen Fiction¿Será verdad que hay una persona destinada a estar conmigo? ¿Será todo un simple cuento el que mi alma haya pertenecido desde su inicio a otra persona y, que al encontrarla, se sienta completa? ¿Cómo es eso acaso posible? ¿Cómo es que todo eso, en u...