Capítulo Veintiuno - Nombre.

78 5 0
                                    

Los dos chicos rubios se quedaron en frente de ellas con una sonrisa de lado que hacía derretir por dentro a Ana, pero que aún así no le había impedido empezar una conversación fluída de mensajes indirectos y varios halagos. 
Lourdes tenía toda la voluntad de irse pero no la fuerza suficiente como para hacer que su amiga la soltara de la muñeca. El chico que tenía frente a ella, que le había dicho a Ana que se llamaba Marcos, no le sacaba la mirada de encima y se notaba que no estaba en sus planes ocultar la sonrisa a medias que tenía plasmada en la cara. Cuando ya Ana estaba hablando solamente con Juan, el amigo de Marcos, éste empezó a acercársele. Y todavía más cuando la pareja recién formada que tenían al lado ya se había retirado de su lado para estar "a solas" en ese lugar lleno de gente. 
- No, no... - Empezó a decir Lourdes cuando vio que él tomaba aire para decirle algo. - Yo... me tengo que ir.
Dio media vuelta tratando de escapar, pero se lo encontró frente a ella nuevamente. 
- ¿A donde te estás yendo, linda? - Dijo con una voz seductora que lo único que causaba en Lourdes era repulsión. - No me dijiste tu nombre. 
- No... no quiero....
- Dale, no seas mala. 
- ¿Me dejas irme por favor? En serio, no quiero... - Cuando trató de escapar otra vez, se encontró arrinconada entre su pretendiente y una pared. Marcos se acercaba a ella lentamente, con la intención de tomarle la mano.
- Dale, decime como te llamás.
Lo que más temía en ese momento era que Gastón malinterpretara la situación. Maldecía a Ana para sus adentros por llevarla a una situación como en la que se encontraba.
Él apareció de repente, con un aire imponente por detrás del muchacho que estaba cerca de su chica. Su voz esta vez denotaba enojo y autoridad, y su postura demandaba respeto. 
- No sé si te das cuenta de que no te quiere cerca. - Anunció de tal manera que la misma Lourdes se quedó mirándolo asombrada. 
- Ah, ¿sí? - Dijo Marcos, dando media vuelta para quedar frente a él. - ¿Y vos quién sos? ¿el papá?
Gastón lo miro de arriba a abajo, con la ira reflejada en las manos que tenía cerradas con fuerza y los ojos que lo escudriñaban ligeramente entrecerrados. 
- Salí de acá. - Ordenó con un susurro.
- Ah, no sos nadie entonces. - Se burló con media sonrisa. 
- ¡Te dije que te vayas!
- Tranquilo amigo... -  Dijo levantando las manos y alejándose de a poco. - Te dejo a la nena para vos solo. 
Gastón respiró profundo, apretando sus puños con más fuerza, mirándolo mientras se alejaba riéndose por lo bajo. Se contuvo tanto como pudo para no dejar que su furia lo atrape y cuando lo vio lejos, se acercó a Lourdes. Ambos eran conscientes de que los grupos de amigos de los dos los estaban mirando. 
Lourdes, todavía perpleja por lo que había pasado, no quería hacer más que abrazarlo y pedirle perdón por dejar que la arrastraran hacia un desconocido, por eso rodeó su cintura con los brazos y pegó su rostro a su pecho en cuanto lo tuvo cerca. 
- Perdón, no quería... 
- Ya sé, ví todo. - Dijo acariciando su rostro con las dos manos. - ¿Está todo bien?, ¿te dijo algo de más?
Lourdes negó con la cabeza y se pegó a su pecho nuevamente, dejándose envolver por esos brazos que eran la clave para sentirse mejor. 

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora