Capítulo Treinta - Conversación.

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Lourdes y Gastón se recostaron sobre la cama que se hallaba en el centro de la habitación. El tamaño reducido de la cama de una plaza no significó un problema para ellos, que disfrutaron de su cercanía tanto como la hubieran disfrutado en otro lugar más espacioso. Gastón se hallaba con la cabeza sobre su almohada, boca arriba, con un brazo descansando detrás de su cabeza y el otro estirado hacia un costado para que Lourdes se apoye en él, recostada boca abajo sobre su cama. Hablaron en susurros como si alguien estuviera espiándolos, no por el hecho de que no querían ser escuchados sino para hacer de ese momento algo totalmente íntimo y personal. 
Gastón reparó en el hecho de que era la primera vez que se hallaban solos en un lugar que no era abierto: en una casa, en una habitación, en una cama. Y le agradó poder verla a milímetros de él riendo y hablando, sintiendo su rostro cálido sobre la piel desnuda de su brazo. El color de sus ojos, ese día, lo fascinaba de manera particular, y lo volvía loco verla usando su remera. 
- Es la primera vez que hago esto. - Confesó, dando pie a una nueva conversación. 
- ¿Acostarte con alguien? - Preguntó Lourdes, y se dio cuenta un segundo después de que no se había expresado de la mejor manera. 
Gastón soltó una risa, y la miró sonriendo.
- Sí... en el sentido más literal de lo que dijiste. O sea, nunca había solo... - Se detuvo en la mitad de la oración, dándose cuenta de lo que diría no sería algo que Lourdes estaría contenta de escuchar. 
- Nunca había solo... - Repitió ella, mirándolo confundida. - ¿dormido?
Gastón asintió con la cabeza y dejó  que su mirada se perdiera viendo los detalles de las paredes que lo rodeaban. Le avergonzaba hablar de eso frente a Lourdes, porque ella era diferente. Con ella, quería todo.
- ¿Te pasa algo? 
- No, es que... no es un lindo tema para hablar. - Confesó antes de volver a mirarla. - Sos mi novia, seguramente no lo quieras escuchar. 
- Sí que quiero. - Afirmó ella, sorprendiéndolo. - Quiero saber, ¿vos me querés contar?
Gastón dejó escapar un suspiro frustrado, sabiendo que la conversación que se le estaba viniendo encima no era la mejor que le podía tocar. Asintió con la cabeza, y le preguntó qué quería saber exactamente. 
- ¿Con cuántas mujeres estuviste? - Preguntó Lourdes, ansiosa, pero un poco preocupada por la respuesta. 
- ¿En que sentido? 
- Pasando la noche... - Explicó nerviosa. 
- Lourdes... - Pronunció su nombre en algo parecido a una súplica, y la miró a los ojos, con una mueca de disgusto. - Doce. Con doce pasé la noche, y no las volví a ver más. 
Ella asintió con la cabeza, perdida por la gran confesión. Doce mujeres habían compartido una noche con el hombre de sus sueños. Doce conocían su cuerpo, sus músculos, sus labios. Su cercanía. Sintió una sensación de malestar en el estómago y un temblor en los dedos. 
- Vos sos la primera que viene acá, ¿sabías? - Le contó. - Aunque haya habido otras antes, sabés que sos la más importante. La única que importa, en realidad. Lo de antes, era sin pensar, te lo prometo. 
Lourdes asintió. 
- Te dije que no era lindo hablar de esto. - Dijo Gastón, al ver que ella no respondía. 
- Ya sé... pero prefiero saber. - Le dijo ella mirándolo, todavía perdida en sus pensamientos. - ¿Y a cuántas besaste?
Gastón soltó una risita, y la miró, divertido. 
- ¡No tengo idea! - Le dijo entre risas. - Supongo que tampoco vos sabés a cuántos besaste.
Lourdes negó con la cabeza, admitiendo lo que su chico le decía, con una sonrisa. 
- Lo que te puedo decir es que mi primer beso fue a los once. - Siguió Gastón. - Y para los once y medio ya llevaba unas quince chicas....
- ¡Por Dios! - Exclamó Lourdes tapandose el rostro con las manos, riendo debajo de ellas. 
- Tu turno, curiosita. 
Lourdes, avergonzada, lo miró nuevamente, lista para confesar. 
- Pasé la noche con cinco... - Admitió, y se percató de cómo el gesto curioso de Gastón se transformaba en uno duro y taciturno. - Con uno de ellos, varias veces. Es el hijo de un amigo de mi papá, iba al colegio conmigo. No fue nada más que eso... pero después de un tiempo no quise verlo más.
- ¿Te hizo algo?
- No... pero él quería algo más. Una relación. - Le explicó, dejándose llevar por sus recuerdos. - Y yo no, en ese momento pensaba que nunca querría tener algo así. Solo vos me hiciste querer algo así. Gastón, de verdad siento cosas por vos. Están dentro mío, las siento, físicamente y dentro de mi alma. Sé que son de verdad. 

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora