Capítulo Doce - Caminar.

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Ocho y treinta y dos de la noche, Lourdes Vosca abrió la puerta de su casa con la mirada clavada en el suelo. 
Sabía que él estaba ahí, su mamá le había dicho que ya había llegado aproximadamente dos minutos atrás. Las manos le temblaban, haciendo que sus llaves produzcan más sonido de lo normal cuando abrió y cerro la entrada de su hogar.
Y ni bien levantó la vista fue consciente de cuánto había añorado esos ojos. Ese azul tan especial, tan peculiar, tan abrumador, que le hacía querer teñir todo su alrededor de ese tono. Lo miró de arriba a abajo, completa y detenidamente, sin pudor, mientras él hacía lo mismo con ella. 
Apoyado contra el poste de luz que se hallaba exactamente en frente de la puerta de entrada, Gastón la esperaba con sus manos en los bolsillos y las piernas ligeramente cruzadas. Con una remera blanca y unos pantalones de jean muy claros, que lo hacían ver un poco más hermoso de lo que Lourdes recordaba. 
Se acercó a él con la mirada fija en su mirada, y cuanto más cerca estaba, más tenía que inclinar su cabeza hacia arriba para poder verlo como deseaba. 
Él no podía contener su sonrisa, y tampoco encontraba razón para hacerlo. 
- Hola... - Dijo él con un susurro. 
Lourdes sonrió, de oreja a oreja, como solía hacer cada vez que escuchaba una noticia que la aliviaba, y dejó escapar ese suspiro que había contenido esos cuatro días que no lo había visto. 
- Hola.
- ¿Te gustaría caminar conmigo?
Lourdes asintió con la cabeza y ambos empezaron a caminar hacia la esquina derecha de esa cuadra.
En cuanto empezaron a caminar, empezaron a hablar. Gastón le preguntó a Lourdes cómo le había ido en la semana. Lourdes le preguntó cómo le había ido a él. Esa conversación termino tratándose de diferentes anécdotas que les habían ocurrido en el trabajo a ambos, y después pasó a tratarse de cómo habían conseguido ese empleo, y después de qué era lo que querían hacer de verdad con sus vidas, y después de cómo soñaban que sería la casa en la que vivieran siendo mayores, y después esa conversación derivó en otra. Y en otra, y en otra, y en otra. 
Rieron muchísimo más de lo que se habían reído la noche del sábado. Hablaron seriamente en varias ocasiones y se miraron a los ojos casi todo el tiempo. Habían caminado más de treinta cuadras, y había pasado más de una hora y media cuando se dieron cuenta de lo lejos que se encontraban.
Pero ninguno de los dos estaba listo para tomar la decisión de volver. 

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora