Capítulo Veintiséis - Año nuevo.

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Lourdes aceptó ser la novia de Gastón sin siquiera pensarlo dos veces. Estaba segura de lo que hacía y estaba segura que una etiqueta como esa no la haría sentir nerviosa o asustada. Tampoco insegura o atada  a algo que no quisiera. Toda su vida negó cada intento que cualquier hombre hacía para acercarse de manera sentimental a ella y hubiera jurado que negaría cada propuesta que se le presentara, y ahí estaba ella, aceptando su relación con un chico como algo completamente oficial. 
Ambos pasaron la noche de fin de año junto a sus familias, y prometieron encontrarse después de medianoche, para verse por primera vez como novio y novia oficiales ese primero de Enero de 1992.
La familia Vosca pasaría la noche en la casa del tío de Lourdes, hermano de Silvia, que vivía cerca de su hogar, mientras que la familia Cortéz se quedaría en casa con unos amigos invitados a cenar con ellos. 
Poco después de las doce, del brindis y los saludos, Lourdes y Gastón fueron a su encuentro. El papá de ella la llevó en auto hasta el parque que para ese momento ya era prácticamente su lugar exclusivo, y Gastón llegó como siempre, caminando. 
- Cuidate, ¿sí? - Le dijo Mario antes de que ella lo saludara y bajara del auto. 
- Sí papá. - Aseguró mientras cerraba la puerta. - Igual estoy con él, no pasa nada. 
- Ya sé. Bueno, cuídense los dos. 
- Sí, tranquilo. 
Después de un saludo, el auto siguió su camino, y aunque había un poco de gente en ese lugar tan conocido por ellos, Lourdes encontró a su chico de ojos azules sin siquiera buscarlo. Se acercaba hacia ella, con una remera blanca que marcaba su torso de una manera que ella nunca había notado antes, y unos pantalones negros que lo hacían parecer un poco más alto de lo que en realidad era. Lucía particularmente hermoso en una noche particularmente especial. 
- Feliz año nuevo, hermosa. - Dijo Gastón ni bien la vio. 
- Feliz año nuevo... - Contestó Lourdes sin poder contener su sonrisa, rodeándolo con sus brazos mientras él la levantaba levemente del suelo con sus brazos alrededor de su cintura. Había deseado tanto que esos brazos la rodearan de nuevo el mismo instante en que se separaron de ella. 
Cuando sus pies estuvieron sobre la tierra nuevamente, Lourdes lo besó como hubiera querido besarlo cuando dieron las doce, bajo los fuegos artificiales con todos los sentimientos y sensaciones que atravesaban su cuerpo plasmadas entre sus labios. Quería decirle que su deseo más grande para ese año era poder pasarlo con él, y conocerlo más y que él la conozca más a ella, para así pertenecerse el uno al otro mucho más de lo que ya se pertenecían. Cuando se aparto unos milímetros de él para decirle lo que tenía pensado desde hace muchas horas, la vio. 
Ana, mirándolos de una manera que no podía descifrar. Podía ser desprecio, podía ser asco, podía ser repulsión... o podía ser todo eso junto. Lourdes no había hablado con ella desde la noche en que su relación quedó al descubierto, que había sido un mes atrás. No podía creer cómo habían cambiado las cosas... no sabía a quién adjudicarle la razón de ese cambio pero en lo más profundo de su corazón deseó que no fuera ella. Y en lo más profundo de su corazón sabía que lo era. 
- ¡Mirá a la parejita feliz! - Exclamó acercándose a ellos, separándose del grupo de chicos y chicas en el que estaba. - Lourdes, hace cuánto que no te veo, será porque ya no venís los sábados...
- Feliz año, Ana.- Le dijo antes de saludarla. - Sí, puede ser. 
- Igualmente. - Dijo ella con una sonrisa que no lograba convencer a nadie de que fuera genuina. - Para los dos. 
- Gracias. - Dijo Gastón. 
- Podríamos vernos... - Inquirió Lourdes, con la esperanza de que esa actitud de su amiga pueda desaparecer. - Alguno de estos días... como hace tanto que no compartimos tiempo juntas...
- Tranquila amiga... - Le contestó con una mirada superficial. - No tenés que hacer algo que no querés.

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora