Capítulo Veinte - Especial.

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Después del sábado en que actuaron como si fueran desconocidos para pasar tiempo con sus amigos, se vieron cada día sin falta. Hablando, riendo, besando y abrazando, caminando de la mano, merendando en los parques o almorzando en el local de ropa, Gastón y Lourdes disfrutaban del tiempo juntos más de lo que disfrutaban cualquier otro momento. 
Pero hasta ese momento ningún título o etiqueta los unía.
Simplemente ambos eran conscientes de cuanto querían estar juntos y de cuán nueva era esa experiencia para los dos. Se contaron cosas que nunca habían contado a nadie, se besaron de formas que nunca habían besado a nadie, rieron como nunca habían reído con nadie y sabían ambos, sin decirlo, que era algo especial. Sabían que era algo que no se repitiría y por eso se dedicaban tanto tiempo el uno al otro. Algo tan valioso, algo tan especial para la clase de personas que eran ellos dos, les parecía a la vez tan frágil y tan fácil de perder, que no querían dejar de disfrutarlo ni un segundo.
El sábado siguiente, volvieron a repetir la rutina. Cada uno con sus grupos de amigos fue al bar en el que se habían conocido, la calurosa noche del veinticinco de Noviembre. Gastón por su lado, intentando ocultar cualquier rastro de ternura hacia Lourdes, hablaba con sus amigos manteniendo el cigarrillo entre sus dedos y los ojos clavados en ella. Y ella, también tratando de ocultar lo que ocurría, hablaba con sus amigas de la misma manera en la que lo había hecho la semana anterior, pero esta vez sintiendose exitosa por no recibir ningún comentario. 
- Lourdeeees.... - Dijo Ana de repente, con tono pícaro y media sonrisa plasmada en la cara. - Mirá los bombones que acaban de cruzar la puerta. 
Se dio vuelta más por curiosidad que por otra cosa, para ver a dos jóvenes que tres semanas atrás hubiera deseado conquistar. Ambos eran altos, con sus brazos musculosos al descubierto y el pecho que se traslucía por la fina tela de sus remeras. Rubios los dos, de tez muy clara y tan parecidos que Lourdes hubiera jurado que eran gemelos. 
Cuando volvió a mirar a su amiga, ella no podía sacarle la mirada de encima a los recién llegados. 
- ¿A cuál querés? - Le dijo sin más preámbulos que una mirada cómplice que Lourdes no quería devolver.
- A ninguno. - Se atajó rápidamente. 
- Ay, dale Lu, son tu tipo. - Le dijo tomándola de la mano a la fuerza, caminando hacia los dos chicos. - Si quiero uno ayudame quedándote con el otro. 
- No, no, Ani... - Dijo mientras trataba inútilmente de soltarse de su brazo. - En serio no quiero.
Pero ya estaban en frente de ellos y, el chico que estaba en frente de Lourdes, la miraba con una sonrisa que en otro momento la hubiera conquistado. 
Pero ese no era el momento para él. 

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora