Capítulo Veinticuatro - Alguien.

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Tomó la decisión de contarles de tal manera, que lo hizo ni bien llego a su casa. Su papá, Carlos Cortéz, sentado en el sillón mirando en la tele el noticiero de todas las noches, y su mamá, Patricia Laza, en la cocina preparando la cena con esa dulce dedicación que siempre ponía al hacerla, se sorprendieron de la forma en que su hijo entró a su casa y los llamó a ambos casi con un grito. 
- Necesito decirles algo. - Dijo acercándose a donde estaba su padre, de la misma forma en que su madre caminaba hacia él. 
En ambos podían notarse los nervios que la inminente llegada de Gastón había causado. Sabían que su hijo estaba diferente, sabían que algo lo había hecho cambiar desde sus formas hasta sus maneras de dirigirse a ellos, y sabían que era de lo que quería hablar. 
- Lo sabía. - Dijo el señor Cortéz con enojo. 
- No, no... no es nada de eso, lo juro. - Tomó aire mientras Patricia se sentaba al lado de Carlos y los miró a los dos a los ojos. - Mamá, papá... sé que no van a creerme, pero si pueden darse cuenta de lo sincero que estoy siendo tal vez sí sabrán que no les miento... estoy saliendo con alguien. 
Su padre ahogó una pequeña risa. 
- Gastón, hijo, sabemos como es tu vida con las mujeres. Una distinta cada fin de semana, tus amigos te lo hacen notar cada vez que vienen a comer acá. No somos ni sordos, ni estúpidos. - Le dijo con un tono sobrador. - No trates de engañarnos. 
- No, papá...
- ¿Quién es? - Preguntó su mamá, curiosa, mientras su padre la miraba casi de forma despectiva.
- Patricia, por favor... - Pronunció sin asimilar que su mujer estuviera creyendo las palabras de su hijo.- No me digas que...  
- Se llama Lourdes. Lourdes Vosca, tiene la misma edad que yo. - Interrumpió sin paciencia. - La conocí en un bar hace unas cuantas semanas y desde ese momento nos vimos casi todos los días. 
- ¿Eso es lo que estuviste haciendo todo este tiempo? - Le preguntó su papá, sorprendido.
- Sí... la estuve viendo a ella. Vive a unos quince minutos de acá. 
- Bueno. - Le dijo, interrumpiendo lo que su mujer había empezado a pronunciar. - No sé si creerte del todo pero no hay nada que yo pueda hacer. Está bien, encontrate con ella cuantas veces quieras, pero nada de llegar a casa tarde durante la semana, ¿entendiste? Tenés trabajo que hacer por la mañana. 
Gastón asintió con la cabeza, contento por cómo él había reaccionado. Su madre se retiró lentamente a volver a lo que estaba haciendo. 
- Y la próxima vez que andes en algo así... - Continuó diciendo. - decilo antes de generar todas estas preocupaciones para tu mamá y para mí. Espero que estés diciendo la verdad, nada de vueltas, ¿entendiste?
- Sí. 
Gastón se dio cuenta de que la conversación estaba terminada, así que se dirigió a su cuarto, pero su mamá, casi a escondidas, lo llamó desde la cocina. Cuando se acercó, ella empezó a hablarle en susurros, para que Carlos no los escuchara. 
- Te creo. - Le dijo con la mirada fija en sus ojos y una sonrisa plasmada en la cara. - Se te nota. 
- Gracias mamá. - Le sonrió y dejó escapar un suspiro. - Ella es increíble. Te va a caer muy bien.  
- Claro que sí. - Acarició el rostro de su hijo con una mano. - ¿Estás contento?
- Muy contento. 
- ¿Te hace bien?
- Sí. - Le dijo convencido. - Muchísimo. 
Patricia le dio un beso en la frente y lo vio dirigirse con una sonrisa a su habitación. Desde hacía unas semanas atrás había notado en su hijo cambios, que tenían que ver con su humor y con la cantidad excesiva de sonrisas que mostraba cuando estaba sin hablar, perdido en sus pensamientos. Sabía que no era todo como su esposo decía, sabía que había alguien, en algún lugar, que lo hacía sonreír de esa manera. 

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora