Capítulo Once - Miércoles.

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El miércoles quince de Noviembre a las siete y cinco minutos de la tarde, cuando quedaban solo unos retacitos de luz solar entrando por las ventanas, sonó tres veces el teléfono en la casa de la familia Vosca. 
Silvia dejó su lugar en el sillón, en el que estaba mirando la tele, para atender el teléfono antes de que suene por cuarta vez. 
- Hola. 
- Hola... me gustaría hablar con Lourdes, por favor. - Silvia se sorprendió al escuchar una voz masculina tan segura y cordial al mismo tiempo. Supo instantáneamente quién era el que le hablaba. 
- Sí, esperame un segundito, por favor. 
Cuando su mamá le avisó que su supuesto futuro esposo la estaba llamando, Lourdes, que se estaba bañando, cerro la llave que dejaba correr el agua, envolvió su cuerpo en una toalla y fue directamente a su cuarto, donde tenía un teléfono para ella sola. 
- ¿Hola? 
- ¿Lourdes? - Su corazón empezó a golpear mucho más rápido y más fuerte cuando escuchó la voz que tanto estaba esperando oír. 
- Gastón, hola, ¿cómo estás? 
- Bien... muy bien. ¿Vos cómo estás?
- Bien... - Dijo con una pequeña sonrisa, mientras se sentaba en el piso de su habitación. Sin importarle estar únicamente vistiendo una toalla. Sin importarle estar mojada. Sin importarle que los pisos sean alfombrados. 
- Me hace muy bien escucharte. - Lourdes no podía contener todo lo que le pasaba dentro de ella, Gastón le hablaba casi susurrando, inundando su cuerpo con esa voz que la hipnotizaba. - Y, si te soy sincero, no puedo esperar ni un minuto más para verte. 
- Yo tampoco. - Susurró. 
- No sé si podrás pero... me gustaría vernos hoy. 
- ¿Hoy? ¿Cuándo?
- No lo sé... perdón, no quiero complicarte, o generarte problemas. 
- Hoy a las ocho y media, ¿en dónde?
Lourdes escuchó el pequeño suspiro que dejó escapar Gastón cuando le dijo eso. Se imaginó la media sonrisa que debía estar dibujada en sus labios. Ansió besarlos como nunca antes lo había deseado. 
- En donde vos quieras, te paso a buscar. 
Lourdes le dio la dirección de su casa, y se despidió de él con un suave "hasta pronto". Ni bien colgó, terminó de bañarse y se preparó para encontrarse con él de la mejor forma posible. Le avisó a su madre que saldría con el chico de los ojos azules, le pidió que le diga a su papá que saldría con amigas, y a las ocho y media en punto se dirigió a la puerta de su casa, a punto de volver a ver al hombre de sus sueños. 

Uno en un millón. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora