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Luego de aquella llamada, tuve que básicamente perseguir a Jeff hasta la salida trasera de su casa. Me tenía sobre ascuas. ¿Quién carajos había llamado?

Jeff no me dio información sobre la llamada, ni que habían dicho o quien había sido.

Al llegar al patio de su hogar, simplemente no aguanté y le dije:

—Hey. ¿Qué pasa?— Sus cambios de humor me tenían harta.

—Debes irte.— Soltó. Esa respuesta me tomó por sorpresa y al mismo tiempo me dolió.

—¿De qué hablas?— Cuestioné, deseando que mí voz rota sólo estuviera en mí mente.

—No estás a salvo conmigo. Nadie debe saber ésto; sí alguien se entera sobre... nosotros, te usarán en mí contra, cosa que prefiero evitar. Alejate Elizabeth.— Su frialdad me electrizó.

Sus palabras calaron en mí cuerpo, produciéndome un gran dolor. ¿Qué demonios pasaba conmigo? Había roto mí propia promesa... Joder, ésto me buscaba por meterme con éste maldito imbécil... ¿Qué más esperaba? Jeff no tenía alma, corazón o alguna otra cosa que le pudiese hacer sentir algo por mí. Me estaba engañando, creyendo en algo imposible.

Con la voz quebrada por la rabia, le dije:

—¿Sabes? Así será.— En ese momento me dirigí hacía la puerta principal.

—Oye espera...— Dijo él, pero seguí caminando a paso decidido.

Al pasar por la estancia, miré a mí alrededor y vi un cuchillo posado en el polvoriento comedor. Al tomarlo, oí la voz de Jeff:

—¿Qué harás con eso?— Dijo él.

—Ponerle fin a ésto.

Abrí la puerta y la azoté, corriendo nuevamente hacía el bosque. Jeff me pisaba los talones.

Las lágrimas caían como muchas otras veces desde que lo conocí. Él me había vuelto débil, y yo lo había permitido. Me odiaba inmensamente por eso.

Gracias a mí rápido caminar, tropecé y caí. Estaba nuevamente pérdida en ese maldito bosque, mientras Jeff se acercaba a mí cautelosamente.

Puse el cuchillo apuntando a mí corazón y le grité:

—¡Alejate!— Estaba cegada por el enojo, y no pensaba muy bien.

Él sólo me observó helado, gracias a la consternación de que en cualquier momento acabaría con mí vida.

—Ya todo acabará...— Susurré.

Todo se tornó confuso cuando Jeff fue arrojado contra un árbol estrepitosamente. No reaccioné, hasta que vi lo que había arremetido contra Jeff.

Frente a mí se encontraba la cosa más aterradora que había visto: un hombre o criatura, casi de la altura de aquellos árboles. Vestía lo que parecía ser un traje. Mí piel celó cuando observé que no tenía un rostro el cual mirar.

Era la experiencia de terror más extrema que había vivido hasta ese día. Quería gritar, quería salir corriendo y huir, pero simplemente mí cuerpo no respondía.

La cabeza de aquella criatura se ladeó, mientras que en mí mente se reproducía un terrible ruido. Era como si un panal de abejas se hubiese roto allí, dejándolas salir, mientras revoloteaban ensordecedoramente por doquier.

Agarré mí cabeza y cerré los ojos, el dolor producido por aquella clase de estática me paralizó.

Palpeé mis oídos: un líquido caliente brotaba de ellos. Era mí sangre.

«¡Ésto no es real, Elizabeth! ¡No lo es! ¡Corre joder, correGritaba mí mente.

El ruido paró, y yo abrí los ojos. Todo estaba en una quietud espeluznante y tensa.

Sin perder más tiempo, intenté correr.

Cuando avancé al menos dos pasos, algo me estrelló con fuerza hacía un árbol, de la misma forma vil y salvaje con la que fue atacado Jeff... Joder, ¿dónde está él ahora?

Me retorcí de dolor y solté varios alaridos.

Lentamente, me arrastré, tratando de alejarme lo más posible de aquella cosa que nos había atacado. Sólo pude moverme gracias a la fuerza de mí desesperación.

No aguanté más y me desplomé del todo en el suelo.

Con la poca consciencia que aún tenía, vi que delante mío se encontraba alguien...

Alcé mí mirada y me encontré con los ojos de... Mamá.

Al momento, caí desmayada.

Eternos «Jeff The Killer» ||Book 2||.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora