Luego de la inesperada visita de Jane, ella se va, argumentado que si alguien llegaba a entrar a la habitación, podría reconocerla, lo cual no sería muy favorecedor para ella.
La llovizna había cesado, dando paso a una gélida noche. El sueño no se hacía presente en mi cuerpo, lo cual me exasperaba. Sin prestar atención al sentido común ni a mí vulnerable estado, me dispuse a pararme de aquella cama. Quité las sábanas de mí cuerpo y llevé mis pies al borde de la cama, recibiendo a cambio un temblor de dolor.
Restando importancia a eso, seguí sacando mí cuerpo de la cama. Al estar del todo parada, me tambaleé, pero luego logré dominar mí ser. Tomé mí pequeña bolsa de suero, para encaminarme lentamente hacía la salida.
Abrí la puerta con sigilo y saqué la cabeza, encontrándome con un silencioso y desierto pasillo. Empecé a caminar por él, mientras mis descalzos pies golpeaban contra el frío suelo, mandando impulsos eléctricos a mí cuerpo. Froté mis brazos y seguí caminando.
Al pasar enfrente de una habitación, una mujer salió de éste, la cual deduje que era una doctora por su vestimenta. Maldije por lo bajo al ver que me miraba confusa.
—¿Y tú qué haces por aquí?— Dijo suavemente, cruzando los brazos.
—Emm, iba por un poco de aire fresco.— Dije y reí. Maravilloso, Elizabeth. ¿No podías inventar algo más estúpido?
—¿Cómo te llamas?
—Elizabeth.
Ella abrió los ojos hasta el tope, mientras yo temía que éstos saltaran fuera de sus cuencas.
—¡Tú eres la chica a la que balearon! ¿¡Cómo es qué puedes mantenerte tan siquiera de pie?!— Dijo, acercándose rápidamente hacía mí.
—Estoy bien...— Dije, incómoda por su cercanía.
Ella tomó suavemente mí brazo y me empezó a guiar nuevamente hacía mí desolada habitación.
De la nada, se oyeron gritos a lo lejos, que reclamaban la presencia de un médico urgentemente.
—¡Maldición!— Soltó ella, al tiempo que aflojaba el agarre en mí brazo.
—Joder... debo ir.
—Estaré bien.— Dije, sólo para convencerla y que me dejara sola.
Ella me dio una mirada de reproche y empezó a retroceder para irse.
—Te tendré vigilada.— Dicho eso, se fue al lugar donde surgían los gritos.
Suspiré aliviada y emprendí el camino hacía la habitación. Al fin y al cabo no me sentía bien como para seguir caminando.
Al estar cerca a ésta, un brazo salió a un lado de la puerta y me jaló, llevándome a una parte que estaba algo alejada de la luz.
—¿Qué ray...?
—Shh...— Susurró una voz conocida, mientras un dedo frío se posaba en mis labios.
—¿Qué carajo haces aquí?— Le susurré.
—Tenía que verte.
—Maldición... ¿Acaso no me haz visto lo suficiente? ¿Acaso el daño no ha sido lo suficiente para qué estés a gusto?— Gruñí.
Mí piel se erizó al máximo al notar su peligrosa cercanía. Su cálida respiración me golpeaba el rostro. Quería alejarme, decirle que ya todo ésto había ido demasiado lejos, pero al mismo tiempo, quería fundirme ahí para siempre, sólo disfrutando del calor de su cuerpo. Estaba mal, lo sabía, pero me estaba convenciendo de que aveces era necesaria aquella maldad sólo para variar... Para sentirme viva.
—No puedes dejarme, Elizabeth... Lo sabes bien.— Dijo en voz baja.
—¿Acaso todo ésto es un juego para ti?
—Es nuestro juego. Apostandolo todo por un nosotros que sea eterno...
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Eternos «Jeff The Killer» ||Book 2||.
Fanfiction«Segundo libro de "Ajenos"». "Ésta vez alguno de los dos desaparecerá." Elizabeth Martinez se encuentra nuevamente en un limbo, causado por el sanguinario asesino Jeffrey Woods, mejor conocido como "Jeff The Killer." Ha perdido a todos, y a todo. Su...