Capítulo 24

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Espero en la sala de espera a que terminen de curar a Theo, yo solo intenté pararle el sangrado, no soy enfermera.

Mientras espero me da tiempo de pensar en lo que ha pasado; en que su mirada me hizo arrepentirme enseguida y darme cuenta de que yo no soy así. Yo no golpeo a las personas, yo no soy grosera, esa no es la persona que yo deseo ser.
No sé que vaya a pasar con Theo ahora, pero de lo que sí estoy segura, es que no lo quiero en mi vida, quiero que se vaya y haga su vida para así, se olvide por completo de mí. No nos necesitamos, él solo se acostumbro a tenerme en su casa por un año, es normal, pero debe de superarlo, ha venido con Fatima, que se regrese a Chicago con ella, ellos son felices juntos, entre Theo y yo no hay y no habrá absolutamente nada. Jamás.

-¿En qué piensas?-Pregunta Theo sentándose a mi lado.

-¿Te llevo a algún lugar?-

Lo observo esperando su respuesta. La barba la tiene algo crecida, como si no se hubiera afeitado en cinco días, las ojeras no pasan desapercibidas ni mucho menos sus secos labios. Este no es el hombre con el que yo estaba casada hace unos meses, este es un hombre descuidado, no representa ni demuestra autoridad, está vez es solo un hombre desarmado, triste y cansado, con muchas preocupaciones y estrés.

-Quiero estar contigo-Murmura.

-Hoy tengo varias cosas que hacer-Agrego poniéndome de pie-¿Entonces?-

No quiero estar con él, no necesito esto, no necesito poner en duda mis sentimientos por él. Sé que no lo quiero, estoy segura que simplemente se ha convertido en un extraño...

-Al hotel VanRolence, por favor-Susurra poniéndose de pie él también.

Regresamos al auto de Thomas en completo silencio, ninguno dice palabra alguna.
No tengo ganas de hablar, mucho menos de estar con él, solo quiero dejarlo en el carisimo hotel en donde se hospeda, donde de seguro también está Fatima. Quiero olvidarlo, necesito olvidarlo. Tenerlo cerca me recuerda todo lo malo por lo que he pasado.

Me está matando lentamente.

-Por favor, Shailene, no llores-

¿Estoy llorando? ¿Cómo es que no me di cuenta? Maldita sea, no quiero que me vea llorar.
Enseguida me limpio las lágrimas con una mano, respiro profundo y aprieto con ambas manos el volante.

-Sé que no me quieres cerca, entiendo que me odies, comprende todo lo que sientes, Shailene... Pero no creas que todo es tan fácil para mí. Aunque pasamos nuestro año de casados peleando e insultandonos, distanciados y lo que tú quieras, nada de eso quiere decir que jamás me preocupé por ti... Sabes que siempre lo hice, quizá nunca te lo demostré de la manera correcta y sí, tienes toda la razón, yo te hice mucho daño, demasiado, pero ahora me arrepiento-

Sé que me mira, pero no soy capaz de siquiera mirarlo de reojo. Está diciendo todas las cosas que siempre he temido que diga, las que ponen en duda mis sentimientos, y no quiero que siga, me va a romper en pedazos...

-No sigas...-Espeto evitando a toda costa llorar.

-Eras mi mujer, y te quiero de vuelta-Dice muy seguro de sus palabras.

Puedo sentir su nerviosismo. Sé que le preocupa lo que yo vaya a decir, y ciertamente a mí también. Aunque ni siquiera se me ocurre algo que responder.

-Estoy dispuesto a dejar todo por ti-

No, ¿por qué me hace esto?
Primero que me quiere de vuelta, luego esto, ¿¡quiere matarme!? ¿¡Por qué me hace esto!?

-Theo, no sigas-Digo sin poder evitar las lágrimas esta vez.

Tengo que estar tranquila, estoy conduciendo. No quiero matarnos así.

-Haré lo que sea, pero vuelve conmigo-

Es una suplica. Su voz parece quebrada, igual que la mía, y es por eso que no quiero mirarlo porque entonces no solo mi voz estará quebrada, sino también mi corazón, todo mi ser...

Theodore Peter James Kinnaird Taptiklis llorando. Esto no me puede estar pasando.

No voy a mirarlo, no lo haré.

-Dame una oportunidad, Shailene, por favor-

No puedo, no quiero y no debo.

-Te dije que no mereces una segunda oportunidad-

Intento ser dura, y creo lograrlo.

Me detengo frente al lujoso hotel.

Al decir aquellas palabras, recuerdo que ya tuvo su segunda oportunidad... ¡Sí, la tuvo! Cuando le pedí compasión, cuando permití que me besará, cuando me gustaban sus besos... Cuando me gustaba él.

-¡Ahora que lo recuerdo!-Grito mirándolo por primera vez desde que nos subimos al auto-¡Tú ya tuviste tu segunda oportunidad, ambos la tuvimos! ¡Pero adivina qué, Kinnaird! ¡Te fuiste con la maldita de Fatima el día del funeral de mi mamá!-

Verlo con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas mas rojas de lo normal me está matando, pero no me voy a permitir sentirme culpable. Él se merece todo esto, se merece este dolor que le estoy causando.

-¡Ahora estas libre! ¡Puedes irte con ella!-

-¿Todo está negación tuya es por ella? ¿Por Fatima?-Pregunta extrañado.

-¡Por todo, Theodore! ¡Por todo!-Grito tan fuerte como puedo-¡Ahora bajate y no vuelvas a buscarme!-

Estoy molesta, con él sobre todo. No tengo ganas de llorar, tengo ganas de golpearlo. Tengo ganas de bajarlo del auto a patadas, pero no soy así, necesito relajarme...

Su tristeza no va a causar nada en mí, no puedo permitirlo. Él ya no se merece mi compasión.
Odio que me mire así, con el rostro lleno de tristeza, los ojos llenos de lágrimas y la mirada apagada. Está nervioso, asustado de no sé qué, pero lo que sea por lo que este asustado, no me importa.

-¡Bajate!-Vuelvo a gritar.

No puedo relajarme. Él me lo impide.

Una solitaria lágrima desciende de su ojo derecho... Mierda. Me está desarmando.
Mete su mano derecha en el bolsillo interno de su saco y saca un sobre... Enseguida sé que es mi carta, además mi nombre con la hermosa caligrafía de mi madre está ahí, frente a mí. Le arrebato la carta de la mano como si me estuviera donde mi vida, mi alma, y entonces me pongo a llorar, tan intenso como había estado evitando llorar desde hace mucho tiempo.

Abre la puerta de su lado y se baja sin decirme más.

No espero a nada, arranco en dirección a mi hogar.

Necesito pensar, pero sobre todo relajarme. No me puedo morir así, en un accidente de auto, no quiero.
Tengo que llegar sana y salva.

Reduzco la velocidad, y mientras inhalo y exhalo intento concentrarme solo en el camino.

No puedo pensar en él. No vale el riesgo.

Te odio... Con amor IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora