Capítulo 1.

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"Respira profundo. Ya haz hecho esto muchas veces. Sal y haz lo tuyo. Sólo es una noche más."

Me miraba al espejo, mientras en mi mente trataba de darme ánimos.

Tomé el labial de tono rojo intenso y comencé a frotarlo sobre mis labios de izquierda a derecha. Limpié mis lágrimas antes de que lograran arruinar mi maquillaje. Demasiado tarde.

-Soy un desastre. -Susurré mirándome al espejo del pequeño tocador. Había llorado cerca de media hora y mis ojos estaban hinchados hasta la mierda. Por más maquillaje que coloqué, no había logrado disminuir lo hinchado de los ojos.

-Bella, te buscan. -Avisó Amalia, asomando la cabeza por la puerta de aquella habitación del motel 6.-. Dios, mujer ¿Cuánto haz llorado? -Entró al cuarto y se sentó a un lado de mí. Tomó la pequeña caja de sombras y comenzó a poner sobre mis párpados. Amalia había entrado al "negocio" desde hace unos dos años, en ése entonces ella tenía veinte, yo dieciséis. Mi mamá llegó con la chica y me dijo que me la "encargaba" y con eso quiso decir que la alistara, tanto mental como físicamente para su nuevo trabajo.

Me sorprendió el que ella quisiese entrar por su propia voluntad a un trabajo como éste ¿Quién querría? Yo deseaba salir.

Me dijo que yo era muy joven para éste trabajo, lo mismo dije con respecto ella. Amalia me explicó que tenía una hija de 1 año y medio, que el papá no se hizo responsable y que para colmo sus padres la habían corrido de su casa. Estaba sola y en la calle, no tenía para darle comida y techo a su hija, tomó ése camino por desesperación y necesidad. Desde ese entonces ella se convirtió en mi mejor amiga a veces traía a la pequeña Abigail, había llegado a querer tanto a esa niña, ya tenía cuatro años y siempre le echaba en cara el hecho de que la trajera a ése tipo de lugares sobre todo por el tipo de personas que lo frecuentaban, en su mayoría enfermos que sólo pensaban en sexo y uno que otro pedófilo, sabía perfectamente lo que era que te arrebataran la infancia de una forma tan vil como era la prostitución infantil; quizá por esa razón yo cuidaba tanto a la niña, dejaba que se quedara en mi departamento que estaba a sólo unas calles, una vecina la cuidaba a veces o en otras ocasiones yo suplía a la chica para que pasara un rato con su hija.

Amalia siempre estaba ahí cuando toda ésta mierda me estaba destrozando, así que de vez en cuando la ayudaba, trataba de hacer lo más que podía y de alguna forma compensar su apoyo hacia mí. -. De nuevo está aquí. -su voz me sacó de mis pensamientos haciendo que mi atención se centrara en ella.

-Maldita sea. -Mis ojos se abrieron en forma de sorpresa.-, No quiero salir. -Susurré cuando en realidad quería sólo pensarlo.

-Cierra. -Me ordenó para que cerrara mis ojos y así poder seguir maquillándolos.-. Bella, intenté hacer que pasara la noche conmigo, pero ese viejo necio es insistente y tu madre ya no quiere que yo te siga sustituyendo. Sabes que él es el mejor cliente, paga mucho por ti... y bueno, tu madre es muy....

-Lo sé. Sé como es. -Suspire y Amalia dejó de poner la sombra en el momento en el que abrí los ojos para mirarla.

-Eres joven, joven y bonita Bella, yo decidí hacer esto. Tú aún puedes salir. Pero no quieres ¿Por qué?

-Tengo mis razones. -Me levanté de la pequeña silla y acomodé el diminuto vestido negro con lentejuelas.-. Me voy.

-Suerte. -Sonrió con un atisbo de lástima.

Salí de la habitación del motel, que estaba destinada para nosotras, las "Damas de compañía." -por decirlo de una forma... elegante.- para arreglarnos.

Bajé las escaleras hasta llegar a la calle, dónde, seguramente se encontraba aquel viejo panzón y millonario que siempre quería estar conmigo. Era un verdadero asco. Pagaba mucho dinero y mi madre le dejaba que hiciera conmigo lo que fuese su voluntad. Me hacía hacer cosas verdaderamente horribles y asquerosas, por las cuales pasaba noches sin dormir. Mis pesadillas tenían nombre desde que tenía 5 años gracias a ese maldito. Él fue el primer hombre al que mi madre me entregó. Lo aborrecía.

El frío pegó en mis piernas, erizandome la piel.

Eché un vistazo en la calle y ahí estaba. Tenía entre 50 y 55 años.


El verlo me provocaba unas náuseas horribles.

Comencé a caminar a su auto negro y lujoso que se encontraba a unos metros del motel. Al caminar, torpemente mi pie derecho se torció por el gran tacón de aguja, me hizo caer. Pude sentir mi pierna arder, lo que me hizo hacer una mueca de dolor.



-¿Estás bien? -Escuché una voz masculina. Levanté mi rostro para encararlo. Vaya sorpresa la que me llevé. Que atractivo era.-, Permiteme. -Extendió su brazo hacía mí. Lo tomé y él hizo un contrapeso para ayudarme a parar.

-Gracias. -Dije una vez de pie. Él era más alto que yo y eso que traía unos enormes tacones.

-¡Dios! Deberías tratarte esa herida. -Su rostro se escandalizó. Señaló mi rodilla, la observé. Estaba muy sangrada. Puse mi dedo índice sobre ella.

-Mierda. -Susurré al sentir el contacto de mi piel sobre la lesión.

-Si quieres te puedo llevar a curarla y...

-¡Primor! Te estoy esperando. -Habló aquel decrépito.

-Me tengo que ir. -Me apresuré en decir. Comencé a caminar hasta pasar a un lado de él.-. Gracias. -Continúe hasta dejar atrás a aquel chico de ojos verdes. Era... hermoso.

Subí al carro lujoso que esperaba por mí. No sin antes echar un vistazo al chico que antes me había ayudado. Seguía ahí, pero me estaba observando. En el momento en el que nuestras miradas se cruzaron, él bajó la suya, se giró sobre su talones y siguió su camino. Yo subí al auto. Era el chico más hermoso que había visto en mi corta vida.

Pero que estoy pensando, él se veía tan fino y educado, ¿Cómo es que alguien como él podría fijarse en alguien como yo?

Inmarcesible. | Harry Styles. TERMINADA -corrigiendo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora