Capítulo 7.

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La conocida melodía hizo que mi mente dejara de divagar y se centrara en averiguar de dónde provenía ese ruido, no tardé mucho en descifrarlo. Mi celular sonaba insistente indicando una llamada entrante.

Apenas y podía moverme, respirar me costaba trabajo además de un gran dolor; sentía como mi ojo palpitaba, probablemente estaba inflamado. Ignoré por completo el tono hasta que dejó de reproducirse y de nuevo perdí mi mente.



“¿En verdad merezco esto?”, pensé. “¿Por qué? ¿Qué hice?”



Trataba de buscar una justificación, una situación, algo para saber porqué me pasaban éstas cosas a mí. Pero no la había. Por más que busqué, no encontré un argumento válido para justificar toda la mierda por la que estaba pasando. Creo que tal vez era mi destino, probablemente en mi destino estaba escrito que debía sufrir. Que tenía que pasar por todo eso.

Dicen que a veces el sufrimiento y las decepciones te hacen fuerte. En mi caso eso no aplicaba. Me sentía tan frágil, tan sucia; me sentía estúpida y cobarde por no poder tomar el valor suficiente para mandar todo esto al carajo, para salir de éste maldito mundo de mierda.



El suelo estaba frío y mi cuerpo desnudo. Mis brazos abrazaban mis piernas y las malditas lágrimas salían sin poder ser detenidas. Estaba sufriendo, como siempre, como día a día. El dolor de mi cuerpo era enorme, pero no se comparaba con mi dolor emocional. Estaba agotada, tanto física como mentalmente y me sentía tan desgastada como para levantarme, ponerme algo de ropa  y recostarme en la cama.

Sólo quería quedarme ahí para siempre hasta que mi corazón decidiera dejar de latir o tal vez hasta que el destino se apiadara de mí y decidiera que ya era demasiado sufrimiento para una corta vida.

A pesar de todo, aún seguía teniendo la ilusión de algún día poder salir de esto y ser feliz. Pero esos eran sólo sueños, en mi vida no podía haber felicidad, siempre que algo bueno me pasaba venía acompañado de miseria. Siempre. No había excepción.

De nuevo, el celular que estaba tirado en el suelo volvió a sonar. Sólo lo observé como si mi mirada pudiera lograr destruirlo. Cuándo dejó de sonar volví a ocultar mi rostro en mis brazos.

La puerta siendo golpeada interrumpió mi llanto. Los golpes eran insistentes, ni loca abriría.

Miré el reloj que se encontraba colgado arriba de la puerta del closet, 3:00p.m., probablemente quien tocaba la puerta era Alonzo. Con más razón me quedaría aquí, mi rostro estaba -probablemente- desfigurado y lo último que quería era que él me viera así, prefería mil veces que él pensara que era una irresponsable incumplida a tener que dar una explicación.

Llevé mis manos a mis oídos y las presioné hasta que el golpeteo de la puerta sonará muy lejano.

Por más que intentara, no podía parar de llorar. Me sentía tan vacía, desdichada, atemorizada… triste.

Inmarcesible. | Harry Styles. TERMINADA -corrigiendo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora