Capítulo 1. Tyler

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—Hazlo por mí —Thiara hizo un ridículo mohín con sus labios mientras apretaba mis manos y bajaba sus hombros como lo haría una niña pequeña cuando quiere un oso de peluche—. ¿Por favor? Anda, es solo una sonrisita, Ty.

Bajé mi cabeza y dejé un beso en su frente.

—Luces preciosa —murmuré, admirando su impecable vestido blanco.

Alejé mis manos de las suyas y aflojé el maldito nudo de la corbata que presionaba mi cuello. Hacía tal vez tan solo dos minutos atrás, que Thiara me la había puesto, y justo ahora deseaba arrancármela y salir de ese lugar.

—Deja de hacer eso —espetó la rubia, dándome un manotazo—. Así estás guapo, Ty.

Hice una mueca y desvié la mirada de la suya; observando los arreglos florales que nos rodeaban. Violetas, margaritas y orquídeas eran sacadas por mujeres y hombres uniformados que entraban y salían de la pequeña habitación en la que nos encontrábamos.

Hacía muchos años que no veía tantas flores juntas en un mismo lugar; cuatro años exactamente, desde la fatídica noche que estuve frente a los féretros de mis progenitores sin intentar moverme.

—No es mi trabajo hacer esto.

—Claro que lo es —Thiara asintió, regalándome una cálida sonrisa al estirar su mano y acariciar mi mejilla.

Alejé mi rostro, para no permitir que me tocara.

—Eres mi hermanito, así que ahora es tu trabajo tomar el lugar de papá y entregarme en el altar.

—Te advierto que no voy a quedarme a la ceremonia.

—Sí que lo harás —volvió a asentir con seguridad—. He pasado por mucho para llegar hasta éste momento ¿Sabes? Así que lo menos que me merezco, es que la persona con mayor importancia en mi vida, se encuentre a mi lado.

—¿Qué crees que vaya a decir la gente cuando vean al diablo caminar contigo hacia el altar?

Volví a aflojar el molesto nudo que no dejaba de apretar mi cuello, mientras que Thia fruncía el ceño en mi dirección.

—Primero, tú no eres el diablo; eres Tyler Roberts, mi hermanito menor —aseguró, señalándome con su dedo índice—. Segundo, ¿Quieres dejarte en paz la estúpida corbata? —Bajé los brazos, dejando escapar un sonoro suspiro—. Y tercero, ¿Cuándo me ha importado a mí lo que la gente diga?

Metí las manos dentro de los bolsillos de mis pantalones, dándome por vencido ante la incansable manera que mi hermana utilizaba para hacer conmigo lo que le venía en gana.

Oward se reiría en mi cara al verme acceder ante los caprichos de Thiara. Pero ¿Acaso tenía opción? Lamentablemente ella se había convertido en mi responsable legal desde hacía mucho tiempo atrás.

Pasé por su lado y me detuve cerca de la ventana que daba al jardín, observando a las mujeres con largos vestidos de gala que entraban a la capilla, siendo escoltadas por caballeros vistiendo elegantes esmoquin que les daba ese aire de altanería que poseían la gente rica.

A pesar de haber heredado un porcentaje de la pequeña fortuna que mi padre había ganado con el transcurso de los años, yo me había negado a utilizarla; nunca podría llegar a verme como uno de esos hombres que como único tema de conversación, encontraban sus respetables negocios. Además, ni siquiera había llegado a cumplir los 18 años.

Thiara no dejaba de repetirme que papá hubiese querido que me hiciera cargo de su empresa por ser el único chico Roberts, a lo que siempre me limitaba a contestar que no estaba interesado en ser como él.

Cold I y II Temporada©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora