Capítulo 3. Tyler

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Mantenía mi cabeza gacha, con mis manos apretaba mis rodillas con fuerza, mientras mi culo palpitaba del dolor de permanecer sentado en el mismo sitio durante una hora completa.

Habían llamado a mi hermana desde hacía una hora atrás, la cual increíblemente, se estaba tardando más del tiempo que siempre se tomaba en llegar; tal vez el estar de luna de miel hacía que se olvidara de las cosas fundamentales de la vida, como lo era venir por su hermano revoltoso a la escuela.

El tipo al que había golpeado, permanecía sentado en la banca frente a mí, ambos esperábamos a que el director se dignara en abrir la puerta para así permitirnos entrar, muy probablemente por una nueva suspensión.

Levanté mi mano, para así pasar la manga de mi chaqueta de cuero en el borde de mi labio. Había sido el único golpe que logró atinarme, aunque debía de admitir que logró con ello hacerme daño, pues desgraciadamente mordí mi labio con tanta fuerza, que sentía hinchada la parte inferior de mi boca.

—¿Te he dicho que puedes verme? —cuestioné, al sentir su mirada sobre mí.

—Perdón —arguyó, antes de bajar su mirada.

Escuché pasos venir de la esquina del pasillo, moví mi rostro para observar no a la, si no a las personas que caminaban a paso rápido en mí dirección... o en dirección del tipo de último año que no se le reconocía el rostro.

Lizzy caminaba al lado de la Sirenita, ambas se detuvieron frente al sujeto del cual ni siquiera conocía su nombre, y comenzaron a revisar pacientemente sus heridas.

—Por Dios, Frederick. Gary nos dijo que estabas aquí, ¿Qué sucedió? —le preguntó la pelirroja, observándolo con notoria preocupación plasmada en su rostro.

Puse los ojos en blanco mientras me dedicaba a estirar mis piernas y entrelazar mis dedos tras mi cabeza. El rubio las observaba a ambas, a la vez que yo no perdía detalle del buen culo que tenía Ariel. Admitía que había cambiado mucho con el paso de los años, ya no era tan flacucha a como lo era cuando tenía 13 años y solíamos jugar a los "besitos robados".

—Me senté en la mesa equivocada en la cafetería —le sonrió el rubio, con aire de víctima.

—Deberías de estar en la enfermería —agregó Lizzy, mientras me fulminaba con la mirada, viéndome sobre su hombro.

—Estoy bien, no necesito atención médica.

—No estoy hablando contigo, Cold.

Levanté los hombros, mientras me dedicaba a sacar el móvil de la bolsa de mis pantalones. Deslicé mi dedo por la pantalla en busca del número de Oward, para después enviarle un rápido mensaje con la confirmación de mi asistencia al Agujero esa noche.

El Agujero solía ser el lugar donde podía descargar mi furia; un sitio donde eran organizadas las mejores peleas clandestinas de la ciudad. A cada dos semanas recibía contrincantes de cada rincón del estado, terminando al final de la noche con un mismo resultado: yo, con una buena suma de dinero en mis bolsillos; ellos, con algunos problemas para caminar.

—¿Qué sucedió ahí adentro? —le preguntó la pelirroja, sentándose a su lado.

Apoyé mi cabeza contra la pared y cerré los ojos, no se me apetecía observar los "cuidados" que le daban al pobre e indefenso Frederick que no pudo defenderse cuando lo ataqué al percatarme de que estaba en mi sitio.

—Nada, sólo cometí un error en la cafetería que no volveré a repetir —afirmó.

Entreabrí mis ojos y lo observé con frialdad, transmitiéndole con ello que era mejor no volver a atravesarse en mi camino.

Cold I y II Temporada©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora