Capítulo 29. -Sabrina

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Rubén aún no sabía qué decir y sentía que sus músculos no respondían a las señales de su cerebro.

-¿Hijo? -Dijo en forma de pregunta el hombre de traje.

Rubén logró alzar las manos para hacerle entender que parara mientras negaba con la cabeza.

-¿Quién es usted? -Pudo decir luego de varios intentos.

-Ya te lo dije, soy tu padre... -Respondió con la mirada baja y un movimiento nervioso en el pie que parecía un tick que no le había dado desde la adolescencia.

-Es imposible, mi padre está con mi mamá y mi hermana en Noruega. -Dijo el menor.

El hombre se aclaró la garganta y sin estar muy seguro quiso explicarse.

-Yo sé que no he sido el mejor papá del mundo, pero te suplico me dejes explicarte. -Rogó.

-Disculpe, pero no le creo ni una sola palabra. -Admitió Rubén mientras decidía en su mente si esperar a que terminase o simplemente cerrarle la puerta en la cara.

Antes de que eso sucediera Roger buscó rápidamente entre sus recuerdos algo que pudiera convencerlo de que decía la verdad.

-Mi nombre es Roger Doblas, tienes mi apellido. Tu madre se llama Diane. Naciste en España pero pasaste tus años más preciados en Noruega. -Dijo el hombre, pero el más joven lo miraba sin siquiera impresionarse.

-Eso lo saben más personas de las que crees. -Respondió el chico.

-Pero no todos saben que tienes una marca de nacimiento tan mínima que ni siquiera nosotros la habíamos notado en el primer momento, cerca del tobillo. -Añadió el mayor, haciendo que esta vez si se asombrara.

Rubén levantó el ruedo del pantalón del pijama y notó que era cierto lo que decía aquél hombre tan elegante.

-¿Y cómo lo sabe? -Preguntó con desconfianza.

-Porque tengo exactamente la misma marca. -Roger hizo lo mismo con su pantalón y le demostró a Rubén que si era su padre.

Luego de pensar qué debía decir en esa situación, dijo lo que le pareció más lógico.

-¿A qué ha venido? -Preguntó seriamente.

-A verte, a explicarte todo. Me siento la persona más basura del mundo en este momento. -Confesó con toda sinceridad.

-Es un poco tarde ¿No lo cree? -Dijo sarcástico el más joven.

-Ya lo sé... Y te comprendo si no quieres nada de mí, pero significaría todo para mí si me dieras una oportunidad. -Pidió, deshaciéndose de todo aire de superioridad.

El menor lo miró desconfiado por unos segundos, pero luego soltó el aire que había retenido y haciéndose a un lado le permitió pasar.

En otro lado o mejor dicho, en la casa de Guillermo y Samuel, el segundo preparaba algo de comer mientras el menor se ocupaba de acomodar la mesa. Resulta que hasta peleados y sin hablar seguían siendo un buen equipo.

Ryan salió de la habitación de huéspedes estrujándose los ojos y estirándose tal y como un niño pequeño y se dispuso a sentarse en una de las sillas del comedor.

-¿Te gustan los panqueques? -Preguntó Samuel desde la cocina usando un delantal color morado que le quedaba muy bien.

-Si. -Respondió el rubio.

-Qué lástima porque comeremos tortilla. -Añadió para luego soltar una carcajada de las suyas. -Vale, ese fue el chistaco del día.

-Por favor dime que después de ese no habrá más iguales. -Dijo el de ojos verdes sin poder aguantar la risa.

-No te puedo asegurar nada. -Respondió el mayor tomando el sartén y con la espátula le sirvió la tortilla a Ryan.

-Un momento... -Dijo Guillermo al darse cuenta de algo. -¿Por qué estás usando esa sartén para las tortillas? -Preguntó como si fuera lo más obvio del mundo.

Samuel miró el sartén y volvió la mirada al de ojos razgados sin entender bien qué estaba haciendo mal.

-Que ese no es para tortillas, es para panqueques. -Explicó. -Es que es tonto. -Dijo para sí mismo en voz baja. -Pensé que eso era lo que ibas a hacer.

-¿Usas dos sartenes distintos para cada cosa? -Preguntó Samuel aún desubicado de todo. -¿Por qué?

-Eso no importa, te lo he dicho miles de veces, es que no me haces caso cuando te hablo. -Replicó el pelinegro.

-Willy, por Dios, pero si sólo es un sartén. -Intentó defenderse el cocinero.

Ryan seguía toda la discusión en silencio, sentado y comiendo pacíficamente su tortilla.

-Ay olvídalo, ya termina de hacer las tortillas ahí. -Se resignó Guillermo dejando la conversación.

-Pero Willy. -Intentó decir pero ya su compañero había dejado de discutir.

Al final lavó el sartén y tomó el otro que se suponía que si era para tortillas. Aunque la diferencia no la veía.

Sirvió su tortilla y la de Guillermo, en completo silencio, un silencio que ya empezaba a incomodar al de ojos verdes.

Tocaron el timbre y como justamente Ryan había terminado de comer decidió ir a abrir la puerta.

Al otro lado estaba una rubia muy sonriente agradecida de que el que haya abierto la puerta no fuera Samuel.

-¿Cómo estás Ryan? -Le dio un beso en la mejilla al más alto en forma de saludo.

Samuel, entre tanto intentaba fingir que ella no estaba allí limitándose a comer.

Guillermo lo miró y supo al instante que la idea de que ella estuviera allí no le agradaba en lo más mínimo. Se apresuró en terminar de comer y fue a atenderla.

-Sabrina. -Saludó el de ojos razgados con una mano posicionada nerviosamente detrás de su cabeza.

-Guille. -Saludó ella de vuelta. -Quería preguntarles si querían salir un rato. Ya saben, pensé en mostrarle un poco España a Ryan. -Comentó ella de manera agradable.

-Me gusta la idea. -Respondió positivamente el más alto.

-Me encantaría ir... -Dijo Guillermo, de forma más pausada e insegura.

-Le prometiste un directo a tus suscriptores. -Comentó Samuel terminando de comer y yendo a la cocina con un silbido "Inocente".

-Tiene razón. Lo siento. -Respondió apenado el pelinegro. -Vayan ustedes, yo me quedo.

Sabrina hizo una mueca pero encogiéndose de hombros la asimiló rápidamente.

-Ve a vestirte tonto. -Le dijo a Ryan para que se apurara.

Tuvo que esperar unos incómodos momentos parada en el marco de la puerta hasta que el chico se decidió en aparecer.

-¿Me veo bien? -Preguntó el rubio al salir del cuarto y la rubia asintió.

En ese momento sonó el celular de Ryan. Él se iba a dirigir a tomarlo y ver quién lo estaba llamando, pero Sabrina lo tomó de la muñeca.

-Vamos, no importa, luego te encargas de eso. -Y dicho esto lo haló fuera de la casa.

Samuel, al ver lo que la chica había hecho caminó hacia el celular y miró la pantalla.

-Yo de verdad espero que Miguel no sea celoso. -Fue lo único que dijo después de eso.

Continuará...

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Falta poco, pero no tan poco. Falta menos de lo que faltaba al inicio.
:)

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