Capítulo 18.

1.2K 241 65
                                    

En mi prisa por escapar de Paul y los pequeños fantasmas que había resucitado esa noche, casi choqué contra un chico que iba pasando por las escaleras que daban a los calabozos.

    —¡C-capitán! ¿Está bien?— me preguntó el chico, tomándome de los hombros como si fuera a salir huyendo en cualquier momento. Esos pequeños segundos me bastaron para volver a la realidad, en donde no existían más mechones castaños bañados en sangre. Pasé una mano por mi rostro y me obligué a asentir.

    —El maestre Stuart lo está buscando, señor— me informó el chico, que seguía asustado por mi comportamiento. Una vez que el temor pasó me dediqué a mirar al chico, era de los más jóvenes a bordo, quizá siete o seis años menor que yo.

     —Iré a buscarlo— le dije al chico, intentando parecer tranquilo. Este me soltó y retrocedió un poco apenado.

    Me quedé sobre la cubierta un segundo más, intentando borrar los recuerdos que surgían en mi mente como pesadillas con olor al metal de la sangre y tan frías que me erizaron la piel de solo pensarlas.

    Una vez listo subí hasta mi camarote, sujetándome a la barandilla de las escaleras por si caía súbitamente. Abrí la puerta de mi camarote y para mi no-sorpresa, Stuart ya estaba ahí.

    —¿John? ¿Te sientes bien?— preguntó este al verme. Supongo que mi aspecto debía de ser terrible. —Cállate y dime qué quieres— le ordené, tomé la silla que encontré más próxima y me desplomé en esta, tan cansado como si yo solo hubiera hecho avanzar el barco.

    —Hemos avanzado ocho millas al norte— dijo Stuart, haciéndome rodar los ojos —Gracias por la observación, si eso es todo puedes irte ya— Stuart negó con la cabeza y me tomó del hombro, obligándome a mirarlo.

    —Nuestra primera ejecución, John— susurró Stuart, a lo que obviamente no entendí nada —McCartney era el hombre que colgaron en nuestra primera ejecución, John— explicó Stuart.

    De pronto fue como si todos mis recuerdos se conectaran y fueran iluminados por las palabras de Stuart. Recordaba ese día a pesar de haber ocurrido cuando yo tenía once años, y recordaba claramente como era que el cuerpo del hombre al que habían ahorcado colgaba, suspendido en el aire.

    Mi tío había creído una buena idea llevarnos a Stuart y a mi a presenciar la ejecución de la que el mismo había sido juez. Todos los niños del pueblo estaban acostumbrados a las ejecuciones públicas, incluso las disfrutaban cuando se trataba de un pirata, pero ni Stuart ni yo habíamos visto una.

    Ambos quedamos aterrorizados al ver como el hombre iba perdiendo la vida poco a poco, hasta quedar con los brazos suspendidos y el cuello estirado de una forma nada natural, pero lo que más me aterró fue que nadie lloraba por él, todos parecían desinteresados en quién había sido ese hombre.

    Mientras Stuart vomitaba su desayuno, yo me volví a mirar a mi tío y lo tomé de la chaqueta —¿Por qué nadie llora por él?— recuerdo haberle preguntado. Mi tío dirigió una mueca de asco hacia el hombre que había comenzado a ponerse morado y después me miró a mi, tan comprensivo como siempre —Su mujer estaba muerta, y vendió a sus hijos a los piratas por un poco de alcohol— me explicó. Recuerdo haberme horrorizado por la explicación de mi tío, pero no dije nada más. Creí que era justo que muriera.

    —Los vendió— susurré de pronto. Stuart asintió y miró hacia el piso, como si pudiera ver a Paul desde ahí. —Vete de aquí, Stuart— le ordené a mi amigo, sintiéndome cada vez mas mareado.

    Me serví un poco de whisky y eché mi cabello hacia atrás, intentando conectar todos los testimonios que tenía con el hombre que había sido colgado cuando yo tenía once.

    —Ellos no son piratas por gusto, su padre los vendió pero... Solo pudo vender a uno— susurré para mi mismo.  Recordé la historia de Mike, de la súbita forma en la que Paul lo había arrojado hacia un barco lejos de Inglaterra con la promesa de volver a verlo, pero Paul lo sabía, lo había descubierto de alguna forma y sabía que no volvería a ver a su hermano.

   La verdad me golpeó brutalmente pasados unos segundos:

   El único esclavo de piratas era el propio Paul, porque él fue el único hijo que su padre pudo vender.

Captive [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora