Capítulo 38.

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Al despertar, la pierna de Paul estaba sobre mi cuerpo, su mano cubría parcialmente su rostro, y la almohada estaba húmeda a causa de la pequeña línea de saliva que escurría desde su boca. Me fue inevitable no reír ante la imagen. 

    Como pude logré salir de la cama sin despertar a Paul y después de volver a vestirme apropiadamente, salí al campamento en busca del desayuno. Nuevamente, los hombres inclinaban sus cabezas al verme pasar y después desviaban la vista. Me dirigí hacia donde el cocinero se encontraba, repartiendo sopa y pan. Poco a poco nos estábamos quedando sin comida, por lo que tendríamos que salir a cazar o a saquear a los salvajes lo más pronto posible. 

    —¡Buenos días, capitán! Ya está listo su desayuno— el cocinero me extendió una charola rebosante de pan, crema, sopa y un poco de carne, acompañado de té caliente y café. Parecía que me estaban alimentando para el matadero, pero era una buena cantidad para dos personas, por lo que esta vez no protesté por la comida. 

    —¿Ha visto al primer oficial?— le pregunté al hombre, tomando mi charola distraídamente —Salió antes de la cena con el señor Mike, fueron a cazar y regresaron muy tarde, así que supongo que estará dormido en su tienda— tuve que morder mis mejillas interiores para evitar hacer una mueca de desagrado. Stuart tenía órdenes directas de no poder salir del campamento si ya había caído la noche, y ahora me había desobedecido. 

    Después de despedirme del cocinero volví a emprender mi camino hacia la tienda, ahora un poco más molesto debido a la rebeldía de Stuart. Arrojé la tela de la puerta hacia un lado y entré bruscamente a la tienda, donde Paul ya estaba sentado desperezándose. 

    —Alguien amaneció de mal humor— observó Paul al ver la forma en la que dejaba la charola de comida sobre la mesa. Me senté en uno de los cojines del piso y dirigí mi mirada hacia él. Con tan solo hacer eso mi cuerpo comenzó a relajarse. Paul estaba completamente desalineado, con el cabello en extrañas posiciones y aún tenía marcas de saliva en las mejillas, lo que logró que sonriera solo un poco, y eso pareció ser suficiente para él, porque se sentó frente a mi sin parar de sonreír. 

    —Traje el desayuno— dije una vez que noté que seguro parecíamos estúpidos. Paul soltó una pequeña risa y tomó un pan —Sí, ya lo noté— contestó. Ambos comenzamos a comer en silencio, intercambiando miradas que de vez en cuando me amenazaban con hacer que el té saliera de mi boca al no poder controlar mis sonrisas. 

    —Parece ser que tu hermano y Stuart se llevan bien— dije intentando simular que no me interesaba qué era lo que pensaba Paul al respecto. Este le dio un sorbo más a su té antes de enarcar una ceja y mirarme como si yo fuera estúpido —Lo dudo mucho— contestó. 

    —Pues yo no. Anoche salieron al bosque a cazar y regresaron muy tarde ¿Eso no te dice nada?— pregunté, limpiando los restos de comida de mi boca —En absoluto. Aunque eso le ganaría a Stuart una cita con la muerte; nadie toca a mi hermano— 

    A pesar de no haber podido evitar sonreír, tampoco pude evitar el sentimiento de preocupación hacia Stuart. Puede que Mike fuera el verdadero hermano de Paul, pero Stuart era tan cercano a mi como si de verdad fuera de mi propia familia, por lo que antes de poder notarlo, ya había salido a su defensa. —No insinuaba eso, Stuart nunca se ha sentido atraído por ningún hombre, mucho menos lo haría con tu hermano—

    —¿Consideras a mi hermano poca cosa?— preguntó Paul, ligeramente más agresivo que antes. Una de las cosas que me molestaba de estar con Paul, era que cualquier cosa que pudiera decir sin pensar ya era considerado una ofensa para él —Considero que a mi amigo le gustan las mujeres exclusivamente, eso es todo—

    —¿Estás seguro de que solo le atraen las mujeres?— preguntó Paul. 

    —¡Pues claro! Nunca ha sentido atracción por ningún hombre, y dudo que lo haga alguna vez— Paul paseó su dedo por el vaso que había contenido el té y me miró, con ese pequeño destello de picardía en él —¿Y qué me dices de ti?— susurró. 

     —¿Yo? ¿Yo qué?

    —¿Crees que Stuart se sienta atraído por ti?— me fue inevitable no soltar una pequeña carcajada ante la idea de Paul —¡Es mi mejor amigo! ¡Él nunca se fijaría en mi!— Paul soltó un pequeño gruñido y desvió la vista —No eres agradable a la vista, pero él podría sentirse... atraído por ti. ¿Nunca lo haz pensado?—

    —¿Agradable a la vista? ¿Haz visto tu reflejo?— Paul volvió su mirada hacia mi, ahora un poco más fría que antes —¿Intentas hacerme creer que soy feo? Porque no dará resultado. Sé que despierto bajas pasiones en ti y en el resto de la tripulación, cualidad que no se le puede atribuir a usted, capitán—

    —¿No crees que eres muy narcisista?— inquirí. 

    —Sé apreciar obras de arte— contestó, poniéndose de pie con una completa indignación —Claro que sabes apreciar obras de arte, por eso me besaste— bromeé, aunque Paul pareció no entenderlo y de inmediato se indignó —¡¿Que yo te besé?! ¡Esa es una completa estafa!—

    —¡Claro que no! ¡¿Quién fue quien quería tener sexo conmigo?!— reclamé poniéndome de pie. 

    —Pues creo que Stuart es quién tiene la respuesta— Paul se cruzó de brazos, cada vez más molesto —¡Ya te dije que Stuart y yo no tenemos nada!— le grité a Paul —¡¿Ah, sí?! ¡¿Y cómo sé que un día de estos no te voy a encontrar en la cama con él?!—

     —¡Porque al único al que quiero en mi cama es a ti!— solté rápidamente. Mi tío solía decir que las cosas que pensábamos y ocultábamos profundamente salían a relucir cuando menos lo esperábamos, y ahora mismo una de esas cosas había sucedido. 

    Tanto Paul como yo nos avergonzamos de inmediato, creando así un ambiente de lo más incómodo. 

    —Estoy asustado— confesó Paul, acercándose un poco más a mi, lo suficiente para que con dos pasos más lograra tomarlo entre mis brazos, y eso fue precisamente lo que hice, aunque sujetar a Paul seguía pareciéndome algo demasiado osado, como si en cuanto Paul sintiera mis brazos fuera a intentar asesinarme. —¿Por qué?— pregunté contra su cabello, absorbiendo el olor de este. 

    —Todo entre tú y yo se siente como si...— Paul pasó saliva y me sujetó más fuertemente contra su cuerpo —Como si fueras Henry— concluyó. Mis dedos se entrelazaban con las hebras de su cabello lentamente, intentando tranquilizarlo, aunque yo estaba más asustado que Paul. 

    Yo también lo había notado. Había cierto parecido entre Cynthia y Paul, en la forma en la que ambos parecían necesitarme y como me trataban. Mi esposa también podía ser severa conmigo, cruel algunas veces, pero al final del día siempre era porque deseaba lo mejor para mi, y yo no podía dejar de creer que Paul tenía la misma actitud que ella.

    Sí, la pregunta que flotaba en el ambiente silenciosamente yo también me la había planteado muchas veces. ¿Qué tanto encontrábamos Paul y yo de nuestros antiguos amantes en el otro? ¿De verdad nos queríamos, o solo era porque nos recordábamos a otras personas por lo que insistíamos en estar juntos?

    —Yo nunca te voy a hacer daño como lo hizo él— contesté finalmente, separándome un poco de Paul, que había aflojado su agarre a mi cuerpo —¿Lo prometes?— preguntó Paul, paseando su mano por mi mejilla. Esta vez no tomé mucho tiempo en contestar un rotundo: —Lo prometo— 

    Eso pareció bastar para Paul, que besó mi mejilla lentamente antes de dirigirse a mis labios, y posteriormente empujarme en dirección a la cama, aunque nos quedamos a medio camino antes de que la puerta de la tienda fuera abierta repentinamente, seguido del grito de Stuart: —¡Nos atacan!

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