Capítulo 37.

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Tres días después, Paul y yo estábamos tan ocupados en nuestros propios asuntos que el único momento en el que podíamos hablar era para planear estrictamente la forma en la que intentaríamos atacar a los salvajes, que continuaban sin aparecer, mientras todos los hombres nos observaban atentamente. 

    Su mal humor desapareció casi al día siguiente de nuestra última plática real, por lo que no me sentía tan mal por no poder estar cerca de él. 

    A veces lo veía pasar frente a mi tienda cuando iba a hacer guardia, pero yo estaba tan ocupado haciendo planes que solo nos limitábamos a saludarnos y después cada quién volvía a lo suyo. 

    Stuart tampoco me hablaba más de lo estrictamente necesario, y cuando por fin decidí ir a buscarlo, no lo lograba encontrar. Estaba paseando por el campamento, donde los hombres se preparaban para descansar después de un largo día en donde continuamos conquistando territorios y cazando aves para apresarlas en jaulas, pero sin acción de verdad, lo que seguramente tarde o temprano despertaría un motín. 

    Los hombres me saludaban al verme pasar, pero casi de inmediato desviaban la vista y volvían a sus asuntos. 

    No tenía idea de dónde podría haberse metido Stuart. 

    Pasee por los puntos de vigilancia con la espera de encontrarlo coordinando las guardias, pero tampoco se encontraba ahí. Justo cuando me di por vencido, choqué contra uno de los botes que habíamos llevado para intentar construir una barricada, aunque este se encontraba a más de dos metros de donde se suponía que debería de estar. 

    —¡Auch! ¡Fíjate dónde pisas, pedazo de...!— Paul salió del bote cubierto por una manta y con expresión de clara furia que se relajó de inmediato al ver que era yo —Ah, eres tú— me dijo. 

   —¿Qué se supone que estás haciendo ahí?— pregunté ligeramente confundido, colocándome de cuclillas para no verme como un idiota hablando con un bote en medio de la oscuridad —Intentaba dormir, aprovechando que tu primer oficial salió a dar un paseo y no está molestándome—

    —¿Duermes en un bote?— pregunté extrañado. Sabía que no teníamos tiendas suficientes para todos los hombres, pero no esperaba que esto estuviera sucediendo. 

    —Te sorprendería lo cómodo que es ¿Quieres probar?— Paul se hizo a un lado, dejando un espacio reducido pero suficiente para que yo pudiera entrar ahí. Me encogí de hombros y después de comprobar que ningún hombre me miraba, me metí al bote. No se trataba precisamente del lugar más cómodo del mundo, tomando en cuenta que la madera se encajaba en mis huesos, pero Paul parecía orgulloso de la supuesta comodidad de su cama, por lo que me limité a contestar: —He estado en peores camas—

    Este rió un poco y dirigió su mirada a mis labios, para posteriormente volver a mis ojos —No hemos estado mucho tiempo solos ¿No?— comenté tranquilamente. Paul pasó uno de sus brazos por mi pecho y me acercó un poco más a él —Ya habrá tiempo— contestó sonriendo. Pasé una mano por su mejilla, avergonzándolo ligeramente —¿Por qué no lo haces siempre?— pregunté. 

   —¿Hacer qué?— suspiró. 

   —Sonreír de verdad, como ahora— Paul se encogió de hombros mientras echaba su cabello un poco atrás. Seguía utilizado ese pañuelo rojo, ahora un poco más sucio pero que seguía sentándole bastante bien —No se me da— se limitó a contestar. 

    —¿Ah, no?— pregunté pícaramente, conduciendo mi mano hacia sus costados para posteriormente comenzar a hacerle cosquillas, lo que de inmediato lo puso a reír y a retorcerse entre mis brazos —¡John! ¡No!— chillaba este, intentando librarse de mi mano. 

    Cesé con las cosquillas y lo miré un momento, mientras su risa se apagaba lentamente, aunque no se podía decir lo mismo de su sonrisa, que seguía impregnada ahí —Quería saber si querías...—

    —Sí quiero— contestó Paul sonriendo tontamente, este soltó una pequeña risita y llevó sus manos a mi pecho —¿Qué acabo de aceptar?— preguntó alegremente. La verdad es que solo le iba a preguntar si quería ir a cenar conmigo, pero aprovechando la oportunidad que me había dado al aceptar algo que no le había propuesto aún, me apresuré a contestar: —Acabas de aceptar ir a dormir conmigo a mi tienda—

   Las mejillas de Paul se tiñeron de rojo, pero no dudó en susurrarme un pequeño —De acuerdo— se inclinó a darme un corto beso en los labios que de inmediato me hizo desear más. La perspectiva de lo que pudiera pasar en mi tienda me tenía extasiado, aunque la sensación duró muy poco antes de que Paul agregara —Pero solo dormiremos, estoy increíblemente agotado. Ese imbécil de Stuart me hace vigilar diez horas y el resto del tiempo estoy contigo, así que todo lo que quiero es dormir— y como prueba de ello, este soltó un bostezo. 

    —¿Quieres que hable con él?— le pregunté, mientras lo ayudaba a salir del bote para que ambos pudiéramos ir a mi tienda. —No, no quedaré como un llorón. No pienso rendirme ante él— me sorprendía la fuerza interior que Paul tenía para soportar esa clase de cosas, pero adjudicaba ese terco deseo de no mostrarse débil a su estancia con Henry, dónde debió de armarse con sus mejores fuerzas para soportar los tratos que hacían que los retos de Stuart parecieran cosa de niños. Esa era otra de las cosas que me gustaban de él. 

    Aunque ahora ya no tenía ganas de disculparme con Stuart. 

    Gracias al cielo, la gran mayoría de los hombres se había metido a sus tiendas mientras Paul y yo platicábamos en el bote, así que no muchos nos vieron caminar y entrar a mi tienda. 

    Paul se lanzó a besarme en cuanto la tela de la puerta de la tienda hubo caído, dándonos toda la privacidad necesaria. Este pasó sus manos por mi nuca y comenzó a acariciar distraídamente mi cabello, mientras que yo lo sujetaba de su cintura y lo conducía hacia mi cama, donde caímos una vez que sus pantorrillas chocaron contra el colchón, obligando a separarnos. 

    Paul comenzó a reírse tontamente, cosa que se me contagió casi inmediatamente. Me separé de su cuerpo estúpidamente y me puse de pie, lo que me permitió notar que todo ese tiempo me había encontrado entre las piernas de Paul. Este también pareció notar que estaba con las piernas abiertas y casi de inmediato las cerró y se incorporó en la cama, ahora un poco más serio que antes. 

    —Qué injusta es la vida, yo he estado durmiendo en un bote y tú tienes todo este espacio aquí— observó Paul mientras paseaba su mirada por mi tienda, donde solo había una cama, una mesa con mapas a medio trazar regados por todas partes y cojines tirados por toda la alfombra que evitaba que tuviera contacto con la tierra. 

     —Bueno, ahora dormirás en mi cama. Hablando de eso, iré a buscar algunas mantas— le informé a Paul —¿Mantas? ¿Para qué?— preguntó Paul inocentemente —Pues para hacerme una cama en el piso, tonto—

    —¿No vas a dormir conmigo?— preguntó este, casi ofendido —Quiero decir, la cama es muy grande, no tienes porqué dormir en el piso. O en dado caso yo soy el que debería de dormir en el piso— agregó casi inmediatamente, al notar que su propuesta había sonado ligeramente fuera de lugar. 

    —¿Estás seguro de que quieres que duerma contigo?— pregunté. 

    —Depende ¿Golpeas a la gente mientras duermes?— sonreí un poco y negué con la cabeza —Bueno, entonces no tengo problema— Paul se quitó sus botas y las arrojó debajo de la cama, mientras se estiraba un poco antes de meterse entre las mantas. Me quité mis botas y posteriormente mi camisa, para finalmente colocarme a un lado de Paul, que ya había comenzado a apaciguar su respiración. 

    Este entrelazó sus dedos con los míos por debajo de la sábana y sonrió ligeramente, aún con los ojos cerrados. Sus pestañas se agitaban un poco, dándole un toque bastante angelical, y sin duda no pude evitar sentirme cautivado por la imagen que tenía frente a mi —Descansa— susurró Paul. 

   Acaricié su mejilla un poco antes de estirarme para soplarle a la única vela que continuaba encendida, dejándonos en la parcial oscuridad que solo era rota por el fuego de las antorchas del exterior y la luz de la luna, que golpeaba a Paul directamente en el rostro, por lo que, si hubiera despertado en cualquier momento de la noche, hubiera podido verlo perfectamente dormido, sonriendo ligeramente. 

Captive [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora