Capítulo 2.

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Me puse de pie para salir de la cama, dónde Paul continuaba acostado y con la sábana cubriendo sus piernas. Me vestí para poder salir a la cubierta, mientras sentía la mirada insistente de Paul sobre mi cuerpo, aunque fingía que no lo estaba notando. 

    —¿No piensas salir de ahí?— le pregunté, terminando de colocarme la camisa sobre mi cuerpo. Paul estiró sus brazos y me miró perezosamente —Quiero limpiarme ¿Puedes traer agua?— preguntó, dándose la vuelta y hundiendo el rostro en la almohada. 

    —¿Qué clase de pirata eres? Te bañas todos los días— le dije. Paul soltó una pequeña risita. —Me gusta mantenerme limpio, además, tú eres quién me ensucia— sonreí levemente. Me incliné hacia donde estaba Paul y deposité un pequeño beso en su espalda. 

    —Ya entendí. ¿Quieres otra cosa?— pregunté. 

    —Dile a Mike que feliz cumpleaños y que nos lleve al puerto— entre todo el alboroto que habíamos armado Paul y yo, casi había olvidado que hoy era el cumpleaños de su hermano. En todo el tiempo en el que Mike y yo habíamos tenido que convivir, no se podía decir que hubiéramos entablado una gran relación, pero al menos nos podíamos ver sin querer asesinarnos. 

   Salí del camarote, deslubrándome ligeramente con el sol. Los hombres ya estaban trabajando, limpiando la cubierta y remendando los pequeños agujeros que tenían las velas. Mike estaba al timón, como todos los días. Algunos hombres me saludaron con un pequeño —¡Hey, John!— y volvieron a sus asuntos. Subí hasta donde se encontraba Mike. 

    —¿Ya terminaron?— preguntó este, sonriendo con sorna. 

   —Muy gracioso. Dice tu hermano que feliz cumpleaños— Mike levantó las cejas —Qué detalle, dile que esperaba piezas de oro, no a su amante intentando ser cortés— solté un gruñido y tomé dos manzanas, que evidentemente le pertenecían a Mike por la cara que puso. —Y llévanos al puerto ¿Quieres?— agregué.

    —¿A dónde crees que vamos? No iba a esperar a que Paul y tú acabaran de besarse para comenzar a actuar— contestó este, de evidente peor humor que tan solo segundos antes. 

    —¿No vas a dejar de recriminarnos habernos atrasado solo un día? Déjanos disfrutar de la vida— antes de que Mike sacara algún otro comentario que terminara con ambos agarrándonos a golpes, bajé por las escaleras, tomé un balde de agua y caminé con él hasta llegar al camarote, donde Paul ya se encontraba de pie, solo vestido con su camisa. 

    De toda la ropa que Paul poseía, siempre había preferido verlo solo con su camisa blanca medio abierta. Lucía menos severo de esa forma, y era mucho más fácil quitarle solo la camisa que el montón de prendas que acostumbraba llevar encima. 

    —Está de mal humor— le informé a Paul, que soltó un bostezo de nuevo —No me sorprende, detesta sus cumpleaños— solté un gruñido. 

   —¿Y por qué me enviaste a decirle feliz cumpleaños?— me quejé. Paul soltó una carcajada —Me gusta verlos peleando— confesó. Incluso antes de poder molestarme, Paul me tomó de las mejillas y me plantó un beso en los labios —¿Puedes limpiarme tú?— solté un gruñido —Me gustan tus manos— agregó este, sonriendo y dándome una pequeña mordida en la punta de cada dedo hasta que solté un suspiro, completamente rendido —Siempre ganas tú— me quejé. 

~°~°~

    Abordamos a un puerto exclusivamente pirata al medio día. Se trataba de una pequeña isla que lograba sobrevivir con las múltiples tabernas y prostitutas que ofrecía, y claro, de los piratas que podían pasear por ahí con toda libertad. Habían unos cuantos barcos, mucho más grandes, sujetos al muelle. Al lado de esos barcos, el Fancy parecía ser un mal chiste. 

    —¡Pueden ir a gastar su oro, pero nos iremos mañana con el primer rayo de sol, y quién no esté se quedará aquí! ¡¿Entendido?!— gritó Paul. Los hombres soltaron algunas carcajadas y gritos de agradecimiento. Particularmente ellos eran quienes disfrutaban más de nuestras pequeñas estancias en la isla, ya que siempre llegábamos tan cargados de oro que podían contratar prostitutas hasta que no soportaran tener más sexo. 

    —¡Oye, Mike!— le llamó Paul a su hermano. Este se dio la vuelta, justo al mismo tiempo en el que Paul le lanzó una bolsa cargada de oro que este atrapó en el aire —No te contagies de nada ¿Sí?— Mike sonrió y se quitó su sombrero, haciendo una leve inclinación —¡Gracias, capitán!— gritó este, antes de salir como niño pequeño en busca de prostitutas. 

    Todos los hombres ya habían abandonado el barco. 

    —¿Iremos por chicas, Paul?— le pregunté, sonriendo tranquilamente. Este frunció el ceño. La última vez que habíamos estado en la isla una prostituta se me había insinuado y Paul terminó arrojándole un vaso de ron encima. —Intenta ir por chicas y yo te arrojaré por la borda junto con tu chica— me amenazó este, haciéndome reír. 

    —Celoso— canturré, logrando que este me diera un golpe en el pecho. 

    —Muévete, Lennon, tenemos que ir por comida, este montón de sucios se han olvidado de que tenemos que hacer compras— Paul me arrojó un barril vacío, que me pegó en el rostro, y soltó una pequeña carcajada antes de bajar corriendo como niño pequeño del barco. 

~°~°~

Hacer las compras nos llevó más tiempo de lo esperado, además de que tuvimos que hacernos cargo de algunos asuntos pendientes de pequeños deudores que teníamos por toda la isla. Llegamos al barco poco antes de que comenzara a ocultarse el sol, atamos la carga y volvimos a bajar al puerto, dirigiéndonos a la taberna en la que siempre nos deteníamos a beber. 

   Un hombre iba a un lado de nosotros, más específicamente de Paul. Creí que era una especia de vagabundo por la forma en la que vestía y caminaba, pero finalmente me di cuenta de que se trataba de un pirata que evidentemente se había quedado sin un quinto y estaba demasiado ebrio. Paul también notó su actitud e indiscretamente llevó su mano a su espada, pero el vagabundo-pirata ni siquiera se inmutó. 

   Seguimos caminando hacia el bar, donde habían algunos afiches de Se Busca pegados. Puede que el puerto fuera exclusivamente pirata, pero por eso mismo era por lo que los que vivían ahí, cuando iban a tierra robaban algunos de esos afiches y los colocaban fuera de tabernas, no sé si era para informarnos cuanto valían nuestras cabezas o para desatar problemas entre nosotros. 

    El pirata-vagabundo pareció volverse loco en cuanto vio una de esas paredes. Comenzó a soltar gritos de furia y sacó una espada de algún sitio debajo de sus harapos y la clavó directamente sobre un afiche. Tomé a Paul del hombro y lo alejé de ese hombre, temiendo que fuera a causarle daño.

    —¡Ese perro asqueroso! ¡Rata inmunda!— bramaba el viejo, que comenzó a sacudir la espada con el afiche clavado en la punta y ondeando como si fuera una bandera. Creo que bien Paul y yo podríamos haber continuado nuestro camino al bar si el viejo no hubiera agitado de más la espada, logrando que el afiche saliera volando hasta mis pies y los de Paul. 

    Una recompensa de 100 monedas de oro era lo que le esperaba a quien fuera el primero en capturar a un solo hombre: Stuart Sutcliffe. 

Captive [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora