Capítulo 45.

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Salí corriendo en cuanto escuché el grito. Como casi todas las mañanas, el campamento estaba hecho un completo desastre, solo que esta vez no se podía pasar por alto la falta de Stuart organizando a los hombres. Todos estos estaban concentrados en las tiendas centrales, que eran las que presentaban menor daño, el resto de estas estaba incendiándose.

     Tomé mi arma y comencé a disparar contra los salvajes, que eran tanto que poco a poco estaban acorralándonos contra el río y ellos. Si las cosas seguían así, tendríamos que refugiarnos en las caudalosas aguas del río.

    —¡Capitán!— gritó un hombre, disparando a un salvaje que casi me atravesaba con una flecha. La flecha salió disparada hacia arriba hasta caer en la tierra, sin herir a nadie, y el salvaje, muerto.

    —¡Tienen al señor Mike!— me informó el hombre. Así que por eso era que gritaba Paul. A todo eso ¿Dónde estaba?

    Continué disparando, corriendo entre los hombres gritando instrucciones claras: —¡No rompan las filas! ¡Disparen contra todos!— Stuart apareció entre los hombres súbitamente, disparando a diestra y siniestra. Al menos ya no tenía que preocuparme de él.

    Poco a poco, los salvajes lograron acorralarnos, pero no solo fue contra el río, sino totalmente. Para donde mirara me encontraba con sus rostros, serios y marcados con extraños dibujos, pero en cuanto ya no pudimos correr, detuvieron el ataque.

    —¡Esperen!— ordené —¡Detengan el fuego!— los hombres obedecieron mis ordenes ya bajaron las armas. La tensión era palpable, pero al menos ya no nos estábamos matando entre todos. Si mi vista no me fallaba, solo éramos cerca de 30 hombres acorralados, el resto estaba muerto. Y Paul no estaba en ningún sitio, eso me ponía más nervioso. Un pequeño chillido proveniente de entre los hombres me hizo sobresaltar, pero de inmediato noté que el sonido había salido de la boca de Ak, que estaba siendo fuertemente sujetado por un hombre que mantenía un cuchillo sobre su garganta. El niño lucía aterrado. Estuve a punto de intervenir en cuanto los salvajes soltaron un montón de gritos y abrieron paso al salvaje más grande que había visto hasta el momento.

     Fácilmente el salvaje me sacaba una cabeza de ventaja, además de que era dos veces más corpulento que yo. Vestía una gran capa de lo que parecía ser piel de animal y casi no tenía cabello. No necesitaba ser un genio para averiguar que él era el jefe.

    Detrás de este, dos salvajes se abrieron paso, para revelar la razón de porqué Paul no estaba entre los hombres: había sido capturado. También Mike estaba ahí, junto con dos hombres más. Los cuatro estaban absolutamente golpeados, con la ropa hecha jirones y sangre por todas partes. Paul ni siquiera llevaba camisa puesta, pero aún así el que lucía en peor estado era Mike, y no era para menos. Los salvajes estaban amenazándolos con lanzas afiladas colocadas en sus espaldas, cosa que seguro debía de estarle doliendo hasta el alma a Mike.

     El jefe salvaje comenzó a soltar un montón de gruñidos en mi dirección, pero no supe si era una clase de táctica para intimidarnos o su lenguaje. Aún así, Ak no había parado de temblar. No sabía que era lo que estaba sucediendo, no entendía nada de lo que los salvajes intentaban exigir, solo estaba seguro de que debía de rescatar a Paul de ahí.

    El jefe salvaje dejó de gruñir y nos miró como si fuéramos cucarachas, pero no entendía nada. Todos los hombres se mostraban perplejos, nadie había esperado que esto sucediera, se suponía que nosotros eramos mejores que ellos, pero ahora nos encontrábamos bajo sus condiciones si no queríamos que las cuerdas que estaban siendo tensadas en los arcos dispararan las flechas hasta matarnos.

    El jefe pareció entender que no sabíamos qué decía, y con un par de gruñidos más, pareció ordenar que liberaran a Paul. Un salvaje le dio una patada en la espalda y lo hizo caer al piso, pero casi de inmediato Paul se puso de pie y caminó hacia donde nos encontrábamos todos.

    —¿Estás bien?— le pregunté en cuanto llegó hacia mi. Inspeccioné su hombro, que lucía en mal estado, pero este de inmediato me ignoró —Quieren al niño— me dijo. Aún así, su explicación no me aportan mucho; sabía que querían al niño, lo que no sabía era qué querían con el resto de los hombres. Tomé a Ak del hombro y lo coloqué frente a mi a modo de escudo. Los salvajes parecieron colocar más atención en este en cuanto este se puso frente a mi.

    Un salvaje soltó un fuerte grito, y posteriormente el salvaje que sujetaba a uno de mis hombres le rebanó el cuello, tiñendo la tierra de rojo. —¡¿Qué es lo que quieren?!— le grité al jefe, que pareció no escucharme a causa del segundo grito y el segundo hombre con el cuello rebanado. El siguiente era Mike.

    Sentí a Paul tensarse a mi lado, nadie sabía qué era lo que pretendían los salvajes, pero era claro que matarían a Mike en cuanto sonara el tercer gruñido. Podía no hacer nada, dejar que los salvajes mataran a Mike y consolar a Paul cuando todo acabara, así me ahorraría la molestia de continuar con inconvenientes, y lucía con una gran opción, de no ser por el hecho de que, me gustara o no, Mike era todo lo que quedaba de la familia de Paul. Yo había perdido a la mía, y no iba a dejar que Paul perdiera la suya.

    Mi cerebro maquinó ideas rápidamente. Los hombres continuaban armados, y aunque los salvajes nos superaran en número, solo era cuestión de una buena distracción para poder correr hacia donde estaba Mike y el jefe salvaje. Necesitaba una distracción que los dejara perplejos, sin poder moverse el tiempo suficiente para salir corriendo en rescate de Mike, pero ¿Qué?

    La respuesta se encontraba sujeta a mi mano izquierda: Ak.

    No hubo tiempo, en mi mente las cosas sucedieron lentamente, pero en realidad todo ocurrió en menos de un segundo: vi como un salvaje tomaba aire inflando el pecho a su máxima capacidad para poder soltar el tercer gruñido. Sentí la angustia de Paul transmitirse hacia mi, y posteriormente, el cuchillo en mi mano y la garganta del niño siendo partida en dos, salpicando sangre y matándolo al instante.

    Tal y como lo esperaba, los salvajes quedaron perplejos al ver el cuerpo de Ak cayendo al piso.

    —¡Ataquen!— gritó Stuart detrás de mi, lo que logró ganarme segundos más ante la expectación de los salvajes.

    Corrí lo más rápido que pude hasta llegar a Mike. Con mi arma le di un rápido disparo a su captor y este, al entender que se trataba de un rescate, se puso de pie rápidamente. Logró sujetarse a mi hombro antes de que la lluvia de flechas volviera a invadir el aire. Sentía las puntas afiladas clavándose en mis hombros y rozando mis piernas y oídos, pero no podía detenerme. Paul estaba a medio camino, disparando a todos los salvajes que intentaban matarnos. Llegué hasta él antes de que este soltara una lluvia de disparos con las balas que quedaban en su escopeta, hasta derribar al jefe salvaje.

    Eso comprendió nuestra victoria: el atinado disparo de Paul hacia la cabeza del jefe salvaje.

    Los salvajes salieron corriendo en cuanto el cuerpo de su líder tocó el piso. Bajaron de los árboles soltando alaridos, corrieron alejándose de nosotros y se volvieron a perder en el bosque.

    Paul sujetó a Mike y comenzó a gritarle cosas que no logré entender, para finalmente abrazarlo. Todos los hombres comenzaron a festejar, aliviados de haber sobrevivido a una muerte inminente, pero yo no me sentía feliz. Había asesinado a un niño para esa victoria.

    Miré su cuerpo, ignorado por todos los hombres que gritaban alegremente. Su sangre seguía caliente, seguramente. El único que pareció notar mi estado de ánimo fue Stuart, que se acercó a mi y me dio un fuerte abrazo antes de susurrar: —Hiciste lo que debías de hacer—

Captive [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora