Cuando llegamos al pueblo desperté con cuidado a Vincent que con sus ojos rojos por llorar y dormir se desperezaba como lo haría un animalito luego de hibernar. Me observó con esos ojos tan grandes que siempre escondía detrás de su flequillo al mirar sus zapatos y sonrió tímido, como si no supiera que decirme.
― ¿Ya te sientes mejor?, ¿Quieres una Coca-Cola? Mi mamá dice que la Coca-Cola lo arregla todo.
Vincent asintió mientras salíamos de los estrechos asientos del bus.
―Gracias Kevin... ― susurró a mi espalda mientras bajábamos.
Vincent se sentó en uno de los asientos mientras yo iba a la máquina expendedora para comprarle una gaseosa, no podía evitar mirarlo balancear sus pies y jugar con sus manos, sabía que habían cosas sobre las que Vincent quería hablarme, pero no podía ¿Cuántas cosas estaba escondiendo? Mostraba un rostro triste, uno que hacía que mi pecho doliera ¿tanto era el dolor que cargabas?
―Ten... ― le entregué la Coca-Cola mientras me sentaba junto a él mirando como los autos pasaban.
―Lo siento Kevin...
―Deja de disculparte, a todos nos pasa ¿Te sientes mejor? Tal vez será mejor que nos apeguemos a tu primer plan de mirar películas.
―No... hagamos lo que planeaste. Por favor, si no lo hacemos voy a sentirme mal por aguarte el día y la noche.
―No pasa nada, haré lo que quieras.
― ¿Y qué quieres hacer tú?
―Lo que tú quieras.
―Me cuesta tomar decisiones...
―Somos dos.
― Entonces, ¿vamos? Pidamos dulces como querías, mi abuelita dijo que haría un kuchen de manzana.
―Vamos.
Caminamos por las calles del pueblo repleta de niños pequeños ya saliendo con sus disfraces a pedir dulces, Vincent los observaba con una expresión serena en su rostro, tal vez era que este pueblo le daba algo de calma y lo ayudaba a estar mejor.
―Recuerdo que antes los niños se disfrazaban de cosas que daban miedo. ― solté mirando la cantidad de princesas Disney y súper héroes.
―Sí, mi vecino va a disfrazarse de IPod.
―Por dios necesito una foto de ese niño.
Luego de un rato caminando lentamente por las calles del pueblo llegamos a la casa de Vincent donde el aroma a pastel recién horneado llenaba todo el lugar como si de un lindo cuento se tratara.
― ¿Cómo les fue, Lo pasaron bien? ― nos preguntó la abuelita de Vincent mientras este sonriendo comenzaba a contarle todo lo que habíamos hecho, como si nada malo le hubiera pasado; le enseñaba el comic firmado por el artista que le gustaba y las libretas y lápices que se había comprado.
Tal vez Vincent era demasiado bueno fingiendo que estaba bien y había sido capaz de engañarme incluso a mí.
Nos sentamos todos a la mesa mientras la abuelita de Vincent comenzaba a cortar grandes trozos de su kuchen de manzana. El abuelo comenzaba a servirnos té mientras Vincent me comentaba acerca de las semillas que quería comprar para el invernadero y que en invierno ya podría sembrar un montón de plantas y flores que le gustaban.
En mi casa no solíamos comer todos los días de esta manera; durante la semana todos teníamos horarios distintos y nos encerrábamos en nuestra habitación, pero todos acá parecían tan acostumbrados que se me hacía lindo y nostálgico, era como ir de visita a la casa de mi abuela donde todos nos sentábamos juntos en la hora del té y comíamos deliciosos pasteles caseros.
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Té de Manzanilla
RomanceCuando la vida tranquila de Kevin comenzó a caerse a pedazos encontró un hermoso refugio entre las paredes de la enfermería pintadas de color crema, en caminatas por el parque al atardecer, en las aromáticas plantas del huerto, en las flores y aves...