Capitulo 1: lo que cura hasta un hueso roto

2.6K 247 478
                                    

Siempre que me ponía a pensar en las cosas que me gustaban de mi hogar pensaba en los árboles y el sonido de la brisa veraniega pasando entre sus hojas, el olor al campo, a plantas y hierbas que crecían silvestres entre los caminos de tierra algo rojiza, en las aves que entonaban sus canciones desde lo alto, y en el sol que siempre brillaba alegre durante los meses cálidos, comer sandía cuando hacía calor y sopa de pollo cuando hacía frío, usar impermeables en invierno ya que los paraguas no servían para cubrirnos del agua, ir a mirar las luciérnagas al lago, jugar voleibol con mis amigos y caminar de la mano de Tyler.

Muchas veces sentía que la vida era demasiado generosa, tal vez me hubiera gustado vivir en la ciudad y no en un pueblo algo olvidado por Dios con cerca de cinco mil habitantes. Tal vez me hubiera gustado tener algún talento musical o incluso vivir un poco más cerca del pueblo para no levantarme tan temprano para llegar a tiempo a la escuela, pero la vida aquí era tranquila, la gente de la ciudad venía a este pueblo para relajarse del estrés y no querían volver más ¿Por qué me iría entonces? ¿Por qué debería desear algo mejor de lo que ya tengo?

Dejé que la brisa despeinara mi cabello, cerré los ojos un momento simplemente disfrutando del frío aire de la mañana, sintiendo como los primeros rayos del sol me bañaban con delicadeza y poco a poco comenzaban a despertar a las flores e insectos.

La escuela nunca había tenido un gran cambio, no solían llegar alumnos nuevos y la mayoría ya se conocía entre sí. De todas formas, era gracioso observar como muchas veces los estereotipos que mostraban en las películas hollywoodenses se replicaban en un colegio tan pequeño como este. Populares, abusones, nerds y toda clase de moda extraña que fuese apareciendo, yo me encontraba entre la multitud que simplemente vive la adolescencia de manera normal y algo sana, viendo películas en alguna casa los fines de semana en vez de ir a alguna fiesta. Todos me consideraban un muchacho bastante bueno y a mí también me gustaba adueñarme algo de aquel papel.

―Hola bro ― me saludó Zack, mi mejor amigo desde que tenía siete años, aún pensábamos que llegaríamos a las nacionales con nuestro equipo de voleibol de tercera.

A pesar de su apariencia ruda, su piel bronceada incluso en invierno y su actitud de chico malo, Zack era agradable y había estado conmigo en mis peores momentos y viceversa.

―Hola ― choqué su puño mientras veía que Erick nos saludaba desde lejos.

―No lo soporto. ― soltó Zack malhumorado al ver como el chico de cabello rubio brincaba agitando su mano con entusiasmo.

―Es un buen chico y su mamá cocina rico. ― dije observando a quien era la mascota deportiva de la escuela. Hace un año había visto como unos chicos le quitaban su dinero y los enfrenté, desde ese día Erick no se nos despegó más.

― ¿No te vas a enamorar de él cierto?

―Que sea gay no me vuelve un depredador de chicos, además quiero mucho a Ty como para fijarme en Erick.

―Ni los gay se fijan en él, que triste. ― comenzó a reír Zack mientras saludaba a unas chicas de la otra clase.

― ¿Y tú? ¿Dejarás de perseguir tantas faldas para encontrar a la chica adecuada?

―No hay una adecuada para mí, amigo deberías saberlo, todas son bienvenidas.

―Tu mamá se sentiría mal si te escuchara hablar así ― le dije mientras este comenzaba a contarme sobre una fiesta en la casa de uno de nuestros amigos.

Las clases continuaron tranquilas, observé como a lo lejos las nubes se acercaban para ocultar el brillo del sol. A finales de septiembre el clima veraniego comenzaba a desvanecerse poco a poco para comenzar a teñir todos los arboles de marrones y rojizos. Me gustaba el otoño sobre las demás estaciones, me hacía recordar mi infancia haciendo fortalezas con las hojas que habían caído, hacer pasteles de hojas con mi hermana y cuando la tarde llegaba y simplemente acostarme entre ellas aspirando aquel aroma tan único hasta que el sol se escondía y mamá me llamaba para que entrara a cenar.

Té de Manzanilla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora