Aquello que anhelamos

1.6K 122 15
                                    

Los pasillos del palacio estaban repletos de gente. Las personas no dejaban de hablar, beber y reír. Todos bailaban y se regocijaban por un gran acontecimiento. El Reino de del Bosque Verde se había por fin logrado librar de la maldad que le acechaba.
El bosque ya no estaba enfermo y las arañas habían sido exterminadas en su totalidad. Las elfas podían volver a correr por el bosque con los pies descalzos disfrutando de los aromas florares del bosque mientras el viento agitaba sus largas caballeras.
Todos parecían felices y contentos y sobretodo, felicitaban a Thranduil por su buen desempeño en los últimos años.
No faltaban las elfas que miraban con anhelo al joven príncipe Legolas. Había muchas habladurías de él y ahora se veía tan varonil, con su tiara de diamantes brillantes. Estaba sentado al lado de su padre. Estar ahí junto a él, hacia mas notable su parecido con Thranduil.
TN bailaba con regocijo y se dejaba llevar por la música alegre y el ambiente que era simplemente fantástico. Que mas se podía pedir en aquella maravillosa noche?
-Thranduil, no quieres acompañar a un par de jóvenes elfas muy guapas a la puerta? Seria una lastima que se fueran. A puesto que usted las puede convencer de quedarse hasta el amanecer- sugirió un buen amigo de Thranduil con mirada picara.
Thranduil lucía resplandeciente. Traía un traje magnífico de seda dorada y bordados de oro. Sus manos estaban adornadas con costosas gemas. Todo él parecía un ser angelical pero su rostro era serio. Como si toda aquella fiesta apenas le pudiera sacar una sonrisa.
Thranduil miro a Legolas y le dedico una sonrisa antes de añadir
-Pero si apuesto a que Legolas podría hacer que se quedaran por toda la semana! -
Ante este comentario el amigo de Thranduil dio una fuerte carcajada y le dio una palmada al menor quien tenia un rubor notable en sus mejillas.
Thranduil le guiño el ojo a su hijo y éste entiendo el mensaje. Entonces Legolas se retiro y con cada paso que daba a través del poblado salón, otros ojos más deseoso le seguían.
Pasada la medianoche, Thranduil se soba las sienes con cansancio. Esperaba que para esa hora los elfos se retiraran a descansar pero todos ,incluyendo a Legolas, parecían haber perdido la noción del tiempo y seguían bebiendo y bailando. Thranduil saboreo lo que seria una noche larga. No estaba de humor para seguir en aquel lugar y seguir evadiendo a todos los elfos. Decidió tomar un descanso y salir a uno de los balcones del lugar.
Se recargo en el barandal agotado. Quiso despejar su mente de los miles de pensamientos que lo acosaban con fuerza y fijo sus ojos en las estrellas. El azul pálido de sus ojos relucía con una belleza sobrenatural al recibir la luz pura de las estrellas. Pero después de todo, las estrellas son frías y distantes. Vio pasar a unos pajaros cruzar con velocidad la noche mientras silbaban sonidos suaves. Entonces presto atención a los sonidos que lo rodeaban aquella noche. Logro percibir un sapito, grillos, y otros animales que conformaban una orquesta nocturna digna de apreciar. Thranduil sonrió amargado. ¿Porque aun todo eso siendo tan bello, no le encontraba lo especial?
Entonces escucho un sonido en particular que lo dejo impresionado. Volteo a todos lados y encontró al animal responsable de su asombro. Una ave majestuosa estaba posada con calma en una rama no muy lejos del balcón. Thranduil le miro con asombro y admiración. Hace ya unos cientos de siglos que no volvía a ver una ave así en sus tierras. Era una ave bellísima. Tenia plumas largas, y de colores dorados y brillantes como el oro. Sus alas eran como de plata y aquel tono se iba difuminando con el dorado de cola. Poseía también unas garras filosas que la hacían ver salvaje y temible. Su cabeza era un poco pequeña y tenía ojo verde esmeralda que lo miraba con fijeza. Thranduil sabía que aquellas aves antes eran usadas como mensajeras por su increíble velocidad. También tenían fama de ser agresivas y protegían el mensaje que portaban con su vida. Sus habilidades de ubicación eran extraordinarias lo que la convertían en conjunto en una ave magnifica para entregar mensajes.
Inclusive Thranduil recordaba haber poseído una de pequeño. Dedicaba todo su esfuerzo en ganarse la confianza y el afecto del ave quien término por volverse en una fiel sirviente del príncipe Thranduil.
Al ver a aquella inusual ave Thranduil no pudo evitar pensar que se trataba de una ave que se había escapado de algún fanático de aves quien no habrá tomado la molestia de convertirse en socio del animal. O por lo menos creyó eso hasta ver el rollo de papel que estaba atado a su pata. Abrió los ojos como platos al entender que el mensaje era para él. Fue a buscar un pedazo de pan para ofrecerle al ave pues estas no daban el mensaje a menos que el destinatario les diera alimento para recobrar fuerzas.
Thranduil dejó el delicioso bocadillo en la orilla del barandal y el ave con un sonido triunfal bajo a proclamar su recompensa. Thranduil desato con cuidado el mensaje de la pata y lo leyó con interés.
Casi le da un infarto al reconocer la letra del remitente. Era Heloize

Sobre un Nuevo DominioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora