Capítulo 1

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Melissa

El agudo sonido del despertador atraviesa el silencio, arrancándome de un sueño que ya no recuerdo. Refunfuño y lo apago de un manotazo. Otro día. Otro despertar en el que el mundo parece tan gris como la mañana que me espera.

Me arrastro hasta el baño, el agua fría me despeja y, por unos segundos, casi me hace sentir viva. Después de la ducha, me observo en el espejo. Mis ojos color café, alguna que otra peca, y una expresión que apenas reconozco. No siempre fui así, pero ya es tarde para preguntarme en quién me convertí.

Me visto rápido: vaqueros desgastados, camiseta negra y unas Adidas viejas. Recojo mi cabello en una coleta alta y, por un instante, mis ojos se encuentran con los del reflejo en el espejo. La chica que me devuelve la mirada tiene algo de desolador. Quizás porque hace mucho que dejé de esperar algo de nadie.

Tomo mi chaqueta de cuero, paso por la cocina, agarro una manzana y cojo las llaves de mi moto. Es lo único que realmente me mueve últimamente. Al menos la velocidad no miente. La sensación de estar viva es honesta. Abro la puerta, cierro tras de mí y el rugido de la moto es como un grito de libertad.

En pocos minutos estoy en el lugar de siempre, un sitio apartado donde las carreras clandestinas son lo más cercano a la adrenalina pura. Los ojos de todos se giran hacia mí cuando llego, pero no me sorprende. Ya saben quién soy y qué hago aquí.

Mi amiga Gara se abre paso entre el grupo, con una sonrisa que me resulta reconfortante.

— Pensé que no llegabas. –Me da un abrazo breve y algo torpe–

—Ya estoy aquí. –Le devuelvo la sonrisa– ¿Hay alguien con ganas de perder hoy?

Gara suelta una risa y me señala disimuladamente. En el borde de la pista, un grupo de chicos nos observa con una mezcla de expectación y arrogancia. Entre ellos, uno en particular me dirige una mirada que parece un reto. "Oh, genial. Otro que piensa que puede ganar."

El chico se acerca, tan seguro de sí mismo que casi da risa.

— Hola, guapa. –Salida con una sonrisa sobrante–

Le devuelvo la mirada, sin siquiera molestarse en disimular mi escepticismo.

— ¿Qué? ¿Queréis probar suerte o solo venís a presumir?

Él ríe, pero no retrocede.

— De presumir, nada. He venido a competir. Contigo.

Miro a mis amigas, y Gara se limita a alzar las cejas, divertida. Hay algo de chispa en este reto, algo que podría hacer que el día sea menos monótono.

— Bueno, chicas, parece que hoy nos toca ver llorar a unos cuantos. –Mis amigas ríen y asienten con entusiasmo–

— Me llamo Víctor, por cierto. –Dice el chico, tendiéndome la mano–

Lo miro, dudando un instante antes de estrecharla.

— Yo soy Mel.

Subo de nuevo a mi moto y, tras ajustarme el casco, miro hacia la línea de salida. Víctor me sigue, tan confiado que parece creer que ya ha ganado. Nos colocamos uno junto al otro. Antes de ponerse el casco, me lanza una última sonrisa de suficiencia.

— Si gano yo, quiero una noche contigo.

Su propuesta me toma por sorpresa, pero me obligo a mantener un rostro serio. Apenas una sonrisa irónica se asoma mientras asiento despacio.

— Y si gano yo... no vuelves a este sitio nunca más. ¿Hecho?

Él ríe, convencido de que sus palabras son una apuesta segura.

—Hecho. –Ajusta el casco y me guiña un ojo antes de concentrarse en la pista–

La adrenalina empieza a hacer efecto. El mundo se reduce al rugido de los motores, la línea de salida y el deseo de demostrar, una vez más, que soy imparable.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora