CAPÍTULO 14

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Melissa

Salimos de la bañera y bajamos juntos a la cocina para preparar el desayuno. La calidez de la mañana se siente ligera, y mientras nos movemos por la cocina, me doy cuenta de lo cómodo que es tener a Diego aquí, compartiendo esta parte de la rutina. Él rompe el silencio primero, su tono es casual pero curioso.

— ¿Y tu padre? –Me pregunta, levantando la vista mientras busca ingredientes en la despensa–

Suspiro, pensando en él. A veces es un tema complicado, pero le respondo con naturalidad.

— Hace un tiempo que no lo veo. Está casi siempre de viaje por negocios.

— Ah. –Diego asiente lentamente, como entendiendo sin juzgar–  ¿Y tú? ¿Vives sola?

— Sí, aunque estoy cerca de la casa de mis padres. Ellos preferían que me quedara, pero yo quería tener mi propio espacio. Así que, me mudé cerca de ellos para que los tres estuviéramos contentos. –Le devuelvo la pregunta, sintiendo curiosidad– ¿Tú vives con tus padres?

Él sonríe mientras bate los huevos en un bol, con una expresión de satisfacción en el rostro.

— No. Quería independencia, así que decidí mudarme para vivir solo. Y la verdad, lo disfruto mucho.

Lo observo, sintiendo un poco de admiración.

— Qué bien. Tener tu propio espacio tiene algo especial, ¿verdad?

Diego asiente y cambia de tema, casi como si quisiera conocer cada detalle de mi vida.

— ¿Y estas estudiando o trabajando?

— Estudiando. –Asiento lentamente– Desde casa, la verdad es que hasta ahora todo me va muy bien. ¿Y tú?

— Igualmente estoy estudiando, suelo variar, voy presencial y otras veces estudio desde casa. –Me muestra una pequeña sonrisa– ¿Desde cuándo te empezaron a gustar las motos?

— Desde que tengo uso de razón. –Sonrío, recordando cómo empezó todo– Siempre veía con mi padre las carreras de motos. Él tenía una cuando yo era niña, y desde entonces me enamoré del sonido y de la velocidad. Empecé a ahorrar hasta que conseguí la mía, aunque mi madre me ayudó a completar lo que me faltaba. Desde entonces, la cuido como mi mayor tesoro.

Diego me mira con interés genuino, apoyando el codo en la encimera.

— Es genial, ¿sabes? Mi madre nunca soportó la idea de que me montara en una moto. –Se ríe, encogiéndose de hombros– Siempre me decía que era peligroso y que terminaba en desastre.

— A mi madre tampoco le gustaba. Me costó mucho convencerla, pero al final me apoyó ya que le prometí que tendría cuidado.

Los dos reímos, compartiendo esa especie de complicidad de quienes saben que sus pasiones son un poco arriesgadas. Terminamos de preparar el desayuno y nos sentamos a la mesa, disfrutando del momento y el aroma de café recién hecho. Justo en ese instante, mi teléfono suena. Es un mensaje de Gara, avisándome de que la policía está rondando y vigilando algunas de las zonas en las que hacemos carreras. La noticia me hace fruncir el ceño, y Diego nota mi expresión.

— ¿Qué pasa?

— Es un amiga. Dice que hay muchos policías vigilando algunas de las zonas donde suelen celebrarse carreras. Parece que tendremos que esperar un tiempo antes de volver a correr. –Muerdo mi labio, frustrada–

Diego se recuesta en la silla, suspirando.

— Qué fastidio. –Murmura–

— Sí, una lástima. –Hago un ademán resignado– Bueno, al menos siempre podemos dar un paseo.

— Tienes razón. –Me sonríe, esa sonrisa suya que hace que todo parezca menos complicado–

Terminamos de desayunar y llevo los platos al fregadero. Estoy a punto de empezar a lavar cuando alguien toca el timbre. Miro a Diego, que me hace un gesto de que abra.

— Yo termino aquí. Anda, ve a ver quién es.

Asiento y me dirijo hacia la puerta. Al abrirla, veo a mi tía, con una expresión seria y una sonrisa leve en los labios.

— Hola... ¿qué haces aquí, tía? –Pregunto, un poco sorprendida–

Ella suspira, mirándome con ese cariño que solo ella sabe transmitir.

— Cielo. –Me dice, mientras extiende un sobre hacia mí– Me voy de viaje, y no quería irme sin darte esto.

Sin decir más, se acerca y besa mi frente, con ese gesto tan protector suyo que me hace recordar mi infancia. Me entrega el sobre, y algo en su mirada parece decirme que lo que hay dentro es importante.

— Te quiero mucho, mi niña. Perdóname por no habértelo dado antes.

Su voz suena a disculpa, y me duele verla así. Antes de que pueda decir algo, me abraza con fuerza, dejando otro beso en mi frente, como si quisiera asegurarse de que entienda lo mucho que significo para ella.

— Adiós, cariño.

— Adiós, tía. Cuídate.

La veo alejarse y cierro la puerta, sosteniendo el sobre en mis manos. Algo en mí siente una mezcla de curiosidad y miedo por lo que pueda haber dentro. Diego se acerca, notando mi expresión.

— ¿Todo bien?

Asiento lentamente, aún mirando el sobre, sintiendo que tal vez aquí hay más respuestas de las que esperaba.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora