CAPÍTULO 21

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Melissa

Gara me mira sonriente, y de alguna forma su sonrisa hace que yo también sonría. Me siento más ligera, más yo misma.

— Me alegra tanto ver a la Mel de antes. –Dice, con ese tono cálido que siempre tiene–

—A mí también me alegra. –Le respondo, y no puedo evitar emocionarme un poco–

— Ay... –Me abraza de repente, fuerte y cariñosa, como si quisiera asegurarme de que está aquí para mí–

Yo río, correspondiendo al abrazo.

— Eso sí, en las carreras debes mantener tu carácter rudo. ¡Sin piedad con los demás! –Ríe–

— Eso siempre. –Ambas reímos, recordando todas las veces que he dejado claro a otros corredores que conmigo no juegan–

Finalmente, me despido de ella y vuelvo a casa. Al llegar, veo a Diego, sentado en las escaleras de la entrada, con la mirada pensativa. Me sonríe en cuanto me ve, y me siento algo nerviosa y emocionada al mismo tiempo.

Apago la moto, me quito el casco y saco las llaves. Bajo de la moto con el casco en la mano y camino hacia él. Cuando llego, se levanta y, sin decir nada, me recibe con un beso suave y cálido.

— Hola. –Sonríe pero sus ojos ocultan algo–

— ¿Ocurre algo? –No puedo evitar sonar curiosa–

Diego baja la mirada, y se queda en silencio un momento.

— No, no es nada... bueno, es que... –Toma aire y luego suspira, como si estuviera luchando por encontrar las palabras correctas–

Noto algo en su voz que me pone alerta, y mi pecho se llena de una mezcla de nervios y expectativa.

— Ya... malas noticias, ¿verdad? –Paso por su lado, sintiendo que no quiero escuchar una respuesta que me duela–

Antes de que pueda alejarme, toma suavemente mi brazo y me gira hacia él, pegándome a su cuerpo. Su mirada es seria, intensa, llena de algo que no había visto antes.

— Claro que no. –Su voz es baja, como si intentara calmarme, y sus ojos buscan los míos, sinceros–

— Suéltame.

Pero él no me suelta. Levanta mi rostro, sosteniéndolo con ambas manos, y veo la sinceridad en su mirada. Muerde su labio inferior, como si estuviera tan nervioso como yo.

— Yo no te haría daño, Mel. Jamás.

— Entonces dilo. –Lo empujo suavemente, sintiendo que mi voz tiembla– Dime que solo me querías para una noche y ya está.

Diego parece herido por mis palabras, pero su voz se mantiene firme.

— Claro que no, Mel. –Suspira profundamente, con una mezcla de frustración y cariño– He venido aquí para pedirte que seas mi novia. Para hacer esto oficial. Pero tengo miedo... miedo de que me rechaces, de que me digas que no. Tengo miedo de perderte.

Sus palabras me atraviesan, y finalmente lo miro, dejando que él vea lo que siento.

— ¿De verdad? –Murmuro, con un hilo de voz–

Él asiente, y sus ojos me dicen que está siendo completamente honesto. Me acerco a él y lo abrazo, dejando que caigan las lágrimas que había intentado contener. Diego me rodea con sus brazos, sosteniéndome con fuerza y besando mi cabeza, dándome una calidez que me hace sentir segura.

Me separo ligeramente y lo miro, sintiéndome emocionada, y con el corazón palpitando de felicidad.

— Claro que quiero ser tu novia.

Su rostro se ilumina con una sonrisa, y en sus ojos veo algo nuevo, algo que parece hacer el momento aún más especial. Me besa despacio, acariciando mi nuca suavemente, como si quisiera memorizar cada segundo de este momento.

Cuando finalmente nos separamos,sigue sonriendo, con sus labios a solo centímetros de los míos.

— Ahora sí puedo decir que eres mía de verdad. –Ríe suavemente, y yo no puedo evitar reír también–Te quiero, más de lo que imaginas.

— Y yo a ti. –Dejo un suave beso sobre sus labios, sellando ese momento que parece sacado de un sueño–

En ese instante, siento que algo ha cambiado. Que por primera vez en mucho tiempo, puedo confiar en alguien, y dejarme llevar por lo que siento, sin miedo.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora