CAPÍTULO 11

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Melissa

Despierto sobresaltada y miro el reloj: las tres de la madrugada. Suspiro y vuelvo a hundir la cabeza en la almohada. He soñado con el beso que Diego me dio. Su rostro, sus manos sosteniéndome, sus labios... Ese beso se ha quedado grabado en mi mente.

Dios, no. No puedo enamorarme de él. ¿Por qué me siento así? ¿Por qué con él soy distinta? La Mel que durante tanto tiempo ha sido dura y distante, se desvanece poco a poco cuando él está cerca. Pero no puedo permitirme sentir así. No quiero volver a sufrir. Hay cosas de mi pasado que Diego no sabe, cosas que me hicieron jurar no volver a dejarme llevar por el amor.

Intento calmarme, apartar esos pensamientos, y finalmente vuelvo a cerrar los ojos.

[ . . . ]

— ¡Sii! –Grita, con los brazos en alto, mientras se acerca a donde estoy con mi moto–

— ¡Mel! –Añade Carla, una de mis compañeras del grupo, chocando las manos conmigo– ¡Siempre ganadora!

Sonrío y choco manos con ella, cuando noto que Ian, mi contrincante, me mira molesto desde el otro lado.

— La próxima te voy a machacar, Mel. –Se cruza de brazos–

— Claro, claro, eso dices siempre. –Respondo con una sonrisa burlona. Mis amigas se ríen y él nos lanza una última mirada antes de arrancar su moto. Los de su grupo lo siguen y, en minutos, estamos solas–

— Oye, Mel... –Gara se acerca a mí, y sin previo aviso, aparta un mechón de mi cara– ese chico del otro día, Diego... ¿Te gusta, verdad?

— ¿Qué? No digas tonterías. –Respondo, apartando la mirada–

— Vamos, Mel. ¡Mira cómo sonríes! Hacía mucho tiempo que no veía a esta Mel. –Noto la dulzura en su mirada–

— No siento nada por él, Gara. De verdad. –Contesto, intentando convencerme tanto como a ella–

Ella suspira, se sube a su moto y se pone el casco, pero antes de arrancar, me mira con una sonrisa suave.

— No tengas miedo a enamorarte de nuevo.

Se va marcha dejándome sola. Sus palabras quedan resonando en mi cabeza. "No tengas miedo a enamorarte de nuevo". Resoplo y niego, intentando desechar esa idea.

No, Melissa. Solo es un chico que te hace sonreír un poco más de lo normal, nada más. Intento convencerme mientras arranco mi moto y me dirijo a casa.

Al llegar, aparco la moto, entro en casa y me dejo caer en el sofá, suspirando. Luego, tras varios minutos, me cambio poniéndome algo más cómodo, haciéndome un moño descuidado, y bajo a la cocina para prepararme algo de comer.

Mientras comienzo a hacer la comida, siento que mi móvil vibra. Es un mensaje de Diego.

    •    Diego: Mel
    •    Yo: Dime
    •    Diego: ¿Te apetece cenar esta noche fuera?
    •    Yo: Em... claro. ¿A qué hora pasas?
    •    Diego: ¿20:30?
    •    Yo: Vale, hasta luego
    •    Diego: Hasta luego guapa

Cierro la conversación, una sonrisa se me escapa sin querer, pero enseguida desaparece. No quiero que esto me haga más ilusión de la necesaria.

[ . . . ]

Me miro en el espejo una última vez antes de salir. Llevo unos pantalones negros de cuero que se ciñen perfectamente a mi figura, junto a una camisa del mismo color de cuello alto y además una de mis chaquetas de cuero. Decido hacerme una coleta alta, y cuando veo mi reflejo, algo en mí sonríe.

El timbre suena, y bajo las escaleras.

Diego

Llamo al timbre y unos segundos después, Mel abre la puerta. Cuando la veo, el tiempo parece detenerse. Su coleta alta deja ver cada detalle de su rostro, sus ojos, sus pecas... está increíblemente guapa, y me doy cuenta de que no puedo dejar de mirarla.

— ¿Qué pasa? –Noto un leve rubor en sus mejillas–

Lentamente, levanto su barbilla y le sonrío.

— Estás preciosa.

— No me digas eso. –Murmura, intentando apartar la mirada–

— Pero es la verdad. –Rio, y ella se queja bajito, como si le costara aceptar el cumplido–

Le ofrezco la mano y bajamos juntos las escaleras.

— ¿Nos vamos en mi moto? –Le sugiero , y sus ojos brillan con diversión–

— Claro. –Sonríe, se pone el casco, y cuando arranco la moto, se sube detrás de mí, rodeándome con sus brazos–

El viento frío de la noche acaricia nuestras prendas mientras cruzamos la ciudad, y aunque ninguno de los dos habla, hay algo especial en este silencio. Su presencia a mi espalda, su abrazo firme, me hacen sentir que, por primera vez en mucho tiempo, estoy exactamente donde quiero estar.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora