CAPÍTULO 23

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Diego

La expresión en mi cara cambia por completo, una mezcla de preocupación y rabia al ver la incomodidad en los ojos de Mel.

— ¿Te ha hecho algo? –Pregunto con el ceño fruncido–

— No, quería disculparse, pero le dije que ya era tarde para eso.

— Ese tipo es un imbécil. –Las palabras me salen con firmeza, sin disimular lo que siento–

— Y tanto que lo es.  –Añade Álvaro con el mismo tono, mirándola con esa mirada protectora que compartimos–

— Lo sé, pero le dejé claro que no quiero volver a verlo. –Añade ella, suspirando, y suelta el aire como si al fin se librara de una carga–

La miro y, sin pensarlo, acaricio suavemente su rostro, acercándola a mí en un abrazo. Ella responde, y siento que se relaja en mis brazos, como si necesitara este pequeño refugio.

— No dejaré que nadie te vuelva a hacer daño. –Le susurro cerca del oído, dejando que mis palabras la envuelvan–

— Lo sé, Diego. –Ella apoya su cabeza en mi hombro–Lo sé.

— Bueno, olvidemos esto. ¿Vamos a mi casa? –Sugiero con una sonrisa–

— ¡Hay piscina! –Salta Álvaro, animado, y lanza una mirada juguetona hacia Mel–

— Un baño en la piscina no vendría mal, la verdad.
–Ríe, y su risa me hace sentir que todo está bien–

— Pues prepárate. –Le digo, sonriendo, y ella responde con un beso fugaz en mis labios antes de ir a buscar su bolso–

Nos quedamos Álvaro y yo en el sofá, y él me observa con una sonrisa que no logra ocultar.

— Es preciosa. –Veo en su expresión cuánto la valora también, pero desde ese cariño familiar que hemos creado entre los tres–

— Lo es. –Sonrío–

— Gracias a ti, ha cambiado. –Comenta, bajando un poco la voz, como si revelara un secreto–

— Y me hace feliz ser consciente de ello. –Admito,
mirando hacia el lugar donde Mel acaba de desaparecer por la puerta– Antes ya me gustaba, pero ahora... ahora es más ella misma. Se muestra más cariñosa, se permite sentir.

— Eso era lo que necesitaba. Alguien que realmente la quisiera, alguien que la hiciera sentirse bien.

– Sí. Y me alegra ser yo, Álvaro. Nunca voy a dejarla, nunca. –Sonrío–

Él sonríe y me da una palmada en el hombro, con esa aprobación que se siente como apoyo.


[ . . . ]


Al llegar a la piscina, la animamos para que se tire al agua. Después de dudarlo un segundo, Mel finalmente salta, y su grito de sorpresa nos hace reír.

— ¡Agh, está fría! –Dice, encogida en el agua–

— Ya se te pasará el frío. –Me acerco y la abrazo por la cintura, pegándola a mí mientras dejo un beso sobre su mejilla–

— Empalagosos... –Interviene Álvaro con una risa, sacudiendo la cabeza–

Mel se ríe y camina hacia él, rodeándolo con los brazos en un abrazo sorpresivo. Álvaro sonríe y besa su frente, agradecido por su cariño. Luego, al notar mi mirada, alza las manos en broma.

— Tranquilo, no te la voy a quitar. –Contesta entre risas, y yo me uno, sabiendo que entre nosotros no hay espacio para los celos–

— Lo sé, solo que... me gusta verla así. –Le explico, echando una mirada a Mel, quien ahora me observa con una sonrisa que lo ilumina todo–

Ella se acerca y, con los ojos brillando, me susurra:

— Tú eres el que me ha hecho sonreír de nuevo. –Sus palabras son suaves, pero cargadas de tanto significado que siento un nudo de felicidad en el pecho–

La abrazo, besándola despacio, sabiendo que en este momento no necesito decir nada más. Porque estar juntos, aquí y ahora, dice todo lo que sentimos.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora